La necesaria reforma estructural del mercado eléctrico

Hace mucho tiempo que los apologetas del mercado marginalista no defienden sus bondades, ni para tratar de convencernos de que, gracias a ese mercado, el precio que tenemos que pagar a la generación en su conjunto es el mínimo posible, ni que ese precio dé señales claras para que se realicen nuevas inversiones que, aprovechando las oportunidades de negocio, reduzcan los precios.

Llevamos los consumidores muchos meses, y los que nos quedarán si nada cambia, pagando precios elevadísimos que han superado incluso los 400 €/MWh de media mensual como coste de la energía, teniendo que sumarle el conjunto de peajes, cargos e impuestos, cuya cuantía y procedencia de aplicación al recibo sería objeto de otro debate. Las consecuencias evidentes son un enorme perjuicio a los consumidores y un enorme beneficio a las compañías eléctricas propietarias de centrales nucleares e hidráulicas, aunque, efectivamente, el tope al gas haya limitado de forma parcial ese efecto recientemente.

Los topes al gas o el impuesto a las eléctricas, cuya implementación será todo menos pacífica, son solo parches temporales y con consecuencias a veces sorprendentes. Por ejemplo, el tope temporal al gas no ha producido el efecto esperado en los precios al consumidor por las elevadas compensaciones que tenemos que pagar a los ciclos combinados, habiendo, sin embargo, provocado la embarazosa situación de estar vendiendo a Francia toda la electricidad que cabe por la interconexión, subvencionada por los consumidores españoles, incrementando la demanda y, correspondientemente, los precios y las emisiones en nuestro país.

Estos parches tampoco corrigen estructuralmente el problema, ya que todos los días se continuará remunerando a la nuclear y a la hidráulica al precio que marque el gas en el pool y que, aunque topado, será mayor que sus costes de generación, cuando no sea la propia hidráulica la que cierre la casación del mercado diario, como incomprensiblemente sigue ocurriendo frecuentemente.

Es evidente que, en un proceso de transición energética, es la planificación la que debe orientar las inversiones, con el objetivo de configurar a medio plazo la flota de generación óptima que cumpla con los compromisos de reducción de emisiones a un coste asumible y, por qué no reivindicarlo, con el mayor impacto positivo en el PIB y en la generación de empleo, como resultaría de un despliegue masivo de las renovables. En el sector eléctrico, que es un ejemplo de libro de lo que no es un mercado perfecto, se debería pagar a los generadores lo que cuesta cada tecnología, con su rentabilidad razonable y sin parches de topes o impuestos temporales, evitándose así disfuncionalidades y beneficios caídos del cielo. Esa es la auténtica reforma estructural que debe acometerse y que, junto con una planificación de la nueva flota, nos permitiría una transición optimizada en costes.

- Respecto a las renovables, aquellas instalaciones anteriores a las subastas ya reciben una remuneración tasada durante su vida regulatoria. Las nuevas, deberían construirse mayoritariamente como resultado de las subastas que, en un proceso de libre competencia, garantizarán los mejores precios. Esto no impide que se acometan instalaciones respaldadas por PPAs de medio plazo o que vertieran su electricidad a la red sin contrato. En ese caso, su remuneración debería ser similar a la de las subastas aprobadas en el año de su construcción, evitando las escandalosas oportunidades que está facilitando el mercado marginalista.

El progresivo incremento de la participación de las renovables tiene que tener en cuenta, no obstante, las limitaciones de gestionabilidad de la fotovoltaica y la eólica, garantizando la seguridad de suministro con un cierre ordenado de instalaciones existentes y apostando por centrales de gran capacidad de almacenamiento, como las termosolares, hoy en día mucho más baratas que el gas para la generación nocturna y el bombeo, a la vez que mantener una reserva operativa de ciclos combinados progresivamente decreciente.

- A la nuclear y a la hidráulica habría que retribuirles según sus costes auditados de generación, más una rentabilidad razonable que permitiera su operación hasta su clausura.

- En el sector de los ciclos, dada la sobrecapacidad instalada, consecuencia de las generosas subvenciones otorgadas para incentivar su construcción y del peso de costes variables en su operación, es donde sí podría caber todavía la competencia para obtener el mínimo coste. Por ello, podría retribuírseles como si de un mercado auxiliar se tratara, sin que ese precio fuera, nunca más, la referencia para ninguna otra tecnología. Esa participación de los ciclos podría resultar más económica para el sistema si se subastara la electricidad que se estimara necesaria, por ejemplo, por periodos mensuales, lo que permitiría ahorrar costes a los propietarios no adjudicatarios.

De esta forma, pagaríamos lo que realmente cuesta la generación, que sería bastante menos de lo que pagamos ahora y comprobaríamos cómo la penetración de las renovables, que debería ser lo más acelerada posible, iría disminuyendo ese coste. Así, pasarían a la historia las volatilidades y despropósitos a las que nos ha conducido el modelo actual de mercado, incompatible con el irreversible proceso de transición energética en el que estamos inmersos.

Nunca pude imaginar durante mi etapa de presidente de Estela, en la década pasada en Bruselas, que la Comisión podría poner en duda la perpetuidad del mercado marginalista. No obstante, si continuara empeñada en mantener esa ficción, habría que solicitar que, al igual que cada Estado miembro es soberano para planificar su flota de generación a futuro, lo fuera también para aplicar el modelo retributivo que permitiera cumplir su planificación. Lo contrario sería una auténtica contradicción en términos.

No hay modelo de mercado, sostenible en el tiempo, que pueda tener la ambición de pagar las cosas por debajo de lo que valen. Por ello, en un sector tan esencial y regulado ¿por qué no se toma la decisión de remunerar a su coste las distintas y complementarias tecnologías de generación? De esta forma se podría avanzar de forma ordenada en la transición del sector eléctrico, evitando las disfuncionalidades e impactos tan negativos en la economía como los que estamos sufriendo.