La revolución de la demanda

A lo largo de estos 10 últimos años, hemos vivido una auténtica revolución tecnológica e industrial que se ha plasmado en la reducción de costes de los sistemas de generación de electricidad con todas las fuentes renovables. Estos menores costes han supuesto que, en la actualidad, no solo sean competitivas con respecto a las fuentes fósiles, sino que se haya generado una brecha importante en el coste de generación que ratifica que el futuro será 100% renovable. La verdadera revolución no está exclusivamente en el cambio del modelo de oferta del fósil al renovable, sino en la aceptación social de los cambios tecnológicos, acelerada por la aparición de las TIC, en las que se fundamenta el cambio de paradigma que estamos viviendo, con un modelo energético que está migrando de la apuesta por las infraestructuras a la gestión del Big Data, de valorar, como elemento primordial, las inversiones en generación por el volumen de energía generada a su disponibilidad, de considerar que el objetivo es escalar el tamaño de las unidades de producción a que es más importante hacerlo hacia modelos organizativos que, con una mayor participación de la ciudadanía, acerquen la generación al consumo y promuevan su participación como agentes activos y de tener en cuenta modelos de producción centralizada a valorar configuraciones descentralizadas. En definitiva, a considerar que la revolución energética que viene no será exclusivamente por el lado de la oferta, sino desde la gestionabilidad y el control de la demanda. Pero, la complejidad de este cambio, a pesar de las señales de emergencia climática, la seguimos viviendo desde el prisma del corto plazo, sin la más mínima preocupación por el futuro que estamos dejando a las generaciones venideras, razón por la que son tan importantes la ampliación de la base de agentes activos en la generación de valor.

Las transiciones nunca son sencillas, sobre todo si a la oportunidad tecnológica ya disponible se le añade la demanda de la sociedad para avanzar hacia modelos más abiertos y la desconfianza que se ha generado sobre los actores que ahora la llevan a cabo. El proceso provocará tensiones, principalmente en la definición de la velocidad del cambio más que en la aceptación de éste y deben ser las instituciones del Estado las que lo regulen sin perder de vista la maximización del bien común y el pensamiento en el futuro. Cuando celebremos el 20 aniversario de la revista y echemos la vista atrás, seguro que muchos de los elementos que ahora nos parecen ciencia ficción estarán ya superados, en línea con lo que ha sucedido en estos 10 años de vida de la revista, a la que siempre le pediremos que mantenga el espíritu de compromiso, de participación y la apuesta por el progreso y por el mantenimiento del legado que nos han responsabilizado cuidar para las generaciones futuras.