La democratización de los PPA en la empresa: competitividad y sostenibilidad

Estamos cerca de cumplir dos años desde el inicio de la crisis energética. Y, si bien enero dio un cierto respiro, la alta volatilidad del mercado junto con unos elevados precios siguen marcando una realidad que, previsiblemente, nos acompañará durante los próximos años. Si a ello añadimos el contexto inflacionista derivado del proceso de recuperación post pandemia, no es de extrañar que sea un momento de auge para nuevos mecanismos que faciliten al empresariado disminuir la incertidumbre en los precios de la energía y optimizar sus costes de explotación.

En este contexto se enmarca el creciente interés por los contratos de compra de energía de larga duración llamados Power Purchase Agreement (PPA), que se han extendido entre las grandes corporaciones y la industria electrointensiva. Estos acuerdos se negocian entre comercializadora o generador y el consumidor final, acordando un precio que suele ser fijo, aunque también existen otras estructuras más sofisticadas, por plazos que varían entre los 5 y 10 años, pudiendo llegar hasta los 15. Ese modelo permite reducir la compra de energía en el mercado y, así, mitigar la incertidumbre del pool para la empresa, en pro de una mayor estabilidad en la gestión del presupuesto energético.

De hecho, en el 2022 vimos cómo España seguía liderando por cuarto año consecutivo el mercado europeo de los contratos PPA gracias a su gran portafolio de instalaciones fotovoltaicas en desarrollo, una tendencia que promete mantenerse debido a la previsión de alcanzar una potencia renovable instalada de más de 150 GW en el sector eléctrico en 2030.

Estos acuerdos son un buen ejemplo de cómo las energías renovables han acudido al rescate de las empresas con consumos energéticos relevantes que, en algunos casos, incluso se habían visto abocadas a paralizar su producción. Las empresas son conscientes de la relevancia de estabilizar sus costes energéticos para poder mantener su actividad, así como seguir siendo competitivas en el mercado. En este sentido, la necesidad de disponer de una cobertura frente a la elevada volatilidad de los precios ha sido uno de los principales motores de los PPAs.

El sobrecoste energético ha acelerado durante el 2022 la contratación de coberturas financieras para evitar la inestabilidad de precios en el mercado mayorista y, sobre todo, la compra de energía a largo plazo a través de los PPAs. Realmente, una fórmula eficaz de minimizar riesgos financieros reservada, eso sí, a grandes corporaciones.

El motivo es que para cerrar el acuerdo el consumidor debe tener la capacidad de absorber toda la producción de las plantas productoras, que suelen ser de grandes dimensiones. Este condicionante hace que los PPAs suelan ser herramientas a disposición de empresas con consumos energéticos a partir de los 5 millones de kWh, mientras que las pymes suelen tener consumos que oscilan entre los 12.000 y 21.000 kWh anuales.

¿Y si en vez de buscar un acuerdo con el operador de una planta de energía renovable, la empresa aprovecha sus propias instalaciones -la cubierta, un estacionamiento o un espacio sin uso- para ubicar ahí placas solares? Hace pocos días se han arrojado datos realmente positivos en el I Informe Anual de Autoconsumo Fotovoltaico de APPA Renovables. En 2022 se instalaron en España 2.649 MW de autoconsumo, de los cuales el 61% corresponde a instalaciones industriales. En un año se ha doblado el número de empresas que se sumaron al autoconsumo hasta llegar a las 54.000.

Este auténtico boom del autoconsumo abre nuevas perspectivas para los PPAs. Estamos viendo una eclosión de un nuevo modelo de PPA On-site que. a diferencia del modelo Off-site, se caracteriza por una energía generada en el mismo lugar donde se consume y la firma de un acuerdo de compraventa de energía limpia a largo plazo, en torno a 10-15 años, donde el precio resultante combina el de la energía autoproducida y la de la red.

Entre los principales beneficios de los PPA On-site, destacan: unos ahorros inmediatos en los costes de electricidad respecto a los precios del pool, una mayor independencia energética de la red que mitiga la volatilidad del mercado y facilita la estabilización del presupuesto energético, ventajas fiscales, pero, sobre todo, una reducción de los riesgos financieros.

Las compañías energéticas asumen el riesgo técnico y financiero del proyecto y se encargan de todo, desde la inversión inicial, la construcción de la planta, costes de la operación, mantenimiento, seguro, etc., mientras que las obligaciones de la empresa se limitan al pago de la energía según el precio acordado. En este sentido, acceder a los beneficios de un PPA es algo que deja de ser solo para grandes empresas y se vuelve accesible a muchas más.

La transición energética debe pasar por una nueva forma de entender nuestro uso y relación con la energía. Entramos en una etapa en la que la comercializadora se convierte en socio de las empresas en la gestión de sus activos energéticos, además de acompañarlas en el camino hacia la sostenibilidad. Cabe destacar que cada kWh de energía autoconsumida reduce la huella de carbono de la empresa en 0,31 kg de CO2, contribuyendo a la descarbonización de nuestra sociedad.