La especialización, valor fundamental para el desarrollo del sector renovable

Este 2021 que pronto termina, vuelve a colocar al sector de las energías renovables, especialmente la solar fotovoltaica y la eólica, en una posición de privilegio que asegura su desarrollo y penetración en el mix energético mundial, así como motor en la generación de empleo. Hablamos, además, de un sector que realiza una contribución muy significativa al gran objetivo de la reducción de las emisiones de efecto invernadero, descarbonización, independencia energética y desarrollo rural, retos que, cada vez más, se entienden como uno de los desafíos que debemos de abordar como sociedad. No olvidemos que, gracias a su alto grado de competitividad, estas tecnologías renovables dotan a los grandes consumidores industriales, comerciales y domésticos de defensa ante las escaladas de precios actuales, así como de protección frente a la volatilidad de dichos precios.

A pesar de la pandemia de Covid-19, la capacidad energética renovable mundial aumentó en 270 GW en 2020, batiendo el récord anterior en casi un 50% y, a falta de conocer los datos oficiales de 2021, no cabe duda de que la senda al alza ha continuado con una fuerza que es difícil encontrar en otros sectores.

Pero, como decía, el sector energético y, por tanto, el sector renovable, tiene por delante algunos retos que derivan del profundo cambio en el que éste está inmerso, encontrando un modelo sostenible en su propio desarrollo; el diseño e implantación definitiva de redes eléctricas inteligentes capaces de permitir la generación de energía distribuida, la recarga y descarga del almacenaje doméstico y de baterías móviles de los vehículos eléctricos sin poner en riesgo la generación, el transporte y la distribución; y transformar el sector del transporte impulsando la movilidad eléctrica en toda su extensión.

A la hora de acometer estos desafíos en el sector energético, la especialización de las empresas que operan a lo largo de la cadena de valor de las tecnologías renovables es una cuestión de competencia y, por tanto, de pervivencia. En cualquier sector cuya evolución transcurre a ritmos elevados, la especialización es fundamental para mantener servicios de alta calidad de forma competitiva y continua, yendo por delante de los cambios que el sector va requiriendo.

Adam Smith definió la especialización como “la división del trabajo por medio de la aparición de profesionales más habilidosos con objeto de alcanzar mayores niveles de eficiencia y ahorro de recursos”. “Hoy en día, el reto de la especialización estriba en ser capaces de aglutinar las diferentes especialidades, captar el conocimiento, desarrollarlo y no restringirlo para permitir la innovación; incorporar nuevas disciplinas que aporten nuevas visiones a los aspectos técnicos fundamentalmente y al desarrollo del capital humano de las compañías; enfocar la innovación y el desarrollo para generar herramientas, procesos y profesionales que puedan mirar hacia delante de forma continua, sin miedo a los cambios, los cuales seguirán produciéndose de forma permanente.

La necesidad de profesionales que integren los diferentes roles de una compañía especializada en el sector renovable es esencial en este camino evolutivo, pero la especialización del trabajo no puede suponer una limitación al desarrollo de estos, sino por el contrario un aliciente para la atracción de estos profesionales ofreciendo una amplitud de materias con las que interactuar. La generación del clima interno que aglutina especialización y desarrollo, consolida la retención del talento y alimentan un círculo virtuoso que genera compromiso, innovación y orientación al cliente, permitiendo prestar servicios de alto valor tecnológico en el sector muy demandados por las compañías pioneras y más sofisticadas, en un régimen de colaboración. Mantener este estatus tecnológico, exige a las compañías que se sumerjan de lleno en un proceso de innovación continua, que les permita estar en el top tecnológico en cada momento, evitando quedarse anticuados en sus conocimientos y, por ende, en sus servicios y en su capital humano.

Por otra parte, mantener esa especialización ante la dispersión del conocimiento, inevitable por la globalización y la movilidad de profesionales, supone también un reto. No existe un único polo de generación de conocimiento en un sector cuyo desarrollo se está produciendo en paralelo en diferentes mercados: por ejemplo, en el mercado fotovoltaico en España se avanza en la hibridación de plantas; en Estados Unidos en la incorporación de sistemas de almacenamiento; en Chile, Australia o en Medio Oriente en la instalación de plantas en climas desérticos con alto grado de irradiación, en condiciones de altitud diferentes; en países tropicales con plantas sometidos a condiciones climáticas con grandes variaciones; en países como Alemania con un gran avance en la generación distribuida, etc., y, al final, en todos los países se avanza con mayor o menor medida en todas. Cuando hablamos de otras tecnologías como la eólica, nos encontramos también con diferentes necesidades en diferentes mercados. Este desarrollo tecnológico ha sido el proceso de adaptación continua a la propia meteorología a la que se enfrentan y de la que se aprovechan o de la orografía en las que se deben implantar, pero otras veces nace de aspectos regulatorios, técnicos o comerciales. Ser capaces de generar el conocimiento y compartir dicho conocimiento en compañías con una gran presencia global y ponerlo en valor en cada servicio, es una tarea mayúscula y, conseguirlo, supone una ventaja competitiva difícil de sobrepasar.

Para las compañías de nuestro sector, la especialización consiste, por tanto, en conocer de forma detallada los procesos productivos, comerciales y sociales en los que operamos, para luego ordenar los recursos orientándolos a prestar los mejores servicios posibles, independientemente de dónde se haya generado el conocimiento. En definitiva, no se trata de especializar a las personas, sino de especializar las organizaciones y dominar todos los aspectos de los procesos.

No se trata tampoco de limitar el espacio de los clientes o los proveedores, sino de estar muy cerca de sus necesidades y requisitos, poniéndose en su lugar y entendiendo cómo se puede ayudar a que cumplan satisfactoriamente esas necesidades, diseñando nuevos servicios, incorporando nuevo talento y organizando las capacidades internas para dar el mayor valor posible al servicio.