Una década marcada por la descarbonización y la independencia energética

Nos encontramos ante el enorme reto de transformar nuestra economía para hacerla más sostenible, resiliente y asequible para los consumidores energéticos. Para lograrlo, la apuesta de la Unión Europea es clara: convertirse en la primera región climáticamente neutra del planeta mediante el uso de recursos renovables y el progresivo abandono de combustibles fósiles. Y es que apostar por las energías renovables no solo nos permitirá afrontar el cambio climático, sino que también reducirá nuestra dependencia energética exterior, algo especialmente importante cuando hablamos de combustibles fósiles como el gas o el petróleo, que apenas están disponibles en Europa. Así, apostar por las energías renovables, que son recursos autóctonos, nos ayudará a construir una Europa con una mayor autonomía energética. Por lo tanto, durante la próxima década, debemos acelerar la integración de las energías renovables en el mix energético. Para ello, contamos con tecnologías maduras y muy competitivas, pero es fundamental atraer importantes volúmenes de inversión para poder seguir avanzando. En ese sentido, es importante desarrollar la infraestructura de almacenamiento energético y avanzar en la adecuación de la red eléctrica para dar entrada a toda la capacidad renovable que se espera, algo importante en un contexto en el que el consumidor tendrá un papel más activo, pudiendo producir, consumir o almacenar su propia electricidad a través de las redes.

Por tanto, la adecuación de las redes es un factor clave para no desperdiciar los recursos renovables y maximizar su integración en el sistema. En materia de movilidad, los vehículos eléctricos pasarán a ser la alternativa más rentable, especialmente cuando se avance en la mejora de su autonomía, en la reducción del coste de fabricación de las baterías y en el despliegue de la infraestructura de carga. Asimismo, la tecnología de la bomba de calor también se consolidará en los próximos años. Ambas tecnologías (VE y bombas de calor) no solo favorecerán la transición energética, sino que generarán importantes ahorros en la factura energética de hogares y empresas. A nivel industrial, el hidrógeno verde será fundamental para descarbonizar el consumo de energía en los procesos industriales de altas temperaturas, por lo que su producción debe avanzar de forma decidida. Además, el hidrógeno verde será también muy interesante para el transporte marítimo y aéreo, dos industrias que comienzan a explorar el uso de combustibles sostenibles. En definitiva, en la próxima década seremos testigos de la transición hacia un modelo económico libre de emisiones, que nos garantizará una mayor independencia energética y reducir el uso de combustibles fósiles y la volatilidad en los precios de la energía. Como país, contamos con importantes ventajas y, si las aprovechamos, podremos cumplir los objetivos que nos hemos fijado y hacerlo, además, desde una posición de liderazgo.