Los cambios en el negocio alimentario para hacerlo sostenible han venido para quedarse

Desde que, en el año 1996, Banco Sabadell creó su Dirección de Franquicias, para colaborar con la expansión de enseñas a través de un modelo de negocio que comenzaba a madurar en nuestro país, las tendencias en todos los aspectos de la economía nacional han sufrido constantes cambios y adaptaciones, crisis sectoriales y globales, que han culminado con una pandemia que nos ha cambiado a todos para siempre o la invasión de Rusia a Ucrania. Si a esto le añadimos las consecuencias de un cambio climático que hemos de combatir, provocan que la economía a nivel global tenga que reinventarse.

Todos y cada uno de los sectores que conforman nuestra economía han tenido que adaptarse a estos cambios, surgiendo nuevos conceptos que no nos hemos cansado de escuchar, como resiliencia, sostenibilidad, proximidad, huella ambiental, etc. ¿Pero sabemos exactamente cómo afecta esto al día a día de nuestras empresas?

Está a la orden del día hablar de sostenibilidad, eficiencia energética, economía circular o productos de “KM 0”. ¿Pero sabemos realmente de qué estamos hablando? ¿Sabemos cómo las grandes marcas de distribución alimentaria, restauración organizada o cualquier otro sector entienden y aplican a sus negocios estos términos?

Desde el punto de vista del modelo de franquicias, todavía es más complicado saberlo. No olvidemos que se trata de replicar un modelo, del cual está más que parametrizado y probado su éxito, pero donde en la mayoría de las ocasiones, no cabe la capacidad para salirse del guion establecido, a riesgo de que el margen del negocio, estudiado hasta el mínimo detalle, solo sea negro sobre blanco.

Desde el departamento de franquicias de Banco Sabadell, gestionamos actualmente más de 550 enseñas vinculadas con la distribución alimentaria y la restauración. Las marcas más representativas e implantadas aplican sus objetivos de desarrollo sostenible (ODS) a todos los niveles, adquiriendo ambiciosos compromisos para ello y realizando un seguimiento de estos. Publican sus decálogos que, como no podría ser de otra forma, son de obligado cumplimiento, no sólo para sus propios establecimientos, sino que también han de ser cumplidos por sus franquiciados. En ambos sectores, podemos encontrar objetivos comunes, que desembocan en acciones concretas en diversos ámbitos.

A nivel energético buscan tanto la reducción de emisiones contaminantes, como el ahorro en consumo. Para ello, se están realizando instalaciones de placas fotovoltaicas para conseguir la autogeneración de entre el 20% y el 40% de la energía consumida, siendo su objetivo que el 100% provenga de energía renovables. Otro punto importante, es la renovación de las flotas de vehículos por vehículos híbridos o totalmente eléctricos, y la consiguiente instalación de puntos de cargas en los propios aparcamientos de los establecimientos.

Otro de los focos de estas medidas, es el ahorro del consumo de agua; para ello, se han adaptado instalaciones, como las cisternas de bajo consumo, grifos de bajo caudal, etc. No en vano, en el año 2021 la UE puso a disposición de sus países miembros los Fondos Next Generation, siendo estos un instrumento para impulsar la financiación de inversiones y reformas para la recuperación sostenible y resiliente, donde tienen cabida las inversiones indicadas anteriormente.

Desde el punto de vista de producto, nos encontramos con el consumo de “KM 0” o de proximidad, que para ser considerados de esta forma deben cumplir una serie de requisitos. Así, la distancia entre el lugar de producción y el punto de venta no debe superar los 100 kilómetros. Además, deben ser productos de temporada y ecológicos, que respeten una serie de políticas de protección medioambiental en su producción. De esta forma, se pretende reducir el coste logístico para llevar el producto de la huerta o la granja a la estantería del supermercado o al restaurante para su elaboración.

En Comunidades Autónomas como Euskadi o Andalucía, se han suscrito acuerdos de colaboración entre enseñas de distribución alimentaria y empresas ganaderas o cooperativas, para la compra de la producción de leche, marcando un precio mínimo, de forma que puedan garantizar siempre sus costes de producción. Otras marcas, que originariamente se dedicaban al cultivo, vieron su nicho de mercado con la venta directa al consumidor final. Esta opción, muy bien acogida por la calidad y precio del producto, provocó, primero la apertura de sus propias tiendas cercanas a la explotación y dada su aceptación, acabó con una red de tiendas que en algunos casos también ha sido explotada bajo el modelo de franquicia.

En cuanto a las marcas de restauración organizada, también se apuntan a estas tendencias, por ejemplo, consumiendo sólo productos derivados del huevo que provengan de gallinas libres de jaula, elaboración de productos cárnicos con ganado 100% de origen nacional, u hortalizas y verduras “KM 0”.

Otra de las medidas que están llevando a cabo ambos sectores, y que está siendo regulada por las nuevas medidas medioambientales implementadas por el Gobierno, hace referencia a cómo nos entregan el producto. Un claro ejemplo es la eliminación de las bolsas de plástico no biodegradables. Incluso algunos supermercados ya permiten que los clientes lleven sus propios recipientes reutilizables. En 2021, las grandes cadenas llegaron a un acuerdo con GreenPeace, para eliminar el 100% de los productos plásticos de forma paulatina durante los próximos años, adaptando la forma de envasar sus productos frescos con materiales biodegradables que no contaminen al ser desechados.

En resumen, tanto las grandes cadenas de distribución alimentaria, como las de restauración organizada, ya han puesto las bases para cumplir con los compromisos de sostenibilidad publicados en sus decálogos, lo que nos confirma que todos estos cambios han venido para quedarse.