Reducir la dependencia energética europea con inversión verde y tecnología

La cruda realidad nos lo ha puesto delante de los ojos. Europa necesita un nuevo modelo energético que responda a los retos presentes y futuros a los que nos enfrentamos. Para ello, debemos articular nuevas fórmulas de financiación que faciliten el acceso de inversores cualificados a estos proyectos.

En concreto, inversores institucionales como fondos de pensiones, aseguradoras y gestoras de renta fija pueden tener un papel esencial en la transformación del modelo para acelerar el gran cambio que Europa requiere en este ámbito. En ese camino, la tecnología se convierte en un aliado decisivo de la llamada inversión verde y puede permitir ampliar oportunidades y diversificar las carteras institucionales.

La Organización Internacional del Trabajo asegura que esta transición verde podría generar en Europa dos millones de puestos de trabajo. Se trata de una oportunidad histórica para cambiar el modelo energético y, para ello, es necesaria una movilización masiva de capital institucional que aumente las actuales vías de financiación en este ámbito.

De la mano de las capacidades que ofrece la digitalización de procesos, el mercado actual, concentrado en un número pequeño de actores, se puede transformar en uno más abierto y de mayor volumen, lo que conllevará una reducción de los costes de intermediarios y un aumento de la transparencia.

Hablamos de un cambio que va más allá de cuestiones concretas y que afecta tanto a aspectos económicos como medioambientales, laborales y, lo estamos viendo en estos momentos, geoestratégicos.

En Europa, la escasez de inversiones en infraestructura energética ha creado una dependencia muy compleja de terceros países. Como consecuencia, el suministro de energía es ya uno de los desafíos geopolíticos más importantes, sino el principal, a los que se enfrenta el continente.

Para cumplir los objetivos fijados por las autoridades europeas, necesitamos afrontar cambios tanto en el modelo de infraestructura como en la manera de financiarla.

En el futuro, deberíamos asistir a un crecimiento de proyectos menos complejos con promotores de menor tamaño, lo que, en el caso de España, impulsará el tejido de las pymes. Sin embargo, a día de hoy, estas empresas siguen sin encontrar en la financiación bancaria el capital necesario para desarrollar los proyectos.

Aquí van a jugar un papel determinante los inversores institucionales. Estos actores están convirtiendo la inversión en deuda de infraestructuras en una parte relevante de sus portafolios, con el fin de diversificar la actual concentración en deuda pública y deuda de compañías cotizadas.

El atractivo perfil de rentabilidad y riesgo de este tipo de deuda, junto con el valor sostenible, hace que estemos ante uno de los segmentos de inversión de mayor crecimiento en la próxima década. Asimismo, el importante apoyo que este tipo de inversión está recibiendo de instituciones como el Fondo Europeo de Inversiones, permite mitigar el riesgo asumido por el inversor institucional al invertir en este tipo de activos.

Sin embargo, el inversor institucional todavía se enfrenta a numerosas barreras para financiar proyectos de energía renovable. Entre los principales retos encontramos la falta de estandarización de la inversión, el alto coste de los procesos de validación y la incertidumbre relativa al volumen de inversión. A ello habría que sumar el greenwashing, inversiones que se presentan como sostenibles y verdes cuando no lo son.

En resumen, existe una necesidad de crear nuevos modelos de inversión que permitan conectar los nuevos proyectos de infraestructuras y el capital institucional para llevarlos a término.

La creación y validación de proyectos pueden ser mejoradas con el uso de herramientas digitales que automaticen la identificación de proyectos y la presentación a sus promotores de diferentes alternativas de financiación, que tradicionalmente han sido manuales y costosas.

La estructuración financiera se debe simplificar mediante la evaluación de riesgos de forma paramétrica, garantizando la integridad de la información y la automatización de modelos para determinar las estructuras de capital más eficientes.

Además, el proceso de inversión por parte de las instituciones puede mejorar mediante la utilización de nuevas herramientas para evaluar el comportamiento a futuro de cada inversión y configurar carteras según el apetito de riesgo y así mejorar la toma de decisiones.

La liquidez puede aumentar mediante la creación de mercados específicos que proporcionen un mayor grado de estandarización de las inversiones, en concreto la documentación y estructuras financieras.

Son los principales retos que debemos afrontar para conseguir una plena transición energética, un ámbito en el que los modelos de financiación casi no han variado en las últimas décadas.

Ahora, más que nunca, es momento de que la innovación permita diversificar y garantizar acceso a capital a nuevos proyectos y alternativas viables de flujos financieros que complementen a los que ya existen. De esa manera podremos avanzar en el cambio que necesitamos.