Empresas eco-responsables: posicionarse frente al cambio climático

El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC en sus siglas en inglés) publicó su sexto informe de evaluación en agosto de 2021. Bajo el inocuo título de Cambio climático 2021: base científica física, el informe valora la situación, enumera las razones y los efectos probables del cambio climático y concluye que, sin reducciones inmediatas y a gran escala de las emisiones, será inviable limitar el calentamiento global a 1,5 - 2°C.

El informe utiliza un lenguaje cuidadosamente calibrado para describir los probables cambios de humedad y sequedad, de los vientos, la nieve y el hielo en las zonas costeras y los océanos. No es alarmista, aunque los hechos y las proyecciones son escalofriantes. Mientras que asuntos más inmediatos como la pandemia, tensiones geopolíticas, etc., siguen absorbiendo la atención de las autoridades a escala global, la agenda para cambiar de rumbo frente al cambio climático no parece recibir la atención debida. La conclusión más inmediata es que hay que actuar: en vez de esperar soluciones de nuestros líderes políticos, las personas y las empresas hemos de tomar medidas por nuestra cuenta.

Tres pasos hacia la reducción de nuestra huella de CO2

Como primer paso, la empresa tendrá que medir sus emisiones para comprender la magnitud del problema y fijarse un objetivo. Esto significa que la empresa tiene que instaurar una “contabilidad del carbono”. Es menos difícil de lo que parece y ya existen muchas herramientas hechas a medida para la tarea. Llegados a este punto, hay que entender que es necesario monitorizar tres grandes ámbitos de emisión: las emisiones directas, las emisiones indirectas “propias” y las emisiones indirectas “ajenas”. Entenderemos por emisiones directas aquellas que derivan directamente de los combustibles fósiles que quema la empresa. Esto incluye el gas o el petróleo para hacer funcionar la calefacción o una flota de coches y camiones con motores de combustión: cada litro de combustible quemado libera una determinada cantidad de CO2 a la atmósfera. También existen las llamadas emisiones de proceso -cuando se realiza un proceso industrial como, p. ej., la producción de cemento-, pero la mayoría de las empresas de servicios sólo tienen calefacción y coches que entran en esta categoría. Las emisiones indirectas “propias” son aquellas que derivan de la energía comprada -electricidad, vapor, calor o refrigeración-. Aunque las emisiones de CO2 se produzcan en el lugar de generación de la electricidad, p. ej., -es decir, donde está la central eléctrica-, son el resultado del uso de la energía por parte de la empresa y por ello se contabilizan en las emisiones “propias”. Finalmente, el tercer grupo corresponde a las emisiones indirectas “ajenas”, las que se causan por la cadena de valor. Suelen constituir la mayor parte de las emisiones de una organización y se refieren a todas las actividades y activos que no son de la empresa, ni tampoco están controlados por ella. Aquí se incluyen los bienes y servicios adquiridos, los bienes de capital, el transporte y la distribución, los residuos generados, los viajes de negocios, los desplazamientos de los empleados, el procesamiento y el uso de los productos vendidos, etc.

En realidad, las emisiones indirectas “ajenas” de una empresa son las emisiones directas e indirectas de otras. Un ejemplo: las emisiones producidas por los viajes de negocio en avión son las emisiones de ámbito 1 y 2 de la compañía aérea. Esto quiere decir que en los protocolos de CO2 actuales, las empresas no están obligadas a medir o declarar las emisiones indirectas “ajenas”, lo que permite a una empresa que compensa las directas e indirectas declararse “CO2-neutral”. Creemos que es una práctica poco honesta; si la empresa en cuestión se tomara la reducción de sus emisiones en serio, como poco, debería conocer su impacto respecto a las emisiones indirectas “ajenas” y tomar medidas para reducir y/o compensarlas.

Existen calculadoras para medir las emisiones de CO2 de cada ámbito y al final se tendrá un total de emisiones de CO2 para cada uno de ellos y un total para la empresa, para un año natural o financiero. Una vez sabemos lo que emitimos tendremos que descarbonizar, evitando y/o reduciendo emisiones. Así, examinaremos nuestros procesos y decisiones de compra con el fin de alcanzar la neutralidad en emisiones.

Finalmente deberemos compensar. Desafortunadamente, hay emisiones que no se pueden evitar. Pero se puede invertir en la “captura directa de carbono” como una posible solución -una tecnología muy reciente y todavía bastante cara-, o bien compensar las emisiones de CO2 sólo con proyectos locales. Existe un gran mercado de certificados de CO2 que se gestiona de forma profesional. Los proyectos de compensación suelen estar en mercados emergentes; pero puede que exportar emisiones no sea la mejor solución. Los proyectos locales de compensación son mucho más fáciles de evaluar y monitorizar.

La reducción de CO2 tiene sentido económico

Vemos que hay medidas sencillas para que las empresas puedan empezar a reducir sus emisiones de forma inmediata. Lo primero es conocer las fuentes del problema y empezar a dar pequeños pasos. Al principio, algunos costes asociados a soluciones con menos emisiones de CO2 podrían dispararse; pero nadie se escapará de la factura de los efectos del calentamiento global y es probable que el precio de las emisiones de CO2 aumente drásticamente. Visto así, convertirse en una compañía “CO2-neutral” hoy puede ser en una gran ventaja estratégica y financiera en el medio-largo plazo.

Pero aún podemos ir más lejos, incentivando la reducción de la huella ecológica más allá de la empresa. Todo el modelo de negocio de Chimpy, p.ej., se basa en la circularidad: la batería de carga externa que alquila el usuario se devuelve después de su uso. Chimpy vuelve a cargarla -con energía solar- para volver a alquilarla una y otra vez. Además de aplicar los procesos arriba mencionados, creemos que cada empresa tiene un impacto social importante. Así, hemos puesto en marcha un programa llamado ‘OMITEMIT’ para los empleados. Chimpy recompensa estilos de vida más eco-responsables, como desplazarse en bicicleta para ir a trabajar. Es una manera de concienciar a más personas y de ampliar el alcance de las medidas de reducción de CO2 en la empresa.