Biomasa: energía renovable, transición justa y bioeconomía circular

Diez años es mucho tiempo. Si echáramos la vista atrás, hasta el ya lejano 2012, nos daríamos cuenta de cómo ha cambiado el mundo en esta década. Y, muy especialmente, el mundo energético. Hoy ya nadie duda de que el crecimiento futuro tendrá que estar necesariamente vinculado a las energías renovables. En la última década han irrumpido con fuerza, y han llegado para quedarse, nociones como la de autoconsumo o transición justa, y se han perfilado objetivos energéticos y climáticos cada vez más ambiciosos. Situaciones como la que vivimos en los últimos meses, de la mano del conflicto Rusia-Ucrania, nos reafirman en esta visión y corroboran la necesidad de independencia energética (al margen de que, puntual y temporalmente, puedan obligar a adoptar medidas coyunturales). Esa independencia precisa de tecnologías que permitan garantizar el suministro de energía renovable. Y, de ahí, la importancia de promover el almacenamiento y de fomentar fuentes de energía renovable que puedan ser gestionables. Llegado este punto, me gustaría referirme a la energía generada con biomasa. Una tecnología renovable que, además, puede gestionarse, al no depender -como otras- de factores climatológicos. Esta característica le confiere un singular valor, para el presente y futuro de un sistema energético cada vez más renovable.

La biomasa es, en sí, un almacenamiento de energía renovable, listo para aportar electricidad a la red cuando más lo necesite. Además, se trata de una fuente de energía capaz de dar una salida medioambientalmente sostenible a los residuos procedentes de la actividad agrícola y forestal -evitando, además, incendios y quemas incontroladas-. Es, asimismo, la tecnología renovable que más empleo genera, con lo que ello conlleva de aportación a la vertebración del territorio, a la tracción de servicios e industrias y a la fijación de empleo rural: 25 empleos directos, indirectos e inducidos por megavatio instalado, según los datos de APPA Biomasa -organización que tengo el honor de presidir-. La biomasa es energía renovable gestionable, sí. Pero, yendo un paso más allá, es también bioeconomía circular. En efecto, la generación con biomasa circulariza residuos agroforestales y les permite tener una nueva vida. Valoriza lo que ya no tenía uso y, a partir de ello, hace posible la producción de energía renovable. Esta flexibilidad y este entronque directo con la bioeconomía convierten a la biomasa en una fuente energética excepcional, especialmente valiosa para un país que, como España, dispone de tanto recurso agrícola y forestal. Tenemos una gran riqueza biomásica, con características propias que debemos ser capaces de aprovechar. Es una oportunidad que no debemos desperdiciar. Por contra, tenemos que defender el uso de esta tecnología renovable, que tanto bueno puede aportar al mundo rural, al sistema eléctrico, a nuestra independencia energética y a la transición justa.