El iceberg de la construcción

La reforma y rehabilitación de viviendas en edificios habitados fue prohibida el pasado domingo por una orden de Sanidad de última hora que, a tenor de las cifras, asesta un golpe letal a la construcción. Un sector que representa el 10% del PIB, aunque si se suma toda la industria auxiliar de talleres y almacenes de productos, este peso sube varios puntos.

Lo primero es lo primero, y es nuestra salud, indudable. Pero en este punto creo relevante dar a conocer una realidad que no se ha tenido en cuenta.

Como ocurre con los icebergs, capaces de hundir transatlánticos de la envergadura del Titanic, a menudo lo que no se ve es lo más relevante. Y para el caso de la construcción, la parte sumergida correspondería a esas obras de reforma y rehabilitación que han quedado prohibidas. Para ser más exactos, y atendiendo a la edición de 2019 del Observatorio 360ª del Mercado de Materiales de Construcción en Edificación Residencial de Arthursen, la reforma representa el 74% de la construcción, y un 26% para la obra residencial nueva. En términos de actividad agregada, implica un valor de materiales que se corresponde con 95.000 viviendas nuevas en construcción, frente a 279.000 viviendas reformadas.

Es decir, hablar de construcción no sólo es hacerlo de nuevos desarrollos urbanísticos, sino fundamentalmente de las pequeñas -o grandes- actuaciones que se realizan en viviendas y edificios. Porque son esas pequeñas -o grandes- actuaciones las que, al fin y al cabo, tiran de un sector fundamental para la economía española.

Un sector que, en un contexto internacional marcado por el cierre de fronteras para hacer frente a la propagación del coronavirus y la debacle de las relaciones comerciales, resultará determinante para la reconstrucción económica de España. Tanto por su peso como, sobre todo, por su intensa capacidad de generar empleo, promover la inversión a largo plazo si se acomete un modelo adecuado de impulso y, muy importante, de impulsar un significativo efecto tractor sobre la demanda interna.

Es un sector que no únicamente genera un enorme dinamismo en la vida del barrio, que ayuda a mejorar el espacio que habitamos las personas adaptándolo a usos, necesidades y solucionar problemas del día a día, sino que además tira de otra industria tan importante como la automoción por la gran intensidad de vehículos de transporte de mercancías, furgonetas y comerciales que las empresas necesitan para su actividad, lo que desgraciadamente nunca suele tenerse en cuenta.

Si en esa reconstrucción de nuestra economía resultará determinante a corto plazo fomentar la demanda interna para compensar la caída de la actividad exterior, el sector de la construcción es decisivo.

Las perspectivas son desoladoras. España va a sufrir más que otros países por el cierre del flujo turístico internacional, nuestra industria por excelencia. Así, si constreñimos por falta de conocimiento sobre su relevancia el otro gran pilar de empleo y actividad, los problemas y amenazas se incrementarán alarmantemente. Durante el confinamiento se va a trabajar muy poco, todo lo más que puede pedirse son acuerdos de las comunidades de propietarios y garantías en las medidas de seguridad, pero no prohibiciones por decreto. Hay que ser conscientes de que a corto plazo una vía de salida a la crisis económica será la movilización de sectores básicos con capacidad de generar retornos directos y que no supongan en ningún caso riesgos para una balanza comercial.

A diferencia de lo que ocurría en anteriores ocasiones, presagiar el futuro corresponde en estos momentos más a los científicos que a los economistas. Pero hay una cosa clara: el iceberg debe esquivarse en su conjunto para evitar el hundimiento de un barco a la deriva.