Qué espera la industria del nuevo diseño del mercado eléctrico

La Comisión Europea ha cerrado recientemente la consulta pública sobre el diseño del mercado eléctrico en la Unión Europea. Se han recibido un total de 1.350 respuestas, lo que indica el interés que ha despertado, de las que aproximadamente la mitad provienen de empresas, asociaciones, instituciones públicas y privadas y del ámbito académico.

Primero hay que destacar la importancia de la consulta en sí misma. Hasta agosto del año pasado todas las comunicaciones realizadas por la Comisión o por el regulador europeo, ACER, incidían en el buen funcionamiento del mercado y en la ausencia de alternativas al diseño actual. Sin embargo, las medidas aplicadas en los países desde finales del 2021 han resultado insuficientes a la hora de mitigar el impacto en los precios eléctricos que pagan los consumidores. Las dudas sobre el actual diseño del mercado han persistido hasta abrir definitivamente un debate público sobre la conveniencia de mantenerlo.

El diseño actual ha resultado eficaz a la hora de promover la entrada de renovables y acelerar su madurez tecnológica. Para ello se ha permitido la recuperación de los costes en amplios periodos de tiempo con rentabilidades razonables. Es decir, se han mitigado sustancialmente tanto los riesgos del precio del mercado como de la producción. El resultado ha sido la entrada masiva de generación renovable que ahora es competitiva. Sin duda son buenas noticias para el consumidor.

Sin embargo, la estabilidad de precios y producción en plazos amplios de tiempo no se ha correspondido con las opciones de contratación que ha tenido el consumidor. La falta de un mercado con productos de largo plazo; en parte por el desinterés de la generación con precios asegurados o de la que sí quiere estar expuesta a la volatilidad del mercado y, en parte, por las exigencias a los consumidores para garantizar el pago de esos contratos en plazos amplios, ha llevado a que la mayor parte de la demanda haya quedado expuesta a la volatilidad del precio del mercado. Una volatilidad que, sin ir más lejos, es por ejemplo superior a la del IBEX-35, con la diferencia de que quien invierte en el IBEX-35 está dispuesto a asumir esa volatilidad, pero quien consume un bien básico como la electricidad seguramente no.

En definitiva, todo el riesgo de volatilidad en el precio de la energía se ha trasladado íntegramente a los consumidores bajo la premisa de que el mercado de corto plazo era la mejor opción, lo que ha resultado claramente inconveniente durante esta crisis. Es necesaria una reforma del mercado que revierta esta situación.

La Comisión Europea plantea nuevos instrumentos que permitan, por un lado asegurar la entrada de energías renovables y, por otro, que el consumidor acceda al suministro de estas energías desacopladas de la volatilidad en el precio de los combustibles fósiles a precios estables, predecibles y competitivos. La propuesta española va en la misma línea.

En el caso de los consumidores electrointensivos esto va más allá de la simple promoción de los contratos bilaterales de largo plazo, los denominados PPAs. Estos instrumentos mitigan los riesgos del productor renovable, pero trasladan íntegramente los riesgos al consumidor que tiene que adquirir la energía sin saber cuándo y en qué cantidad se va a producir. Hace falta por tanto algo más. Desde AEGE demandamos un mercado en el que no sólo se pueda acceder a suministros de energía renovable desacoplada de los precios de los combustibles fósiles a largo plazo, sino en el que puedan contratar la energía con productos que se asemejen a sus patrones de consumo. Esos productos a partir de energías renovables no existen a día de hoy.

La entrada masiva de energía fotovoltaica permite acceder al suministro eléctrico en condiciones de precio competitivo, pero sólo durante 8 horas al día. Lógicamente en ese tramo horario el consumidor industrial se beneficiará de esta competitividad, pero necesita opciones para alimentar sus procesos productivos en el resto de horas del día. Está claro que esas opciones deben provenir de fuentes no emisoras para avanzar en la descarbonización y alejarse de la volatilidad en el precio del gas.

Seguramente cuando finalice 2023 la producción de energía eléctrica sin emisiones en nuestro mercado supere el 70% e irá aumentando en los próximos años. Esa energía debe recuperar sus costes, sí, pero debe posteriormente ofrecerse a los consumidores a través de contratos que garanticen el consumo a precios asequibles. A estas mismas conclusiones han llegado los reguladores energéticos europeos, ACER y CEER, cuando enfatizan la importancia que tiene el desarrollo de plataformas de negociación en las que se ofrezcan a los consumidores productos estructurados a distintos plazos y a partir de distintas tecnologías sin emisiones frente al simple desarrollo de la contratación a través de PPAs.

Esto es algo vital para la industria. Los precios estables y asequibles no sólo son determinantes para competir en los mercados de forma efectiva, lo son también a la hora de fomentar las cuantiosas inversiones que la industria debe realizar para descarbonizarse. Sin una señal de precios estables estas inversiones difícilmente serán viables y se perderán las oportunidades que nuestro país puede ofrecer para su reindustrialización.

El compromiso con la descarbonización de la industria es una exigencia de la sociedad, de las instituciones y de los inversores. Está claro que la transición energética exige medidas que apoyen este proceso y la reforma del mercado eléctrico es una oportunidad que no puede desaprovecharse. De lo contrario, la reforma nos dejará más o menos en el mismo punto del que hemos partido y poco habremos conseguido.