Teletrabajar desde la España vacía, una opción inasumible

El trabajo a distancia puede empujar a la población de la ciudad al pueblo, pero el medio rural está falto de conexión, tanto física como digital, como para completar el proceso

Las grandes ciudades, como Madrid y Barcelona, y las provincias más pobladas se han posicionado a la cabeza de los contagios del Covid-19. Además, el duro confinamiento que vive nuestro país, ha puesto sobre la mesa la falta de metros cuadrados que tienen muchos hogares o la ausencia de terrazas y ventanas exteriores. Por ello, fueron muchos los que intentaron huir a sus segundas residencias para sobrellevar mejor el encierro. Así, esta crisis también ha puesto en evidencia que el concepto de ‘megaurbe’ es un problema para las sociedades de hoy. Hecho que ya se sabía por las dificultades de movilidad, los altos índices de contaminación o el elevado precio de la vivienda.

Alberto Alfonso Pordomingo, delegado por Teruel de la Asociación contra la Despoblación, piensa que esta situación excepcional puede incitar el deseo de “comprar una casa más grande, de vivir de forma diferente, sin estrés, sin ruido, sin tener atascos diarios, sin tener problemas para aparcar, deseo de respirar un aire puro sin contaminación, ganas de ver las estrellas, los árboles y la naturaleza en lugar del muro de cemento del piso de enfrente”. En el mismo sentido, Sara Bianchi, coordinadora de la asociación Áreas escasamente pobladas del sur de Europa, explica que la calidad de vida en el medio rural siempre ha estado enfocada de manera positiva, gracias al espacio verde del que disponen y la ausencia de aglomeraciones”.

Elena Cebrián entiende que es lógico pensar que “en esta situación de dificultad generalizada es fácil caer en la tentación de idealizar otras formas de vida, como la que imaginamos en pequeños núcleos de población donde parece posible acceder a viviendas más amplias y mejores a menor precio”. Sin embargo, la secretaria general para el Reto Demográfico explica que está crisis también debe servir para poner el foco en la dificultad de acceso que hay en los pueblos a los servicios básicos como los centros sanitarios, educativos o la conectividad por banda ancha. “Debemos encontrar la manera de aplicar las lecciones que de forma tan dura nos está enseñando la pandemia. Es tiempo de repensar las ciudades, pero también de meditar sobre la vida en áreas rurales para mejorar las mejores condiciones de vida en unos sitios y en otros”.

Situación de excepcionalidad

Tomás Guitarte, diputado del Congreso por Teruel Existe, comparte con este medio que la situación de excepcionalidad que está viviendo el país y la posibilidad del teletrabajo puede invitar a las personas a valorar la idea de emigrar de la ciudad al pueblo. Sin embargo, al igual que la secretaria de estado, asume que las localidades más pequeñas o apartadas no están preparadas para asumir un repunte de teletrabajadores, sobre todo por la falta de cobertura móvil y conexión a Internet por banda ancha, pero también por la falta de parque de vivienda en buenas condiciones. Así, el diputado reivindica que “las telecomunicaciones deben ser un bien básico como el agua o la electricidad” y recuerda que el acceso a Internet es, según Naciones Unidas, un derecho universal.

Además, tanto Guitarte como Cebrián aseguran que también es fundamental que en el medio rural se aseguren los derechos básicos y no solo la digitalización. “A la conectividad debemos añadir la garantía de acceso a los servicios básicos de salud, educación y atención social para todos los habitantes en áreas rurales. Sólo así, contando con estos tres pilares, podremos afirmar que se dan las condiciones adecuadas para mantener la población y, también, fomentar la vuelta al mundo rural”, explica la secretaria.

Sin embargo, la responsable para el Reto Demográfico también hace hincapié que esta crisis también debe servir para mejorar la vida en las ciudades y no solo pensar en mudarse. “Repensemos las ciudades, actuemos y reclamemos a las administraciones planes para transformarlas en espacios más humanizados, con mejor calidad del aire, con más zonas verdes. Parece un anhelo que solo puede alcanzarse en un futuro lejano con transformaciones estructurales e inversiones millonarias. Y no tiene por qué ser así. La crisis del Covid-19 abre una ventana de oportunidad para una nueva planificación urbana y territorial, que recoja las lecciones de esta crisis y la necesidad de entornos más saludables”, sentencia.