El resurgir de la industria solar española: ahora o nunca
Haciendo un rápido recorrido durante los dos últimos años en materia de energía solar, en 2020 se produjo un auge en la demanda de esta energía en Europa, con 18,2 gigavatios de nueva capacidad instalada, un 11% más que al año anterior. Son cifras especialmente significativas teniendo en cuenta que, ni tan siquiera un contexto de pandemia, ha podido frenar su crecimiento. Se trata de un claro indicio del impulso de la transición energética en todo el continente, alimentado, entre otras cosas, por una mayor conciencia social.
Pero existe un problema central que es la dependencia de la UE de las importaciones de módulos fotovoltaicos procedentes, especialmente, de China. Un claro ejemplo: mientras que un 24% de todas las instalaciones mundiales en 2019 tuvieron lugar en la UE, solo el 2% de los paneles instalados se fabricaron aquí.
Según Bloomberg, solo en el primer semestre de 2020, la UE importó de China módulos solares por valor de unos 3.200 millones de dólares. Estas cifras ilustran las dependencias a las que nos enfrentamos en el proyecto del siglo, la transición energética, y la consiguiente descarbonización de nuestra industria. No hace falta mucha imaginación para darse cuenta de la explosividad geopolítica de esta dependencia de las importaciones cimentada durante décadas.
Como líderes en la expansión de las renovables, nuestra industria no debería depender de las importaciones. Solo por autonomía estratégica europea, es imperativo un rápido renacimiento de nuestra industria solar, pero existen, además, otras razones.
La industria europea solar floreció hace 20 años y hoy es sólo una sombra de lo que fue. En China, se introdujo mediante enormes subvenciones estatales y pronto sus capacidades de producción se ampliaron. Estos incentivos estatales, combinados con unos costes de producción más bajos, rompieron precios en el mercado mundial y los módulos solares europeos dejaron de ser competitivos.
Sin embargo, con la migración de la producción no solo se perdió la creación de valor económico y numerosos empleos, sino también la transparencia en la cadena de suministro. Ahora es más difícil constatar si se cumplen las normas medioambientales y sociales obligatorias, especialmente en China. Una política climática europea basada en el objetivo de alcanzar la neutralidad climática en 2050 no puede permitírselo. Hay que conseguir que la creación de valor solar vuelva a localizarse aquí y que se alinee de forma coherente y transparente con los estándares sociales y de sostenibilidad del Green Deal.
Con este objetivo, a finales de febrero del pasado año se puso en marcha la Iniciativa Solar Europea (ESI) bajo la dirección de EIT InnoEnergy y Solar Power Europe. Su objetivo es desarrollar rápidamente la industria fotovoltaica europea en todas las fases, desde la extracción de materias primas hasta la producción de células y el reciclaje. Además de una interacción entre la industria, la investigación y la política, se requerirán inversiones mínimas de 400.000 millones de euros en los próximos 30 años. Por ello, uno de los principales focos de la iniciativa es la realización de proyectos industriales a gran escala y, para ello, se ha creado una plataforma de inversión paneuropea.
Hay mucho por hacer y hay que hacerlo rápido. Según las previsiones más conservadoras, en el año 2050 se crearían en Europa unos 400.000 puestos de trabajo adicionales, directos e indirectos, al recuperar el valor añadido del sector. En el extremo más optimista, la Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA) supone que una estrategia solar ambiciosa crearía casi 630.000 puestos de trabajo en el mismo periodo. El impulso económico también sería enorme, añadiendo anualmente unos 40.000 millones de euros en el PIB europeo durante las próximas tres décadas.
Si España asume un papel relevante en el proceso de descarbonización europeo a través de los compromisos del Plan Nacional de Energía y Clima, debería también desarrollar un modelo industrial propio para fortalecer la industria solar europea.
Los propios fondos de recuperación europeos representan una oportunidad única para que esa transformación industrial cimente una base sólida de creación de riqueza y puestos de trabajo. Por lo tanto, es importante definir rápidamente paquetes de medidas concretas que creen un marco fiable en la industria y que impliquen a los ciudadanos.
Uno de ellos, podría estar dirigido a la creación de un programa de autoconsumo, que al mismo tiempo, enviaría una señal vinculante a los fabricantes y fomentaría la imitación a nivel paneuropeo.
Nada de esto debe entenderse como una llamada al proteccionismo europeo en el sector solar. El mercado es grande para todos. Las simulaciones actuales suponen que la fotovoltaica se convertirá en la fuente de energía más importante del mundo en las próximas dos décadas, con más de 3.000 o incluso más de 4.000 GW de capacidad instalada, según el escenario. En este sentido, se trata de equilibrar mejor la creación de valor a nivel regional en un enorme mercado de crecimiento mundial.
En definitiva, las oportunidades de la reconstrucción en Europa de una cadena de valor solar sostenible son evidentes. Una industria europea fuerte, que produzca los módulos más eficientes y sostenibles del mundo, puede convertirse en la piedra angular del crecimiento verde.
Ha llegado el momento de tomar decisiones urgentes en política económica si queremos estar al frente de este sector clave en el futuro. España está preparada para liderar su reactivación dentro del proceso de descarbonización europeo. Tenemos todo lo necesario para que esta fuente de energía sea uno de los pilares fundamentales de las sostenibles.