La aerotermia, una pieza clave en la lucha contra el cambio climático

La semana pasada, concretamente el 18 de noviembre, finalizó la celebración de la 27ª Conferencia de las Naciones Unidas contra el Cambio Climático de 2022 (COP 27) en Sharm el-Sheij, Egipto. En su última ronda de conversaciones, se llegó a una conclusión que alude directamente al sector de la construcción: en 2021, esta industria fue la responsable de más del 34% de la demanda energética y de cerca del 37% de las emisiones de CO2 relacionadas con la energía y sus operaciones.

La meta 11.6 del ODS 11 (Ciudades y comunidades sostenibles) ya lo indicaba. Si queremos alcanzar los compromisos del Acuerdo de París, de aquí a 2030, debemos reducir el impacto ambiental negativo per cápita de las ciudades. Y no podremos hacerlo a menos que aceleremos la descarbonización de los edificios en 2021, la demanda de energía para calefacción, refrigeración, iluminación y equipamiento de estos creció casi un 4% con respecto a 2020 y un 3% en relación con 2019.

Además de eliminar los gases refrigerantes HFC con un alto PCA, tal como dicta la normativa F-GAS, teniendo en cuenta los objetivos marcados para España por el PNIEC -reducir un 23% las emisiones GEI respecto a 1990; 42% de energías renovables sobre el consumo total de energía final y 39,5% de mejora de la eficiencia energética para 2030- y que, desde enero del año pasado, todos los edificios de nueva construcción han de ser Edificios de Energía Casi Nula (EECN), la instalación de equipos aerotérmicos se revela como una de las principales estrategias a adoptar.

La aerotermia es una tecnología limpia y renovable -así es como la definen las Directivas 2009/28/CE y 2018/2001- capaz de producir calor en invierno, frío en verano y agua caliente sanitaria (ACS) todo el año. Como tal, su impacto ambiental es mucho menor, generando una cuarta parte de las emisiones de CO2 que los sistemas eléctricos, la mitad que los basados en gasóleo y un 10% menos que los que usan gas.

Asimismo, los sistemas aerotérmicos evitan la necesidad de contratar gas u otros combustibles, ya que funcionan solo con electricidad. Un consumo mínimo que todavía podemos reducir más combinándolo con otras renovables, como la solar fotovoltaica. A nivel individual, podríamos hablar de ahorros energéticos superiores al 80% en climatización o ACS. Nada despreciable en un momento de crisis energética e inflación como el actual, considerando además que también se mejora la sensación de confort. Así lo aseguran el 81% de las personas con aerotermia que participaron en un estudio realizado por la EEB (European Environmental Bureau).

La elevada eficiencia energética de la aerotermia permite a promotores, constructores y propietarios cumplir con las normativas y obtener una buena clasificación en la etiqueta energética de su hábitat o edificio. En este sentido, considerando que en torno al 65% del consumo energético de un hogar se dedica a cubrir las necesidades de climatización y ACS, la rehabilitación y reemplazo de equipos por sistemas más eficientes como la aerotermia adquiere un gran peso. De hecho, el nuevo Código Técnico de la Edificación 2019 incluso le dedica un apartado y ya no es necesario justificar estos sistemas como alternativa.

La aerotermia ya no solo es posible: es el futuro. Nos lo indican datos como que, en 2021, la venta de bombas de calor aerotérmicas supuso más del 20% respecto al total del mercado de máquinas (AFEC). Una tendencia positiva que, todo indica, se mantendrá en los próximos años.

Las compañías tienen una gran responsabilidad con las comunidades en las que operan y con el planeta. Vivimos una emergencia climática e implementar estrategias de sostenibilidad alineadas con los ODS de la ONU hace tiempo que ha dejado de ser una opción. No obstante, las fórmulas para alcanzar estos objetivos son múltiples, adaptando a cada modelo de negocio un plan único que, entendiendo la sostenibilidad de una forma holística, asegure su bienestar.

Más allá del sistema, la gestión responsable también influye. Por ejemplo, cada vez somos más las compañías que realizamos el cálculo de nuestra huella de carbono. En nuestro caso, ya hemos analizado nuestras emisiones en el Alcance 1 -las emisiones directas producidas por fuentes propias- y el Alcance 2 -las emisiones indirectas derivadas del consumo de energía-. El siguiente paso es el nivel de Alcance 3, que incluye todas las demás emisiones que se producen en la cadena de valor de la empresa, como los viajes de negocios, la distribución, los residuos o el uso de servicios de terceros.

En la evaluación de este registro se encuentran todos los puntos críticos de emisión y permite identificar tanto aquellos factores que agilizan, como los que se encuentran rezagados en cuanto al desempeño de sostenibilidad. Su ejercicio permite establecer medidas y pautas que disminuyan las emisiones y hagan efectivo el compromiso de reducción para, en paralelo, compensarlas con proyectos de absorción de CO2.

Fruto de este esfuerzo a lo largo de cuatro años, la Oficina Española del Cambio Climático del Ministerio para la Transición Ecológica distingue con el sello “Calculo, Reduzco y Compenso”, que abala la apuesta por alcanzar el objetivo de neutralidad en carbono para 2025 y el de emisiones negativas para 2030, ambos marcados por la Unión Europea.

El sector de la construcción asume una gran responsabilidad. De hecho, atendiendo a las cifras mencionadas, vemos que su papel a la hora de reducir el consumo de los recursos naturales y minimizar el impacto ambiental de edificios y viviendas es determinante: no podremos limitar a 1,5ºC el aumento de temperatura del planeta a menos que las empresas del sector y sus partners hagamos lo posible para acelerar su descarbonización. Es el momento de trabajar juntos.