La industria papelera: balance de una década descarbonizándose

Hace ya una década, desde la industria papelera europea lanzamos nuestra Hoja de ruta 2050 para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Y, en 2017, la revisión de esa Hoja de ruta puso el foco en cómo realizar las necesarias inversiones para liderar la bioeconomía baja en carbono. Más recientemente, en noviembre de 2019, ASPAPEL, en representación de la industria papelera española, figuró entre los más de 30 firmantes de la iniciativa de los CEO de la industria europea de la celulosa y el papel, que perfila la contribución y los planes del sector para alcanzar en 2050 la neutralidad climática en Europa, a la vez que declaraba su apoyo y firme compromiso con la descarbonización.

Los avances logrados con la descarbonización progresiva del mix de combustibles, con la cogeneración considerada como Mejor Tecnología Disponible en el documento BREF de fabricación de pasta y papel, y con medidas adicionales de eficiencia energética, nos han permitido desacoplar las emisiones de la producción de celulosa y papel. Las emisiones directas de la industria papelera española se producen en los procesos de combustión para la obtención de la energía necesaria para nuestro proceso industrial. El gas de efecto invernadero (GEI) principal es el CO2. En un modélico ejemplo de desacoplamiento entre la producción y el impacto ambiental, las emisiones totales de CO2 se han reducido en un 25% con respecto a 2011 y las de SOx y NOx en un 86% y un 52%, respectivamente.

En este proceso de descarbonización, la mejora del mix de combustibles es uno de los factores clave sobre los que trabajamos para reducir las emisiones de CO2 y contribuir, de este modo, a alcanzar el objetivo europeo de neutralidad climática para 2050.

En la fabricación de la celulosa y el papel se genera biomasa -cortezas, lignina/licor negro, restos de fibras no aptos ya para el reciclaje, etc.- que utilizamos de manera creciente como combustible en nuestras propias plantas de producción. Hasta el punto de que el sector papelero es, hoy, el mayor productor y consumidor industrial de biomasa en nuestro país. Actualmente, una tercera parte del combustible que utilizamos es renovable -biomasa y biogás-. Y el gas natural, que supone el 64% del mix, es el combustible fundamental en las cogeneraciones del sector en estos momentos y también se utiliza en calderas auxiliares para generación de calor.

A lo largo de los próximos diez años, la cogeneración con hidrógeno (ecogeneración) podría ser una realidad. Se está avanzando en el desarrollo de motores y turbinas aptos para el consumo de hidrógeno. Y, podríamos decir, que el futuro de la ecogeneración estará principalmente condicionado a dos factores: el desarrollo de la generación de hidrógeno verde y la adaptación de las actuales redes de transporte y distribución de gas natural.

Nuestro sector es electrointensivo y calorintensivo. Necesitamos tanto electricidad para mover la maquinaria como calor para secar la celulosa y el papel. Y producimos la mayor parte de la energía térmica y eléctrica necesaria para el proceso productivo en eficientes plantas de cogeneración situadas al lado de sus fábricas, con lo que se evitan las pérdidas del transporte y distribución.

La cogeneración es un sistema de generación distribuida de electricidad de alta eficiencia energética, que produce a la vez electricidad y calor útil en forma de vapor, optimizando el uso de combustible, de manera que se ahorra energía primaria -un ahorro superior al 10%- y se reducen las emisiones. Es la principal herramienta de eficiencia y competitividad energética industrial con que contamos a día de hoy los sectores calorintensivos como el papelero. En concreto, nuestra industria cuenta con una potencia instalada en cogeneración de 876 MW.

Y, finalmente, en el ámbito de la eficiencia energética, trabajamos constantemente en la búsqueda e implantación de nuevas vías con medidas como la renovación de quemadores para un mejor control de la combustión, la reforma de la sequería para recuperación de calor, la sustitución de equipos por otros más eficientes -bombas de vacío, refino, intercambiador de calor-, la parada de equipos no necesarios por cambios productivos -ejemplo: bombeo y paso a trasiego por gravedad-, la mejora del calorifugado, la instalación de variadores de frecuencia y sistemas de vapor flash, etc. Y, naturalmente, como instrumento imprescindible, trabajamos en la mejora continua de la monitorización de los consumos energéticos y la implantación de Sistemas de Gestión Energética y realización de auditorías para identificar áreas de mejora.

De cara al futuro próximo, en el plan de inversiones estratégicas para los próximos tres años de la industria papelera española, presentado recientemente como propuesta de Proyecto Tractor de Competitividad y Sostenibilidad Industrial, dentro del marco del Plan Nacional de Recuperación y Resiliencia, se incluyen proyectos encaminados a la sustitución del gas y los combustibles fósiles por combustibles renovables e hidrógeno verde en las cogeneraciones (ecogeneración); la incorporación de biogás e hidrógeno verde como combustibles con impacto neto nulo para cubrir la demanda de energía térmica en la producción de celulosa y papel, y la integración de instalaciones de generación de electricidad a partir de fuentes renovables (fotovoltaica, biomasa, residuos renovables, etc.).

Hasta aquí hemos hablado de los logros de la última década y los planes de futuro. Pero no podemos obviar que, con los costes energéticos disparados batiendo récords un día sí y otro también, es difícil acometer los ambiciosos planes de descarbonización que tenemos planteados. Necesitamos urgentemente un marco normativo que nos dé certidumbre y un entorno de costes energéticos competitivos para poder avanzar en la descarbonización.

Descarbonización y competitividad deben ir de la mano. Y esa es la cuadratura del círculo a que nos enfrentamos en estos momentos.