Sea positivo siendo negativo

Ciento cuarenta países y cientos de empresas se han unido en la carrera para lograr cero emisiones netas de CO2, detener el calentamiento global y evitar una crisis climática. Sin embargo, limitar el aumento de la temperatura a 1,5°C para 2100, piedra angular del Acuerdo Climático de París hace seis años, sigue siendo una esperanza lejana.

Las proyecciones, basadas en las políticas vigentes, muestran que el mundo será 2,7°C más cálido. Las temperaturas promedio, en el mejor de los casos, teniendo en cuenta todas las promesas, van camino de aumentar al menos 1,8ºC. De hecho, para alcanzar emisiones “cero netas” para mediados de siglo, es decir, compensadas con eliminación de la misma cantidad de la atmósfera, todos los sectores deben reducir emisiones.

El problema es que no todas las industrias pueden descarbonizarse al ritmo requerido. No es realista para la agricultura, aviación, transporte marítimo y producción de cemento, siendo probable que sus emisiones permanezcan altas décadas. Lo mismo sucede para grandes regiones del mundo en desarrollo: con los objetivos actuales, China e India tampoco alcanzarán “cero neto” antes de 2060 y 2070, respectivamente.

Para detener el calentamiento global, el mundo puede tener que ir más allá del objetivo cero emisiones netas y comenzar a eliminar carbono de la atmósfera. Al respecto, las tecnologías de emisiones negativas pueden marcar la diferencia. Es el caso de la reforestación, bioenergía, carbón vegetal y captura directa de CO2.

En el caso de bioenergía, se extrae de la biomasa en forma de electricidad, calor o biocombustibles, mediante combustión, fermentación, pirólisis u otros métodos. Parte del carbono se convierte en CO2 que puede almacenarse mediante secuestro geológico o terrestre. Por su parte, el carbón vegetal se forma cuando se quema lentamente biomasa a bajas temperaturas sin oxígeno. En el procedimiento se produce y emite la mitad de CO2 que si se queman deshechos a temperatura normal o se los deja descomponer. En cuanto a captura de emisiones de CO2 del aire, incluye tecnologías de captura, almacenamiento y uso de carbono en el punto de emisión. De hecho, científicos y gobiernos consideran cada vez más estas tecnologías, pues pueden proporcionar mejor resultado y empresas como Microsoft o la reaseguradora Swiss Re ya las están utilizando.

El caso es que cada solución tiene limitaciones. La plantación de árboles, método establecido, depende de la fotosíntesis, mientras que las tecnologías emergentes de captura y almacenamiento de carbono utilizan química para hacer casi lo mismo. La repoblación forestal se considera el método más asequible, pero menos eficiente, pues que crezca un bosque lleva tiempo y el resultado depende de la longevidad del mismo. Por otro lado, las tecnologías de captura directa de aire pueden ser efectivas y reducir costes pero, aunque pueden llegar a desplegarse a una amplia escala, actualmente son muy costosas.

El caso es que confiar en una sola tecnología puede ser menos efectivo que la combinación de métodos, que variará según industria y empresa. Microsoft ha previsto eliminar el 85% de sus emisiones mediante silvicultura, pero también tecnologías de emisiones negativas. En concreto, quiere eliminar sus emisiones históricas desde su fundación en 1975 y ha contratado 26 proyectos para 1,3 millones de toneladas de CO2.

Ahora bien, sorprendentemente, la industria de combustibles fósiles puede estar mejor equipada para aprovechar las tecnologías de emisiones negativas, pues alrededor del 90% de su experiencia científica, tecnológica y de ingeniería es transferible para desarrollo de captura y almacenamiento de carbono.

Sin embargo, para otras industrias de altas emisiones como la agricultura o moda, la tecnología de eliminación de carbono es difícil de implantar a gran escala. Para estos sectores, una mejor solución puede ser el mercado voluntario de emisiones de CO2. Incipiente, opera al margen de mercados regulados como el Sistema de Comercio de Emisiones de Europa. Pero puede permitir compensar emisiones mediante compra voluntaria de créditos de carbono a partir de proyectos que extraen gases de la atmósfera o evitan que se liberen.

Este mercado voluntario tiene un valor de 400 millones de dólares, aunque se espera crezca hasta 480.000 millones para 2050. Equivaldría a una reducción de 3,6 gigatoneladas equivalentes (CO2e) al año, algo menos de una quinta parte de la cantidad requerida por el Acuerdo de París. Actualmente, el precio medio en este mercado voluntario se sitúa en torno a los 4 a 5 dólares/tonelada de CO2e, pero puede llegar a los 140 dólares para 205–0.

Al menos a corto plazo, la compra de estos créditos se concentrará en proyectos de reducción de carbono basados en repoblación y gestión forestal, que tienen bajo coste. Con el tiempo, se expandirá a tecnologías como captura y almacenamiento de carbono. Pero, para que despegue, se requiere mayor transparencia, sobre todo respecto a compensaciones. Por ejemplo, las empresas que compran créditos de eliminación de carbono a partir de proyectos de la repoblación forestal no deben poder aplicar la compensación de sus emisiones de manera inmediata, sino en el tiempo entre el momento en que liberan carbono a la atmósfera y este es absorbido en un bosque.

A pesar de todo, la compensación como herramienta de reducción de carbono puede no erradicar actividades que causan emisiones. De hecho, los métodos y tecnologías de emisiones negativas no deben servir para que los contaminadores traten de evitar o retrasar sus esfuerzos por reducir sus emisiones, sino que deben formar parte de una amplia gama de medidas destinadas a la consolidación definitiva de una economía más sostenible.