Investigación y Desarrollo en las empresas durante el periodo de pandemia

En diciembre de 2020, en plena pandemia y, por tanto, en un contexto de crisis sanitaria, económica y social e incertidumbre, pusimos en marcha el proyecto Sincromed. Partíamos de la experiencia y el saber hacer de Sincrofarm, donde fui directora técnica y de operaciones durante 15 años. Nos dijimos que, en un momento como el actual, lo que necesitan las empresas del sector farmacéutico y de los complementos alimenticios son productos innovadores, pero, sobre todo, un acompañamiento integral, así que nos pusimos a ello. Eso hacemos en Sincromed: estudiar muy bien cada proyecto, valorar su viabilidad y llevarlo a la práctica de la mano de nuestros clientes.

No hay duda de que el mercado pide productos para la salud. Según el informe El valor del medicamento desde una perspectiva social 2021, de la Fundación Weber, en España hay 366 empresas fabricantes de productos farmacéuticos, cuya productividad crece a un promedio cercano al 12% anual, un valor muy superior al de cualquier otro sector industrial. De acuerdo con los datos de Farmaindustria, las plantas productivas españolas generan medicamentos por valor de 15.200 millones de euros, y las exportaciones superan los 12.100 millones.

En un contexto de crisis sanitaria, de alta demanda de productos para la salud y, por tanto, en una situación de mercado aún más competitivo, lo que marca la diferencia es la innovación. En 2019, el sector farmacéutico invirtió 1.211 millones de euros en investigación, y ese debe ser el camino: productos adaptados a las necesidades de las personas, de mayor calidad y que cumplan a rajatabla con los requisitos regulatorios.

Esa es nuestra apuesta, y por ahora está funcionando. Hemos superado las perspectivas para todo el primer año y ya estamos trabajando en la ampliación del proyecto.

La pandemia de Covid-19 ha trastocado nuestras vidas como nunca habríamos imaginado fuera de novelas y películas distópicas. Nos ha obligado a adaptarnos a nuevas situaciones y se ha cobrado un precio muy alto en vidas y afectaciones a la salud. Ahora que vislumbramos el final de la pesadilla, no podemos olvidar las lecciones aprendidas; sería un terrible error no hacerlo.

Hemos aprendido la importancia de la prevención. El tópico «más vale prevenir que curar» cobra, en esta situación, su sentido más trágico, pues la inmensa mayoría de las víctimas de la pandemia han sido las personas con un sistema inmune más débil. El coronavirus se ha cebado en nuestros mayores y en aquellas personas con patologías previas, aunque, nadie está libre de sus efectos.

Nuestro sistema hospitalario se ha multiplicado para paliar la gravedad de la situación, y, gracias a la dedicación de los profesionales de la salud, se han salvado muchas vidas. Afortunadamente, la llegada en tiempo récord de las vacunas ha permitido poner el foco en la protección y reducir de forma drástica la letalidad y la gravedad de los contagios.

Buena parte de los cambios que la protección contra la pandemia ha introducido en nuestras vidas, probablemente, han llegado para quedarse. Desde luego, el sector healthcare ha cobrado una dimensión sin precedentes. En el último año, el mercado de los productos para la prevención sanitaria ha crecido un 30%. Ante una enfermedad que nos cogió indefensos, sin cura conocida, la única solución pasaba por prevenir los contagios. El foco se trasladaba del tratamiento a la prevención: cuidar de la salud propia y de los demás para contener el avance de la pandemia.

Este cambio de paradigma, sin precedentes para la inmensa mayoría de la población, ha creado nuevos hábitos y, por consiguiente, nuevas necesidades en el mercado, que las empresas deben -han debido- aprender a satisfacer. Algo así solo es posible poniendo a funcionar a toda máquina la capacidad de innovación. Lo que pasa es que innovar requiere mucho más que intención. Se ha de acompañar de inversión, en equipos tecnológicos, por supuesto, pero también en un equipo humano que haga bandera de la creatividad.

En definitiva, innovar también es una actitud. En el caso de Sincromed, forma parte de nuestra vocación, por eso, la innovación está presente no solo en la generación de nuevas soluciones, sino en la manera como afrontamos cada proyecto. Lo ejemplifico con dos aplicaciones:

· Generación de alianzas. Hablamos de la importancia de la industria farmacéutica en nuestro país y en toda Europa, de cómo genera valor añadido y cómo está resultando clave para superar la pandemia. En ese ecosistema, resulta evidente que Sincromed -ni ninguna otra firma- no es una empresa aislada, sino una de las múltiples piezas de una industria estratégica, fundamental en el actual contexto, que carga una enorme responsabilidad social sobre los hombros. Cada uno de los eslabones que la componen dan forma a un laboratorio gigante que puede ser la clave para que recuperemos la libertad que el virus nos ha mermado -esperemos que temporalmente-. Por eso, desde nuestro punto de vista, es muy importante cambiar el enfoque: de la competición a la colaboración. Tenemos un mismo objetivo: salvarnos. Vamos todos en el mismo barco.

· Escucha activa. Hace falta observar y escuchar más de lo que solemos hacer, en la vida en general y en la industria farmacéutica en particular. Para avanzar como colectivo, es importante observar la realidad desde un espíritu neutro, escuchar lo que se dice, lo que no se dice y cómo se dice. Hay que escuchar a nuestros clientes, a los proveedores y colaboradores, incluso a la competencia. Escuchémonos todos, pues las diferentes perspectivas desde las que cada uno observa la realidad nos van a dar pistas y buenas ideas. Ah, y no hagamos oídos sordos a la queja. No podemos obviar que la crisis genera descontento, así que mucho cuidado con silenciar las opiniones incómodas para evitar la discordia y el debate; porque sin voces discordantes estamos truncando el pensamiento disruptivo y la creatividad, imprescindibles para aprender.