Mañana es tarde para la transición energética

El tiempo se agota. Si bien es cierto que el proceso de la transición energética se ha acelerado en los últimos años, la realidad es que este cambio es aún demasiado lento para la celeridad que precisa. La Cumbre del Clima COP 26 ya ha instado a los gobiernos de todo el mundo a que aceleren sus procesos de descarbonización y fijen su neutralidad energética en carbono para el año 2050. Según la Agencia Internacional de Energía, para esta necesaria transición se necesitará un aumento de las inversiones en energía renovable de unos 4 billones de dólares anuales hasta 2030. Para ello, no solo es imprescindible que los gobiernos y las empresas del sector renovable se alíen, sino que el compromiso de nuestros mandatarios sea real y no se quede en meras buenas intenciones.

Nos estamos enfrentando a uno de los mayores retos de los últimos siglos y, por eso, es tan importante una sinergia de fuerzas. Las empresas renovables no podemos hacerlo solas. Necesitamos del compromiso real de la Comisión Europea, los gobiernos nacionales y, por supuesto, de la sociedad. Es importante también que comprendamos que este cambio necesario no se puede realizar solo con ayuda estatal, sino que necesita del apoyo y comprensión de toda la sociedad civil. Como cualquier transición, el paso a la instauración de la energía limpia supondrá modificaciones en nuestro estilo de vida y en nuestros paisajes. Ningún cambio puede producirse sin sacrificios. Pero lo que debemos preguntarnos cuál es la opción, si valen la pena nuestros sacrificios por procurar la buena salud de nuestro planeta y cuáles serían las consecuencias de nuestra inacción. Es importante que comprendamos esto.

Algunos países como Estados Unidos están viviendo fuertes movimientos vecinales en contra del desarrollo tecnológico en favor de sus propios intereses, lo que se conoce como el movimiento NIMBY (Not in my back yard – no en mi jardín). Es fundamental que comprendamos las consecuencias que esta falta de solidaridad y visión de futuro puede tener en las generaciones venideras y, sin ir tan lejos, en los próximos años. Esa oposición a proyectos que pueden ser la clave para una efectiva transición energética a cambio de un beneficio individual puede tener consecuencias insalvables. El cambio de paradigma energético es misión de todos nosotros y, por lo tanto, también implica la colaboración de todos nosotros.

Estos movimientos, además de provocar una fuerte desconfianza sobre el futuro de la energía, están desembocando también en procesos judiciales y moratorias que retrasan aún más la necesaria transición energética. Todo esto se suma al ya lento sistema de tramitación de plantas fotovoltaicas desechando un tiempo valioso que no tenemos. Como digo, necesitamos que todas las administraciones remen en la misma dirección que las empresas de energías renovables y en favor de la sociedad.

Cuando hablo de remar en la misma dirección y de un objetivo común me refiero también a la necesaria suma de fuerzas de todos los modelos de electrificación de energías renovables. La aclamada consigna de sustituir las plantas fotovoltaicas por instalaciones de autoconsumo en tejados no podría estar más lejos de la realidad. Y es que, para cumplir con los 37 GW que el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima establece para cumplir con el objetivo de la Agenda 2030, solo 10,4 GW podrían cubrirse a través del autoconsumo, tal y como explica el estudio Un millón de tejados, del Observatorio de la Sostenibilidad. Debemos abogar por que los principales actores del sector apuesten por un modelo combinado, que impulse la sinergia entre todas las formas de instalaciones de energía renovable y, en particular, de energía fotovoltaica.

Por supuesto, es comprensible la preocupación de los ciudadanos por la alteración de sus modelos de vida fruto de esta transición energética. Por ello, es importante que los proyectos garanticen el máximo impacto positivo en el entorno socioeconómico y medioambiental. En este sentido surgen conceptos que buscan impulsar la contribución de la industria a la sociedad, como es el caso de ‘ecovoltaica’, que engloba los criterios para catalogar a las plantas fotovoltaicas que cumplan con ciertos requisitos para garantizar la riqueza socioeconómica, de tal forma que no solo el ámbito privado se beneficie del desarrollo de las plantas solares. Una planta calificada como ecovoltaica debe diseñarse con el objetivo de integrar y beneficiar a las comunidades locales más próximas y minimizar el impacto medioambiental o la alteración del paisaje que pueda suponer su instalación.

Además de acciones como la plantación de pantallas vegetales para minimizar el impacto visual, la creación de corredores ecológicos o la sinergia con ganaderías o apicultores de la zona, creemos de vital importancia que estas instalaciones reporten un beneficio económico a las sociedades locales. La estimulación del empleo y la formación en las comunidades colindantes, la contratación de proveedores y el fomento de la economía circular son elementos claves para este nuevo modelo energético. Además, este tipo de plantas ecovoltaicas reportarán un beneficio económico directo a estas localidades mediante la cesión directa y gratuita del 1% de energía que genere la planta y la reversión de la bonificación del Impuesto sobre Construcciones, Instalaciones y Obras (ICIO), para que estos municipios gestionen esos fondos como más lo necesiten.

Todos estos cambios son necesarios y posibles solo a través del compromiso y la acción de todos los sectores de la sociedad. Es un plan ambicioso, soy consciente de ello. Pero no debemos olvidar que estamos hablando del cambio de paradigma del sistema energético, de la reducción de la contaminación atmosférica que tantas vidas nos cuesta al año. Debemos aspirar a que conceptos como el de ecovoltaica sirvan para definir una práctica habitual en el modo de concebir las plantas solares, de forma que obtengamos un beneficio para el medioambiente y para la sociedad en su conjunto. El tiempo apremia y la inacción no es una opción. Debemos actuar y dar un paso adelante. Por nosotros, por las próximas generaciones y por el mundo que conocemos.