El mundo del trabajo nunca volverá a ser el mismo

Nunca nadie pudo predecir la situación que estamos viviendo ni cómo una crisis sanitaria podía afectar de tal manera a la forma en la que vivimos y nos relacionamos. La irrupción global del virus COVID-19 se sentirá por mucho tiempo ya que afecta a las vidas de nuestras familias, amigos, compañeros de trabajo, socios y clientes. Pero nuestra comunidad humana es a la vez resiliente e interdependiente y esto nos permite tener fe en que, sin importar el desafío, seguiremos insistentemente buscando el poder de nuestras conexiones interpersonales positivas.

Para quienes dirigimos equipos de personas y ayudamos a las organizaciones a que sus trabajadores consigan desarrollar todo su potencial, es importante que recordemos que son esas conexiones frecuentes las que crean más confianza, alinean los objetivos y fomentan nuestra cultura organizativa. Porque, aparte del reto social que esta situación supone a nivel mundial, a los directivos de las organizaciones se nos plantean otros retos adicionales que están muy relacionados con la cultura que hemos labrado en nuestras organizaciones a lo largo de los años.Las empresas deben ser un reflejo de su cultura. Porque cuando la cultura organizativa es fuerte, todos la pueden sentir. Es la que ayuda a mantener al equipo unido, independientemente del tamaño de la organización o desde dónde y cómo estén trabajando sus equipos.

No sabemos cuánto tiempo durará esta situación, pero sí estamos convencidos de que terminará algún día, y, sin duda, cuando volvamos, el mundo del trabajo será muy diferente del que dejamos atrás. Las organizaciones que alguna vez insistieron en que sus equipos nunca podrían trabajar con éxito de forma remota, de repente se convencerán de que, en algunas situaciones excepcionales, los equipos distribuidos y el trabajo desde casa pueden ser un modo de trabajo efectivo. Por el contrario, las organizaciones que durante mucho tiempo han promovido el trabajo a distancia se darán cuenta de repente de que enviar a personas lejos de la oficina al por mayor tiene efectos secundarios dramáticos. La soledad y la pérdida de conexión pueden representar una epidemia en el lugar de trabajo igual o más perturbadora que la que estamos viviendo, porque probablemente se extenderá y amenazará los lazos culturales dentro de muchas empresas.

Sin embargo, ante un gran problema, aparece la posibilidad de una gran oportunidad. Si sabemos que las conexiones personales positivas son las que promueven la confianza y fomentan nuestra cultura organizativa, pensemos en medidas de acción que cualquier organización puede llevar a cabo para fomentar una cultura resiliente.

Cuando los equipos empiecen a regresar a la oficina, será un momento para celebrar que disponemos de un espacio común y que volvemos a estar todos juntos. Ya nunca más será un sitio en el que las personas van, se sientan y se ponen a trabajar sin más. Nuestros lugares de trabajo se convertirán en espacios para conectar, para reforzar nuestra cultura, para compartir nuestra cercanía, y para apoyar a todas las experiencias de trabajo que siempre serán mejores que cualquier mesa individual o cualquier videoconferencia. En definitiva, oficinas que sean capaces de hacer fluir la colaboración, la participación de todos los equipos y donde se satisfagan las necesidades de todos los profesionales de manera que, en última instancia, esto repercuta de manera positiva en la productividad, tanto de los empleados, como de la propia compañía.

Será realmente un momento en el que las personas irán a la oficina porque quieren ir. Porque encuentran lo que necesitan para poder desarrollar todo su potencial. Este ensayo forzoso de teletrabajo generalizado nos ha dado la oportunidad de conocer el valor real de nuestros espacios de trabajo. Nos ha permitido demostrar que apostar por un buen espacio de trabajo es una de las decisiones estratégicas más esenciales dentro de una empresa. Hace algunos años realizamos nuestro estudio global sobre el compromiso y el espacio de trabajo donde descubrimos una relación directa. Es decir, a un mayor nivel de satisfacción con el espacio de trabajo, un mayor nivel de compromiso. Por citar un dato del estudio: solo un 13% de los trabajadores están muy comprometidos y satisfechos con su espacio de trabajo. Además, el 11% reconoce estar muy insatisfechos con el espacio y, por tanto, presentan un grado de compromiso muy bajo. Con estos datos encima de la mesa, ¿os imagináis todo el potencial que esto nos ofrece cuando todos volvamos de nuevo a estar juntos en nuestros espacios de trabajo?

De este “Estudio Global sobre compromiso y espacio de trabajo” se deduce que el entorno laboral debe estar diseñado como un ecosistema de espacios interconectados que fomenten el bienestar de los trabajadores, permitiendo el movimiento frecuente a lo largo del día, facilitando las interacciones tanto físicas como digitales y ofreciendo la privacidad, a veces tan necesaria, tanto en espacios abiertos como cerrados.

Estas conclusiones son ahora más relevantes que nunca. Porque los espacios de trabajo de hoy y de mañana deben poner el foco en las personas, deben convertirse en el catalizador del talento que conseguirá recuperar el ritmo que teníamos antes de este parón impuesto. Las personas, a través de su potencial creativo son las que ayudarán a encontrar la resolución a los problemas a los que nos enfrentaremos en el futuro y para eso, ya no vale con crear el decorado más espectacular y divertido, ubicarse en la mejor zona de la ciudad o contar con la última tecnología. Si la oficina no se diseña pensando en las personas que trabajan en ella, respondiendo a sus necesidades de bienestar físico, emocional y cognitivo, entonces no cumplirán con su papel de contribuir a generar esas relaciones interpersonales que tanto estamos echando de menos en estos momentos.