Gestión de la energía sin ánimo de ofender

El precio de la energía está matando la industria española. Los empresarios y directivos españoles se encuentran en una encrucijada: continuar produciendo o cerrar sus fábricas. El mercado de commodities (materias primas) está completamente disparado y eso incluye el gas, la electricidad y los derechos de emisión de CO2. La industria necesita de dichas materias primas para producir y, el coste de éstas, determina cómo de viable y competitiva será en un mercado global. Estos días estamos escuchando en los medios que algunas de estas fábricas están cerrando o se plantean hacerlo a corto-medio plazo. Y, por supuesto, todo esto tendrá graves consecuencias, tanto económicas como sociales. La pregunta es, ¿qué podrían haber hecho estas empresas para limitar el impacto de esta subida de precios? En la actualidad, los consumidores industriales disponen de mecanismos de fijación de precios muy avanzados, pudiendo comprar la energía años antes de su consumo. Pero entonces, ¿cómo puede ser que algunas compañías estén sufriendo por este motivo, si cuentan con instrumentos para evitarlo? Básicamente, por dos razones: una mentalidad cortoplacista (cultura) y falta de planificación (estrategia).

Tras años de docencia y profesión, lo primero que pregunto a mis alumnos, la mayoría directivos y clientes es: ¿tenéis una estrategia de control del riesgo del precio de la energía? Sorprendentemente, en muchos casos no cuentan con ella. Cuando se trata de gestionar la volatilidad de los mercados lo más importante es anticiparse y llevar las luces largas -no podemos mirar solo el siguiente presupuesto, hay más vida después del próximo año-. Las empresas deben realizar un análisis estratégico que ponga foco en el impacto que pueden recibir en su cuenta de resultados si el mercado se dispara. Preguntarse si podrán trasladar a sus clientes esas subidas de precio y negociar con antelación contratos que permitan cubrir su perfil de riesgo. En definitiva, necesitan tener una hoja de ruta bien definida que les ayude a tomar las riendas de sus costes energéticos.

Es cierto que el alto precio actual era imposible de predecir, pero tampoco se ha llegado a él en un día, ni en una semana, ni tan solo en unos meses. Existe un gran número de gestores que, debido a la ausencia de un método claro y objetivo en la toma de decisiones, acaban dejándose ir por las emociones y experiencias pasadas. Aquellos que pretenden gestionar el coste energético desde una posición especulativa -intentando predecir el precio- se equivocan, ya que la única aproximación válida a estos mercados es desde la gestión del riesgo. Sólo de este modo podremos proteger nuestros presupuestos ante una escalada de precios como la que hemos vivido desde finales de 2020. Esta situación debe hacernos reflexionar e impulsar mecanismos preventivos que construyan organizaciones más resilientes y preparadas para las próximas fluctuaciones. Sin ánimo de ofender, todos deberíamos aprender de las lecciones que nos está dejando esta crisis y no cometer la imprudencia de dejar a nuestras organizaciones a merced de los mercados.