Las oficinas en metros cuadrados han muerto

No nos engañemos, el Covid-19 no ha sido el generador de ningún cambio en los modelos de trabajo, ni de ninguna revolución en el concepto de las oficinas. El Covid-19 ha sido el acelerador de un proceso que llevamos años madurando y que nunca nos hemos atrevido a abordar como se debía. Durante años nos hemos refugiado en los millennials y en próximas generaciones para ir dando temblorosos pasos en lo que deben ser los espacios de trabajo del futuro. Por tanto, nunca hasta ahora hemos terminado de dar el gran paso de implantar los nuevos modelos laborales que la tecnología y la conectividad global ya nos habían puesto en la mano desde hace tiempo.

Está claro que el trabajo ya no depende de un lugar fijo para la ejecución de las tareas y de las actividades, y que las oficinas estaban infrautilizadas, no siendo ya tan productivas como hace años, cuando teníamos armatostes por ordenadores y acumulábamos pilas de papeles en unas inmensas mesas. Llevamos años siendo conscientes de esta situación, pero hemos vivido temerosos de salir de nuestro concepto tradicional de oficina, lo que podemos llamar nuestra “oficina de confort”.

Pero de repente, un maldito bicho microscópico, que ha causado innumerable dolor personal y ha paralizado la economía mundial, nos ha enfrentado a la realidad de que podemos trabajar en otros espacios que no sean la oficina tradicional. Y más aún, nos ha hecho dudar y repensar los modelos de trabajo para inventar nuevas normalidades.

Muchos son los análisis, estudios y expertos que han opinado sobre cómo será el futuro de los espacios de trabajo, y es difícil predecir hoy dónde estaremos en el medio plazo. Por ejemplo, grandes compañías como Google, Amazon, Facebook, bancos y consultoras lanzaron las campanas al vuelo con el home-working y ahora empiezan a desdecirse y a abordar nuevos modelos híbridos con más días de oficina que de casa. Por el contrario, compañías que abogaban 100% por la oficina ahora se plantean el dar más flexibilidad a sus equipos. En cualquiera de los casos, lo que tenemos claro es que la oficina no ha muerto, pero sí tal vez el concepto que tenemos de ella.

En este tiempo hemos abierto la mente a nuevos conceptos que nos van a hacer la vida profesional, y por ende la personal, mucho más confortable y productiva. Todo negocio va a seguir necesitando tener una sede central, sea en oficina tradicional o en un centro de oficina flexible, sea más grande o pequeña, y complementarla con otros espacios o localizaciones que den mayor confort y flexibilidad a sus empleados y mayor garantía de supervivencia del negocio, reduciendo los costes y las inversiones. La evolución de la medida de los costes inmobiliarios en los últimos años ha pasado del euro por metro cuadrado al euro por puesto de trabajo y ahora toca el siguiente salto al euro por persona. Las empresas deben evolucionar de pensar en el coste por metro cuadrado a la inversión en las personas y en las tareas y actividades que realizan. Por tanto, ¿el metro cuadrado ha muerto?

Más allá de las modas, hay que empezar a visionar los espacios de trabajo como diferentes áreas, e incluso localizaciones, dedicadas a diferentes tareas y actividades, poniendo foco en las necesidades reales de las personas y de los equipos que los van a utilizar. La flexibilización de los espacios de trabajo y los modelos híbridos, e incluso la oficina tradicional, deben ir enfocados a crear el mejor entorno para que las personas generen el mayor valor posible en el desarrollo de su trabajo. Necesitamos tener en cada momento el espacio que mejor se adapte a lo que necesitamos o vamos a desarrollar. Habrá veces que necesitemos concentrarnos y que nadie nos moleste, otros que estemos reunidos con el equipo, otros estar cerca de casa o del cliente, o incluso quedarnos en casa. Igual que hemos conseguido flexibilizar el uso de la tecnología con diferentes aplicaciones, software, perfiles o accesos, debemos flexibilizar los espacios de trabajo para que se adapten lo mejor posible a cada tarea, actividad, equipo, persona o circunstancia.

En todo este nuevo tablero de juego, los patrimonialistas y arrendadores de los edificios van a tener que readaptar la materia prima de su negocio, es decir, pasar de ofrecer m2 de oficina a servicios y soluciones que aporten más valor a las empresas, les den seguridad y mejoren la experiencia de los usuarios. Evidentemente el m2 seguirá siendo la unidad de medida y de negociación, pero pasará a ser un KPI menos importante en la toma de decisiones con referencia a los espacios de trabajo. Los edificios de oficinas deben integrar soluciones flexibles que ayuden a las empresas a superar las incertidumbres del futuro. Pocas empresas en el mundo que, en los próximos meses, tengan que implantar oficinas van a tener claro qué necesitan, por tanto, no van a firmar oficinas que les sean inútiles en el medio plazo y van a buscar edificios que, con una oficina mínima ideal, les aporten flexibilidad con otros espacios, como las oficinas flexibles o el coworking. Por tanto, los propietarios de edificios de oficinas y el sector del CRE (Commercial Real Estate) deben salir también de su “zona de confort”, deben abandonar su “m2 de confort”.