Invertir en energía, entre la tierra y el cielo

Ni siquiera la pandemia y sus consecuencias sobre la actividad económica y social, han logrado frenar la transición energética. De hecho, en 2020 se comprometieron globalmente 501.300 millones de dólares en proyectos de descarbonización, un 9% más que en 2019, según los datos recopilados por BloombergNEF. De esta cantidad, las dos partidas más relevantes se refieren a las inversiones en nueva capacidad de generación con energías renovables (303.500 millones) y en vehículos eléctricos y las infraestructuras de recarga asociadas (139.000 millones).

Transición energética es sinónimo de descarbonización de la economía y, para ello, es necesario un gran esfuerzo de electrificación. La energía eléctrica protagoniza una tercera transición energética, tras las que provocaron la sustitución de la madera por el carbón y de éste, en parte, por el petróleo.

Este desafío planetario presenta grandes oportunidades de inversión al calor de la aceleración en el proceso de sustitución de fuentes de energías de origen fósil (carbón, petróleo y gas) por renovables.

La agencia internacional de las energías renovables (IRENA), estima que la inversión necesaria en el mundo para asegurar la transición energética asciende a 130 billones de dólares (unos 110 billones de euros), es decir, 100 veces el PIB de España.

La Organización Internacional del Trabajo, a su vez, calcula que la transición hacia una economía baja en carbono generará en Europa, solo en la próxima década, dos millones de puestos de trabajo netos, de los cuales entre 300.000 y 500.000 se crearán en España.

Nuestro país sigue siendo uno de los más atractivos para invertir en energías renovables, según el índice RECAI que elabora la consultora EY.

España ocupa la décima posición en un ranking que lideran en sus cinco primeras posiciones Estados Unidos, China, India, Reino Unido y Francia. Confiemos en que las medidas recientemente decretadas por el Gobierno español para combatir el alza en el precio de la energía eléctrica en el mercado mayorista, no tengan un impacto en la percepción que los inversores internacionales tienen de España, dado que son muy sensibles a todos los movimientos que introduzcan incertidumbre en la arquitectura jurídica del sector.

Es seguro que la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP26) convocada para el mes de noviembre en Glasgow (Reino Unido) supondrá un nuevo impulso a la transición energética, la principal herramienta para luchar contra el cambio climático.

El presidente de la conferencia, Alok Sharma, ha advertido recientemente sobre la necesidad de acelerar la descarbonización: “El éxito o el fiasco de la COP26 está en manos de los líderes. Y lo cierto es que el mundo no ha hecho lo suficiente. Las emisiones siguen subiendo y el Panel Intergubernamental del Cambio Climático ha advertido que estamos en alerta roja”.

Ante este panorama, lo más fácil es pensar que las energías renovables forman parte de la tierra prometida para cualquier inversor. Sin embargo, en la gestión de patrimonios, una de las claves es la adecuada ponderación del riesgo.

En este contexto, ni todas las oportunidades verdes ofrecerán la rentabilidad deseada, ni todas las compañías negras son caballo perdedor en esta carrera. Es necesario realizar un análisis más fino de cada oportunidad.

Para empezar, tal análisis no debe descartar a las compañías petroleras, porque algunas, como BP o Total, están aplicando cambios en sus modelos de negocio para contribuir al objetivo de cero emisiones netas de carbono para el año 2050 y acelerar así su conversión a las energías renovables.

Y tampoco debemos guiarnos exclusivamente por los factores ESG (Environmental, Social y Governance). Para muchos gestores de inversión, integrar factores ESG en su cartera consiste, únicamente, en aplicar un filtro negativo o excluyente para ciertas industrias o sectores, como pueda ser el petrolero.

A nuestro juicio, la valoración de las compañías debe hacerse teniendo en cuenta todos los datos: la información financiera y la no financiera.

La metodología TriFactor de Welzia permite seleccionar compañías a nivel global según tres factores generadores de alfa a largo plazo (valor, momentum y calidad), acompañados del análisis fundamental de nuestro equipo de gestión, quien tiene en cuenta también los planes de negocio de las compañías en el futuro y el esfuerzo por adaptar su actividad a las nuevas exigencias medioambientales.

Los caballos ganadores serán aquellas empresas que demuestren que pueden ser parte de la solución, con lo cual no solo serán merecedoras de la confianza de los inversores, sino que también podrán financiarse a un menor coste.

Y una parte de la solución viene del cielo en forma de sol, viento y agua, pero las decisiones de inversión deben ser abordadas teniendo los pies firmemente asentados en la tierra y atendiendo al perfil de cada cliente.