La sostenibilidad: ni ‘cara’, ni ‘greenwashing’

No cabe duda de que últimamente la sostenibilidad se ha puesto de moda. Son muchas las empresas que hablan de sostenibilidad en su visión estratégica como compañía y las que dicen estar apostando por la descarbonización. Y esto está bien y es muy legítimo siempre que las buenas palabras e intenciones vayan acompañadas de acciones y hechos concretos que tengan un impacto positivo en la sociedad y en el planeta; si no, en vez de sostenibilidad, hablamos de greenwashing. Y esta práctica de lavado verde no solo empaña todo el trabajo honesto que están llevando a cabo muchas personas desde el sector público y/o privado, sino que además nos desvía de lo importante y resta credibilidad y relevancia al problema que tenemos entre manos: cómo hacer frente al riesgo climático para garantizar la supervivencia del planeta. Pero, para afrontar un problema, primero hay que identificarlo como tal. Y a veces nos resulta difícil anticiparnos a los problemas, aunque los tengamos delante, porque al cerebro humano le gusta el status quo. Le resulta más cómodo deambular en su zona de confort que afrontar cambios. Por suerte o por desgracia, los acontecimientos que hemos vivido en los últimos años han favorecido que cada vez haya menos incrédulos o negacionistas del cambio climático, pero no solo basta con creer o hablar sobre la necesidad de hacer algo al respecto. Hay que hacerlo.

Todavía hoy día existe la concepción, totalmente errónea, de que la sostenibilidad resulta cara. Pero lo que puede realmente salirnos caro es no apostar por ella. Al igual que pasó con la evolución de la tecnología eólica hasta convertirse en una de las fuentes de energía más competitivas, para fomentar el desarrollo sostenible es fundamental invertir en nuevas tecnologías -como Power-to-X para fomentar la electrificación del sistema o combustibles sostenibles para reducir la contaminación en el transporte, etc.-, para impulsar su comercialización a gran escala y disminuir sus costes. Desde el punto de vista empresarial, aquellas compañías que no inicien la transición cuanto antes, deberán hacerlo más adelante si quieren ser rentables, pero a un coste económico y reputacional mucho más alto. Desde una visión más global, como especie no podemos permitirnos la alarmante pérdida de biodiversidad que la propia actividad humana ha generado. Hemos puesto en jaque a nuestro propio hábitat, del que tanto dependemos, y debemos hacer todo lo que esté en nuestras manos para intentar revertir la situación cuanto antes. Para ello es fundamental seguir desarrollando mecanismos y marcos legales que fomenten la transparencia y ayuden tanto a inversores como consumidores a identificar qué empresas son sostenibles de verdad y cuáles no.

Vivimos en un mundo complejo, interconectado y volátil donde el impacto de los riesgos medioambientales y sociales cada vez es mayor. Necesitamos un cambio de paradigma que tenga el respeto a las personas y al medioambiente como bandera. Sobre todo, necesitamos líderes que asuman la gran responsabilidad que tienen para con la sociedad porque cómo encaramos la sostenibilidad, como casi todo en esta vida, es una cuestión de mentalidad, de actitud y de respeto ante el mundo que nos rodea. La sostenibilidad no es ni cara, ni greenwashing.