La transición energética de Europa requiere de su soberanía industrial

La transición energética europea dependerá, en gran medida, de la capacidad que tenga de acompañar a la industria en este camino, puesto que es uno de los principales vectores con capacidad para ofrecer mayores y mejores respuestas a este enorme desafío. Más aún si cabe en el caso de España, como uno de los mercados de renovables más interesantes a nivel mundial. Además, a este camino de transición que ha pisado el acelerador en los últimos tiempos, se le ha sumado un nuevo ingrediente: la urgencia de que Europa incremente su independencia energética. La guerra de Ucrania y la pandemia han evidenciado muchas debilidades, entre ellas, y vinculada a la dependencia energética, la fragilidad de las cadenas de suministro, situación que hoy se manifiesta en múltiples productos, aunque especialmente en la disponibilidad de gas natural o semiconductores. Por tanto, es necesario, en primer lugar, un plan de inversión a escala comunitaria que defienda una autonomía estratégica industrial para garantizar la capacidad de producción y el abastecimiento de materias primas esenciales para el desarrollo de muchas tecnologías imprescindibles para alcanzar una soberanía energética. En el caso de la industria Química, se trata de un sector de importancia estratégica para la UE cuyos productos están en la base del 96% de las cadenas de valor de las actividades productivas, algunas tan esenciales como la producción de fármacos y vacunas o las energías renovables: desde la fabricación de células fotovoltaicas al hidrógeno o los sistemas de almacenamiento.

A pesar del contexto crítico global actual, estimamos que en los próximos 5 años el sector químico incrementará en un 25% su volumen de inversión hasta los 3.000-3.500 millones de euros anuales destinados a proyectos en los ámbitos de la economía circular (particularmente en el reciclado químico) y descarbonización (hidrógeno, biogás, eficiencia energética, nuevos procesos y captura, almacenamiento y uso de CO2 y autoconsumo). Aunque es difícil prever cuándo se completará la sustitución de las energías de origen fósil por renovables, sin duda, el sector químico tendrá un papel protagonista: el desarrollo del hidrógeno verde se presenta como un vector energético eficaz a medio y largo plazo, especialmente en España, pero que precisa también de un intenso despliegue de renovables para su producción y de infraestructuras de transporte y almacenamiento ante lo que Europa debe desarrollar incentivos ambiciosos. Con respecto al precio de la electricidad, uno de nuestros grandes caballos de batalla, España ha liderado el esfuerzo que, a escala europea, ha llevado a reducir su precio desorbitado, pero continúa siendo necesario que la UE aborde seriamente el análisis del mercado eléctrico y desarrolle un nuevo sistema que garantice precios más competitivos para evitar que nuestro futuro industrial quede en manos de los productores de gas.