¿Cuántos fracasos puedes pagarte?

Todas las semanas alguien me pregunta por qué fracasan las pymes. Si la culpa la tiene el Gobierno con su burocracia, las entidades financieras que exigen demasiados papeles, o los clientes caprichosos que no compran lo suficiente. Tengo mi opinión, pero rara vez coincide con los estudios académicos, informes sectoriales y otras teorías alucinantes que se leen por ahí.

No hace falta tener un doctorado para saber que, en su etapa inicial, las pymes son muy vulnerables. La relación entre los socios es una de las grandes razones por las cuales las personas se desgastan y los negocios se derrumban. Hacer equipo y sumar capacidades no es tan fácil como dicen los consultores expertos. A menudo sucede que muchos socios ideales presentan, poco a poco, conductas inesperadas. Y de pronto, ante un contexto determinado, se convierten en un obstáculo o simplemente parecen extraterrestres.

También está el asunto de las asesorías y gestorías profesionales. Se trata de un servicio disfrazado de vocacional que pagas mes a mes, poco práctico y arrogante, prestado en un lenguaje incomprensible para la mayoría de los emprendedores. No conocen tu negocio, pero contestan y recomiendan sin salir de su oficina. Tú no sabes que no sabes de números y cuando te quieres dar cuenta, la información contable que te ofrecen es vieja e inapelable. Generalmente este servicio cuesta mucho más de lo que piensas...

Emprender es disponer de la fuerza necesaria para darle vida a tus propias ideas. Tienes que crear una estructura y arriesgar. Además de competir, aprender cosas nuevas, equivocarte, conocer a la gente y comunicar. Especialmente comunicar, que no es lo mismo que enviar un mail o utilizar el móvil.

Lloremos juntos si te hace falta, pero hay que asumir que emprender es un riesgo y que el fracaso es una posibilidad. No por eso debes tener siempre a mano un precipicio. Tampoco un cocodrilo.

No me gusta utilizar demasiado la palabra fracaso. No te permite reconvertir todo lo sucedido en una experiencia aprovechable para otro momento. Si lamentablemente te toca enfrentarlo, te obliga a callar y olvidar rápido, empaquetar el asunto y ocultarlo en el trastero. De esa forma no hay responsables ni lecciones que aprender.

Aprender es un deporte de contacto y equivocarse es parte del proceso, pero, a pesar de lo que te digan, el fracaso no es recomendable. Es individual, doloroso y desolador. Muy raramente será lo mejor que te puede suceder.

Por eso me pone de mal humor la retórica exitosa y feliz que lo rodea, amparada en la utilización de algunos grandes personajes de la historia reciente. Parece que el fracaso cotiza al alza y es una magnífica oportunidad que, como futuro buen emprendedor, no debes desperdiciar. A veces me pregunto si los que están realmente detrás de estos consejos, han perdido alguna vez un avión en su vida, o al menos un par de maletas...

“Lo intentaste. Fracasaste. Da igual. Prueba otra vez. Fracasa otra vez. Fracasa mejor.”

Esta colosal y estimulante arenga fue pronunciada por el famoso escritor y tragicómico dramaturgo Samuel Beckett (un gran jugador de cricket, por cierto), que vivía en la mansión de sus padres, rodeada de un enorme jardín y dos pistas de tenis...

El admirable estadista británico, Sir Winston Churchill, que nació en la casa ancestral de su familia, el imponente Palacio de Blenheim, ubicado a solo 100 kilómetros de Londres, argumentaba de forma muy original que, si vas por la vida de fracaso en fracaso sin perder el entusiasmo, llegarás al éxito.

Solamente un par de preguntas: ¿Tú dónde vives? ¿A ti también te viste siempre un mayordomo por las mañanas?

Seamos serios y dejemos las aventuras para los personajes que pueden dormir hasta el mediodía en la finca familiar, de esas que vienen con cajero automático, zona para lanzar fuegos artificiales y capilla privada incluida.

Emprender es un riesgo, una competición mercantil que requiere un esfuerzo importante. ¿Para cuántos fracasos te alcanza el dinero que tienes?

Si te puedes permitir tres o cuatro fracasos sin cambiar de barrio, casi es mejor que no sigas leyendo estas líneas...seguramente tienes la capacidad económica para volver a empezar y explicarle a los abuelos que la clave de tu éxito está en fracasar más y mejor, con entusiasmo y pasión, hasta alcanzar finalmente tus verdaderos objetivos.

Ahora bien, si eres un emprendedor de los otros, de esos que ponen cara de villano cuando hay que controlar los gastos y aguantas de pie los intentos de intimidar de aquellos que pueden menos, necesitas que tu negocio funcione a la primera.

No hay excusas, ni falsas oportunidades. No hay dinero para volver a intentarlo.

Hacen falta más pymes por metro cuadrado. La comunidad de valientes emprendedores que lo intenta año tras año no está para perder dinero. Nadie quiere que el horizonte se le venga encima. Nos conviene ayudarlos, potenciarlos. Ellos van a crear los puestos de trabajo. Ellos empujan el PIB, no el IVA. Y por supuesto, tienen que informarse más y prepararse mejor.

De vender y no cobrar hablamos otro día.