PAC sí, pero PEC no

La convulsión que están sufriendo los mercados no debería caer en su mayor parte en el ciudadano o en las empresas, cuyos bienes o servicios serán repercutidos en el mismo ciudadano, soportando unos precios de la energía nunca previstos y que me temo que se conviertan, al menos parcialmente, en estructurales.

No he oído a ningún político de la Unión Europea que acepte responsabilidades, siquiera morales, por no haber desarrollado políticas a nivel europeo que hubieran mitigado o evitado en gran parte la crisis actual tanto de precios como de suministro.

El nacimiento de la actual UE viene del tratado de Roma, que era un tratado de política energética común, junto con EURATOM; pero, en los primeros 90, los gobiernos no tuvieron interés en establecer una Política Energética Común (PEC), cuando sí había una Política Agraria Común (PAC). De aquellos polvos vienen estos lodos.

Entretanto queremos aplicar medidas de restricción para el ciudadano, sufridor en último término de las ocurrencias de nuestros gobernantes. Por cierto, lo de la corbata, Miguel Sebastián en su época de Ministro ya lo puso en práctica.

Una solución estructural que debía tener clara la UE es la electrificación de su economía, para no depender en la medida que estamos dependiendo ahora de los países que tienen petróleo y gas.

Además de hacerles ricos, con esa riqueza compran nuestras empresas y elementos primarios de la economía que nos harán depender igualmente de ellos, aunque disminuyan sus ingresos por petróleo y gas.

¿Ha sufrido Rusia las consecuencias de haber disminuido las compras de energía fósil por parte de Occidente? Lo ha compensado con creces con el aumento de los precios. Y los demás países exportadores, otro tanto de lo mismo.

¿Quién se ha salvado de estos precios? Aquellos países o consumidores que tienen contratos a largo plazo. Esto debería haber hecho la UE si hubiera tenido una PEC, y no que cada miembro haya hecho la guerra por su cuenta.

Lo no hecho o lo mal hecho ya no tiene solución. Entonces, veamos qué podemos hacer para resolver en lo posible la situación actual.

Primero. Una política de Estado, tanto a nivel europeo como de España, para aumentar el peso de la electricidad en nuestro PIB, con el mayor protagonismo posible de las renovables. En esta materia ya la hubo desde 1980 hasta los Gobiernos de Zapatero y Rajoy.

Por cierto, convendría al PP conocer un poco de su propia historia y no culpar a Zapatero de las primas a las renovables.

Desde 1980, cuando nace la producción independiente (Ley 82/80 de Conservación de la Energía-Gobierno de UCD) después potenciada con los gobiernos del PSOE de Felipe González y rematada con la Ley 54/97 del Sector Eléctrico del Gobierno de Aznar que establece por Ley las mal llamadas primas (no fuimos capaces políticos y sociedad civil de encontrar una denominación mejor y más ajustada a lo que han sido en realidad) y que no eran más que una retribución para igualar en el mercado los precios de las energías convencionales, que habían recibido subvenciones importantes para su establecimiento, con las nuevas tecnologías renovables, ante la inminente creación del mercado eléctrico.

Estas primas no eran más que una parte del coste evitado, al no imputar externalidades las energías fósiles y nuclear en el precio final del mercado.

Si las primas eran parte del coste evitado, por definición no podía definírselas como caras. Y esas primas (hasta la Ley el precio que percibían las renovables se establecía en los Reales Decretos de tarifas anuales, con la incertidumbre que provocaba ese sistema hacia los financiadores), al fijarse por Ley, permitieron dos aspectos muy importantes.

El primero, el confort de los financiadores al poder establecer a largo plazo los ingresos que podía alcanzar una instalación y, por tanto, su capacidad de amortización, independientemente de la solvencia del promotor).

El segundo, el recorrido de una curva de aprendizaje que ha permitido que hoy sean las tecnologías renovables las que pueden ofrecer el mejor precio de generación y sobre todo independencia, al unir a su calidad ambiental, el que siempre son autóctonas y su combustible, cuyo origen es el sol, sea abundante y en el horizonte de la visa humana infinito y coste cero.

Hay más soluciones, lo que no tengo es más espacio.