La paradoja de una energía demasiado barata

El precio disparado de la electricidad ocupaba hasta hace muy pocas semanas la atención de todos (empresas, particulares, políticos y medios de comunicación). En medio de una gran polémica se tomaron medidas notorias para hacer frente a la crisis, singularmente, aunque no solo, la rebaja de impuestos a la electricidad y la llamada excepción ibérica, que desvinculaba los precios de la electricidad de los entonces enloquecidos precios del gas. Y nada nos asegura que todo esto no vuelva a pasar a la vuelta del verano.

Sin embargo, a lo largo de los últimos años y con mucho menos ruido que el generado por ese episodio de crisis energética, en España se viene produciendo una expansión realmente espectacular de las instalaciones de energía renovable, de molinos y placas solares por todo el territorio.

Sin duda, es una buena noticia para todos. Porque contar con energía gratuita aportada por el sol o el viento siempre ha sido un sueño y España tiene, en esas tecnologías, una verdadera oportunidad como país, como motor económico y como proveedor europeo de energía limpia y económica. Pero lo que es un titular muy positivo tiene también un revés del que se habla poco o nada en las noticias y que, a largo plazo, puede acarrear un efecto disuasorio. Veamos por qué.

El sistema marginalista de establecimiento de precios, que durante la reciente crisis y durante todo el invierno ha amplificado los problemas creados por los costes disparados del gas ruso, ha sido durante años un método muy eficaz para premiar la eficiencia e impulsar las tecnologías más baratas en Europa, impulsando la buena situación de las renovables.

España tiene, en este momento, una capacidad instalada de energías renovables muy alta que, además, continúa creciendo. De hecho, la principal barrera en este momento no es la inversión necesaria sino la tramitación de los proyectos, que requieren de estudios ambientales y técnicos previos y el concurso de todos los niveles de la Administración (ayuntamientos, comunidades y Gobierno central).

Cuando digo que la naturaleza nos puede proveer de energía gratuita e inagotable, debo matizar que, aunque el coste marginal de producir un kWh renovable sea cercano a cero, nunca será cero, porque cualquier lector puede entender que las plantas generadoras requieren atención y, sobre todo, inversiones iniciales que deben ser amortizadas a lo largo de su vida útil. Y ahí surge el problema que da título a este artículo: en un mercado con alto coste de capital (inversión) y muy bajo coste de operación, que el precio final solo tenga en cuenta el coste operativo es muy peligroso para el sistema porque resulta disuasorio.

Muy pocos o ningún inversor va a querer invertir en la construcción de una planta renovable que nunca podrá amortizar a los precios que marca una subasta marginalista. Por ello, habrá que encontrar una fórmula razonable entre unos precios puntualmente enloquecidos con la crisis del gas y unos precios tendentes a cero por la abundancia de sol. Y es un tema al que deberíamos dedicar atención no solo cuando la crisis energética nos estrangula con facturas muy elevadas. También cuando en tiempos de energía casi gratuita queremos diseñar el mapa energético del país del futuro.

El sector eléctrico, los Gobiernos y la UE, son plenamente conscientes de este problema y, en este momento, se discuten las soluciones que Europa adoptará para afrontarlo. No va a ser fácil porque, aunque todos están conectados, cada país tiene una estructura de producción diferente.

España es uno de los mejor situados en cuanto a energías renovables, pero por eso mismo puede ser el primero en verse afectado por el peligro de una energía a precios cuasi cero que paralicen el interés de los inversores por seguir ampliando nuestro mapa de paneles solares y molinos eólicos.

Desde Feníe Energía, como comercializadora independiente de energía y como actor de tamaño medio en el sector eléctrico, hemos enviado a Europa varios comentarios en relación con la propuesta de nuevo reglamento europeo del mercado eléctrico. Nuestras aportaciones tienen por objetivo evitar las disfunciones que, sin duda, se van a producir durante la transición hacia un mercado eléctrico 100% renovable.

Aparecerán más dificultades técnicas en nudos de la red por la mayor dispersión de las plantas de generación, será necesario un control de los contratos de grandes empresas generadoras con sus propias comercializadoras (que generan distorsiones y situaciones de oligopolio en el libre mercado) y se harán imprescindibles tanto el almacenamiento como los contratos a plazo que contribuyan a estabilizar el mercado.

Estamos viviendo tiempos extraordinarios que van a transformar nuestra forma de generar y consumir energía, y que sin duda nos traerán una situación ambiental mejor y harán a Europa más autónoma de su contexto geopolítico y más innovadora. Pero también encontraremos problemas, como es natural cuando se acometen grandes cambios, y situaciones tan paradójicas como la que he señalado en el titular.