El almacenamiento con baterías ha venido para quedarse

2022 ha sido un año de infarto que se ha vivido al borde del desastre energético en muchos momentos y que nos ha obligado como sociedad a hacer un ejercicio de realidad: Europa no tiene garantizado el suministro de energía estable a un precio que no arrase nuestras economías. Suministro y precio, el gran talón de Aquiles de nuestras economías, que han permitido, por el contrario, resaltar de manera inequívoca el papel de las energías renovables como motores de un nuevo modelo energético.

Y en este nuevo protagonismo de las energías renovables, España es y será en Europa el país de referencia. Sólo en energía fotovoltaica, España conectará en 2022 casi 6 GW de potencia, dos de ellos de instalaciones de autoconsumo, lo que da una idea del recorrido que esta línea de negocio tiene ante sí, con instalaciones que se amortizan, con los precios actuales de la energía, en menos de cuatro años.

El partido del almacenamiento ya ha comenzado y ha venido para quedarse. Según datos de REE de finales de noviembre, en España hay operativos tres proyectos de baterías stand alone superiores a 5 MW, sumando un total de 29 MW (los proyectos por debajo de los 5 MW REE no los identifica). Pero, lo más sorprendente, es que ya hay 2,5 GW de permisos de acceso solicitados para soluciones stand alone, la gran mayoría con baterías electroquímicas.

Para soluciones hibridadas (generalmente plantas fotovoltaicas con baterías), REE ya ha concedido 164 MW correspondientes a 12 proyectos y cuenta con 18 nuevas solicitudes de hibridación por un total de 123 MW adicionales. Y esta nueva ola no ha hecho más que iniciar su recorrido, si bien creemos que serán las instalaciones híbridas las que darán el gran paso adelante en 2023 ya que, para soluciones stand alone, no se vislumbra a corto plazo ingresos especialmente atractivos.

Con unos vertidos cercanos al 4% de nuestra generación, las baterías actúan como un escudo de defensa que almacena esos vertidos para descargarlos en la red en horas donde hay demanda de energía, y que, generalmente, coincide con precios altos. Por lo tanto, almacenamiento y fotovoltaica son excepcionalmente complementarios y nos atreveríamos a afirmar que, a partir de 2026, no se construirá ninguna planta fotovoltaica que no tenga su unidad de baterías incluida. Las baterías transforman un problema en una oportunidad.

En este sentido, los futuros concursos de capacidad, que dan mucho protagonismo al almacenamiento, serán una muy buena piedra de toque para evaluar su impacto en el crecimiento de esta tecnología tan necesaria para el sistema eléctrico, lógicamente.

En lo que respecta al almacenamiento en 2023, todas las miradas se focalizan en dos grandes apartados: regulación y regulación. La lista de temas pendientes es larga y compleja, siendo los temas más acuciantes las relativas al acceso a la red, el desarrollo de una normativa medioambiental para la instalación de baterías y la concreción del mecanismo de capacidad que asegure unos ingresos ciertos anuales por MW instalado.

Se está trabajando en la dirección adecuada, pero este marco regulatorio en construcción debería cerrarse en 2023. Llegar a las elecciones con este tema cerrado sería un gran paso adelante del ministerio y daría mucha tranquilidad al sector que ve con temor futuros cambios regulatorios que desmonten todo el trabajo realizado hasta ahora. Dejar este tema atado es clave para el devenir del almacenamiento en nuestro país.

En 2022 se lanzó la primera convocatoria de proyectos de I+D de almacenamiento, dotada con 50 MM€ y, recientemente, se han publicado los resultados con 36 MM€ otorgados, lo que es una magnífica noticia que dice mucho del espíritu emprendedor e innovador de nuestras empresas.

Sin embargo, el despliegue masivo, el gran punto de partida está por llegar con los próximos 150 MM€ (ampliables a 250 MM€) de ayudas al despliegue de instalaciones concretas y cuya primera licitación debería publicarse en los primeros días de enero de 2023. Esta convocatoria de despliegue será, sin duda, un gran punto de partida para el almacenamiento en España

El desarrollo industrial que el almacenamiento trae consigo y, más específicamente, la potencial colaboración entre las anunciadas gigafactorías de baterías para vehículos eléctricos y la industria de baterías estacionarias (para el sector eléctrico, no para movilidad) será clave para crear un ecosistema competitivo, fiable y sostenible que genere industria local y que, como segunda derivada, permita atraer industria internacional que se implante en nuestro país, que ofrecerá una excelente combinación de los cuatro vectores del éxito industrial: terreno disponible, buenas infraestructuras, recursos humanos de calidad y, sobre todo, precios de la energía muy competitivos. En esta colaboración nos jugamos mucho y la administración debería impulsar y ayudar en la coordinación de ambos sectores de forma valiente y decidida.

La tecnología está preparada para dar el gran paso adelante. Por un lado, las baterías de litio están alcanzando mejores niveles de eficiencia y ofrecen ratios de producción y precio más y más competitivos, aunque la mala noticia es su dependencia de una materia prima que no tenemos en casa (a no ser que se autorice la explotación de las minas de Litio en Extremadura) y cuyo precio está sujeto a externalidades fuera de control para los fabricantes.

Por otro lado, van tomando fuerza nuevas tecnologías como las baterías de flujo de Vanadio, especialmente competitivas para ofrecer soluciones de almacenamiento entre 4 y 8 horas, y están llamadas a ser la solución idónea para las necesidades del sistema eléctrico a medio plazo.