‘Isla energética’: seamos excepcionales en el desarrollo de la eólica ‘offshore’

Que la Península Ibérica constituye una isla energética frente al resto de Europa es algo notorio. Más aún si tenemos en cuenta que este fue el argumento con el que España y Portugal justificaron su excepcionalidad en el control del precio de la energía, tratando así de sortear la crisis del gas que provocó la guerra de Ucrania en todo el continente.

Esta circunstancia particular de ambos países se debe a la baja interconexión que tienen con el resto de la Unión Europea, particularmente con Francia, que sirve de nexo. En la actualidad, la conexión eléctrica entre Francia y España cuenta solo con capacidad para transportar el equivalente a un 2,8% de la potencia eléctrica española, unos 3.000 MW aproximadamente, a pesar de que en 2014 la Unión Europea fijase un objetivo de interconexión de un 15% para todos los países miembros.

demás, el gas ruso, que también llega a la Península vía Francia, supone tan solo un 10,5% del suministro gasístico de España y Portugal; frente a Argelia, que es nuestro mayor proveedor, aportando el 21,2% del gas consumido en el primer trimestre de 2023.

La mala noticia es que, a pesar de la relativa independencia del gas ruso y de que la producción energética procedente de fuentes renovables roce el 50% en España y el 30% en Portugal, la dependencia energética extracomunitaria es significativa. Según datos de Eurostat, en 2021, el 69% de la energía consumida en España provenía de fuera de la Unión Europea. Portugal mejora ligeramente la cifra con un 66,92%, pero en ambos casos se sitúa por encima de la media de los 27 que era del 55,52%.

Una de las claves en el camino de la autonomía energética de la Península Ibérica es el desarrollo de la eólica marina como fuente renovable. Sin embargo, esta apuesta es mucho más fuerte por parte de Portugal, que se ha fijado como meta producir 10 GW de eólica offshore en 2030, mientras que el objetivo de España se establece en una horquilla de 1-3 GW.

Una diferencia de ambición muy considerable que no refleja el potencial que tienen cada uno de los países. En primer lugar, cabe destacar que la producción energética del país luso representa un 20% de la española. Además, la extensión de la costa disponible en España (casi 8.000 km) es muy superior a la de Portugal (1.000 km), y también es mucho mayor la población (en torno a los 48 millones en España y 10 millones en Portugal).

En ambos casos, hay que tener en cuenta que el aprovechamiento de este potencial ha estado limitado por una característica geográfica particular: la angostura de su plataforma continental, lo que dificulta la instalación de aerogeneradores fijos por la profundidad de las aguas.

Sin embargo, los actuales avances en tecnología eólica flotante permiten que se instalen parques en aguas profundas, de más de 60 metros, lo que era complicado a nivel de infraestructura y fabricación con cimentación fija.

Esta circunstancia ha retrasado el desarrollo de la eólica marina en toda la Península Ibérica respecto a otros países europeos como Reino Unido, que es líder en este tipo de instalaciones en toda Europa, Alemania o Dinamarca. Todos ellos tienen algo en común: el Mar del Norte que, a diferencia de las costas íberas, tiene una plataforma continental extensa.

A pesar de que el mix energético actual en la Península Ibérica cuenta con casi un 40% de electricidad procedente de fuentes renovables, es fundamental continuar avanzando en el impulso de nuevas formas de generación de energía limpia, incluyendo las marinas, ya que el espacio terrestre es limitado.

En este sentido, el altísimo potencial eólico marino de España y Portugal pone a su alcance una magnífica oportunidad para aumentar el porcentaje de generación renovable y así seguir construyendo el camino hacia la independencia de los combustibles fósiles.

Hay que tener en cuenta que el petróleo crudo es la mayor importación tanto en España como en Portugal, según datos del Observatorio de la Complejidad Económica, más de 26.000 millones y 4.000 millones de euros, respectivamente.

La eólica marina produce energía sostenible e inagotable a nivel local, y como valor añadido a su homóloga terrestre, cuenta con la ventaja de que tiene mayor capacidad de generación gracias al gran recurso eólico en alta mar, que es mayor y más constante que en tierra.

Además, el régimen de viento en alta mar es más laminar por la carencia de obstáculos, lo que provoca que la potencia de los aerogeneradores pueda ser mayor a menor altura que si estuvieran en tierra. Esto supone un ahorro de material y facilita el transporte con la consecuente disminución de la huella de carbono y los costes.

En materia de industria e infraestructuras, la Península cuenta con una cadena de valor muy sólida, no solo con empresas que atesoran una gran experiencia, sino también con puertos y astilleros preparados o con capacidad para implementar mejoras que respalden los parques.

Por todo ello, la eólica offshore está llamada a ser punta de lanza en la necesaria transición energética de ambos países. Dejemos a un lado las cautelas y aprovechemos la magnífica oportunidad que nos brinda el mar.