El año 2023 marcará un punto de inflexión para las soluciones de almacenamiento de energía

Todo apunta a que el desarrollo de soluciones para el almacenamiento de energía en baterías -conocidas como BESS por sus siglas en inglés-, experimentará un auténtico auge a lo largo de este año. La Unión Europea se ha marcado como objetivo aumentar al 45% el consumo final de energía renovable en 2030. Y, para conseguirlo, la tecnología de almacenamiento es la clave. Tanto es así, que no me cabe la menor duda de que los órganos políticos no tardarán en crear marcos legislativos para poder regular su uso.

El suministro de energía renovable, como la solar o la eólica es volátil, ya que depende de recursos naturales que no siempre están disponibles. Aquí es donde sale a relucir el valor de las baterías de gran escala.

Estas permiten almacenar los excedentes de la energía producida durante las horas de máxima generación y utilizarlos cuando dichas fuentes renovables se encuentren inactivas, lo que mejora la continuidad del suministro energético. Sin embargo, algunos países europeos siguen teniendo restricciones a la utilización de estas baterías y a su optimización en los mercados.

Las BESS son una herramienta fundamental que nos permitirá descarbonizar Europa. Ya el año pasado, pudimos observar una creciente actividad en el mercado de las BESS en esta región y en el resto del mundo y vemos como se están desarrollando varios proyectos en nuestros principales mercados europeos.

Esto se debe, en parte, a que las baterías se basan en una tecnología que ya está consolidada y que puede ponerse en marcha de manera inmediata para apoyar la transición energética. Hemos hecho una importante inversión en este tipo de tecnología y nuestro objetivo es crear una de las mayores carteras de BESS de Europa continental.

En este sentido, el reto al que se enfrenta el sector es que en muchos países europeos no existe un marco legislativo adecuado que sirva para estimular las inversiones a gran escala e, incluso, en muchos casos las regulaciones existentes ponen trabas a las conexiones a la red eléctrica.

Ante esta situación, el poder político debe aprovechar la oportunidad para desarrollar no solo normativas coherentes, sino también incentivos a largo plazo para el almacenamiento en baterías.

Resulta necesario implementar un marco legislativo -de aplicación en toda Europa- que defina el concepto de almacenamiento energético, así como aprobar una exención de tasas de red para fomentar su desarrollo. Por otro lado, también ayudaría enormemente unificar los criterios de concesión de licencias para la coubicación de almacenamiento con generación fotovoltaica y eólica.

El Reino Unido ha sido pionero en este sentido. Tras elaborar un marco legislativo adecuado, ha logrado potenciar el desarrollo y la instalación de baterías, hasta el punto de que el número de baterías de gran escala instaladas actualmente en el país es igual a la suma de todas las baterías instaladas hoy por hoy en la Unión Europea. Y sigue desarrollando el sector a buen ritmo, con una cartera de más de 30 GW de capacidad de baterías en fase de desarrollo.

Con un número de baterías instaladas mucho más bajo, en la Unión Europea los excedentes de energía renovable no se aprovechan tanto y, como consecuencia, para compensar esa pérdida de suministro, se recurre con demasiada frecuencia al gas o al carbón, que es aún más nocivo.

Europa tendrá que cambiar este enfoque si quiere lograr su objetivo de cero emisiones de carbono y mejorar la seguridad energética, reduciendo su dependencia de los combustibles fósiles importados.

En algunos países -por ejemplo, en Bélgica- se han tomado importantes medidas que siguen el ejemplo de Reino Unido y estos están cambiando cada vez más la normativa para fomentar la inversión en BESS.

Pero mientras cada país siga tratando la cuestión de forma diferente, los inversores seguirán viéndose obligados a tener que escoger entre uno u otro, en lugar de simplemente invertir en soluciones de almacenamiento con baterías a nivel europeo.

La tecnología de baterías de iones de litio, que es la más adecuada para este tipo de instalaciones, ha evolucionado en un tiempo récord en los últimos años, convirtiéndose en la tecnología de almacenamiento más competitiva para un despliegue escalable.

Por ejemplo, las BESS de gran escala que tenemos instalada en Bélgica tienen la capacidad suficiente para almacenar energía con la que suministrar electricidad a 60.000 hogares durante cuatro horas. Esto la convierte en una tecnología, además de viable, muy atractiva para los inversores.

Estamos ante el aliado perfecto para la producción de energía solar y para satisfacer las necesidades diarias de almacenamiento. Sin embargo, en los próximos diez años se espera que la penetración de las renovables supere el 80%, para lo cual tendremos que recurrir a otras tecnologías de almacenamiento de mayor duración, como podría ser el hidrógeno.

Europa se ha marcado unos objetivos muy claros de cara a la transición energética. Por ello, los órganos reguladores tendrán que actuar rápido, ya sea incentivando las inversiones en baterías o acelerando los procesos de concesión de licencias para los parques solares y eólicos de nueva construcción.

La tecnología de almacenamiento en baterías está muy avanzada y los inversores están dispuestos a invertir grandes sumas. Ahora es Europa la que debe proporcionar un marco legislativo que elimine las restricciones impuestas al sector y le permita alcanzar su máximo potencial.