Redes de distribución eléctrica, la piedra angular de la “Transición Energética”

La energía es el eje sobre el que gira la actividad económica y social de nuestra civilización. El sector energético está experimentando una profunda transformación que pretende dar respuesta a la necesidad de luchar contra el cambio climático y contribuir a la sostenibilidad y calidad de la vida. Esto implica grandes evoluciones en los agentes que interactúan en el ecosistema eléctrico de nuestro país a través de la llamada “Transición Energética”. La generación de electricidad, tradicionalmente centralizada, está pivotando del uso de tecnologías basada en el carbón, el petróleo y el gas hacia un modelo distribuido descarbonizado con presencia de combustibles verdes y fuentes renovables sin impacto medioambiental negativo. Existe una mayor electrificación de la demanda con nuevos usos de la electricidad y, en el parque de generación nacional, las grandes centrales se reemplazan por un número elevado de plantas de generación renovable situadas más cerca del consumidor final. Crece exponencialmente el número de pequeñas instalaciones de autoconsumo alcanzando en 2021 los 1.151 MW de potencia instalada, un crecimiento del 85% con respecto a los 623 MW del año anterior, donde el sector residencial supone el 22% del total. El consumidor final adquiere un rol protagonista gestionando en tiempo real sus necesidades energéticas y consumos.

En este escenario, las redes de distribución como punto de acceso en el que se incorporan las nuevas fuentes de generación y sus usos, desarrollan un papel crítico para asegurar el suministro eléctrico y equilibrar los nuevos flujos de energía bidireccionales. No habrá “Transición Energética” sin la gestión eficiente, flexible e inteligente de la disponibilidad de la energía que se suministra o vierte en el sistema a través de la red. Los distribuidores son decisivos para garantizar el proceso de electrificación y han diversificado las inversiones en sus redes. Tradicionalmente, estaban enfocadas a la garantía y calidad “técnica” del suministro vía infraestructuras y equipamientos de red y ahora convergen hacía la implementación de tecnologías y herramientas que permitan la digitalización y automatización de éstas para una gestión dinámica de la energía. La situación geopolítica global que atravesamos y la volatilidad de los mercados, que marcan máximos en los costes de generación, ha incrementado la concienciación y el ritmo para introducir más renovables en el sistema eléctrico con el fin de reducir la dependencia de fuentes que usan tecnologías más caras. Esta motivación extra propicia la aceleración en las inversiones para que el sistema absorba y se beneficie de toda la energía disponible. La regulación debe ser un eje facilitador que incentive y reconozca este sobreesfuerzo inversor que nos permita alcanzar la excelencia energética en nuestro país de la mano de los distribuidores.