La crisis energética. Una solución europea

La actual situación que vivimos (padecemos) en Europa se está afrontando, en mi opinión, de forma contraria al camino adecuado.

No se está abordando una solución común por los países que componemos la Unión Europea. No se ha aplicado una ortodoxia regulatoria igual para todos. El problema de los precios en el mercado eléctrico diario es común en toda la Unión Europea y, sin embargo, no lo son las soluciones.

En la actualidad, la posición de derivar responsabilidades a la influencia de los combustibles fósiles (carbón, gas y petróleo) en el alto precio de la electricidad no puede defenderse sin más.

Siendo un hecho cierto la dependencia de estos combustibles (representan, aproximadamente, el 60% del total de la energía consumida), es evidente que hay otros factores que coadyuvan a la formación de los precios actuales.

Junto a esta estrategia simplista hacia los combustibles fósiles, se ha negado “el pan y la sal” a las energías nucleares al tiempo que hemos estado sujetos a una alta imposición tributaria.

No se ha prestado atención a una menor emisión de los combustibles sólidos, reduciendo, por ejemplo, la antigüedad del parque de automóviles. Una transición ordenada y realista es lo menos que se puede exigir.

En estos momentos hay una realidad. Tenemos una guerra declarada por Rusia y unas consecuencias negativas por la dependencia de Europa del gas y petróleo ruso. En estas condiciones las renovables pueden ser, o son, el futuro, pero ¿son capaces en el momento presente de atender las necesidades?

Es por esa razón por lo que hay que demandar una política común en el seno de la Unión Europea, adoptando las decisiones regulatorias que se requieran para garantizar el funcionamiento de los países y el confort de los hogares.

Sin transporte, industria o calefacción no habrá empleo ni estado del bienestar. La producción eléctrica generada por energías renovables en estos momentos puede estar en el entorno de un 40%, el resto proviene de nuclear o combustibles fósiles. Esta realidad no se puede desconocer.

Por ello, si de verdad queremos tratar este asunto en profundidad, se debe trabajar dentro de la Unión Europea y en el corto y largo plazo.

En el corto plazo, dado que no se pueden cambiar fácilmente los sistemas de generación, es necesario aflojar el foco de la descarbonización y presionar al resto de proveedores de petróleo para que aumenten su producción a través de una acción conjunta desde la Unión Europea.

Por último, una reflexión: si la pandemia y la guerra han cuestionado el modelo de la deslocalización (la aldea global), también habrá que regular las relaciones con aquellos terceros países que se apoyan en medidas menos respetuosas con el medioambiente de lo que se autoexige la Unión Europea.