Necesitamos un mercado de capacidad más predecible

Es un hecho que las energías renovables han sido el caballo ganador en el nuevo paradigma energético, y es igualmente un hecho que celebramos todos que hoy por hoy la generación renovable es las más barata de producir, la más rápida de instalar, las más modulable en su crecimiento y la que, en definitiva, puede ofrecer una respuesta cierta, rápida y real al desafío climático en un marco de precios de la energía que, además, sean mejores que antes de su contundente aparición en escena. ¿Es algo que hay que celebrar? Sí, rotundamente sí. Pero, ¿fueron siempre las energías renovables tan competitivas? No, rotundamente no.

Llegar hasta aquí ha costado a muchos países y a sus ciudadanos mucho dinero durante muchos años. El programa de apoyos a las energías renovables de los RD 661 y 1578 en España, sus programas gemelos en Francia, Italia o UK, los tax credits en USA... todos los formatos de ayuda posibles se han combinado en poco más de una década en todas partes del mundo para que podamos beneficiarnos de una industria global que, gracias a la economía de escala, ha permitido una implantación planetaria exitosa.

La canibalización, ese fantasma

En los dos últimos fines de semana hemos visto en nuestro país cómo la curva de pato -la gráfica que define el perfil de precios durante 24 hrs, con precios bajos durante las horas solares y precios altos durante la noche- ha sido extremadamente incomoda, con diferencias de precios brutales entre el precio horario solar -entre las 12.00 hrs y las 18.00 hrs- y los precios a la puesta del sol.

¿Y por qué incomodas?, por dos motivos: de una parte, porque este efecto denominado canibalización por el que el sistema se devora a sí mismo, de mantenerse de forma sistemática, haría que los precios a percibir por la generación solar estuvieran muy lejos de las estimaciones con las que los inversores financiaron sus proyectos y, en segundo lugar, porque si la curva de precios tiende a cero, honestamente, ¿quién va a invertir en nueva generación renovable? ¿Cómo vamos a alcanzar entonces los objetivos del PNIEC? ¿Qué nueva estrategia deberíamos implantar para evitar el cataclismo climático? Es lo que tiene el modelo de fijación de precios marginalista: es dinámico, está en constante movimiento y resiste muy mal las fotos fijas.

El almacenamiento, sí o sí

Lo hemos explicado en anteriores tribunas y no dejaremos de afirmarlo en tantos foros como sea posible: el almacenamiento es bueno para el sistema eléctrico, es bueno para proteger los precios de su canibalización y es rematadamente bueno para que este equilibrio entre mercado y sistema eléctrico permita un crecimiento de la generación renovable en nuestro país -y en todo el mundo- constante, uniforme, moderado pero inevitable y, sobre todas las cosas, un crecimiento que lleve consigo un crecimiento industrial.

Entonces, ¿qué hace falta para arrancar? Lo que hace falta es entender que el almacenamiento se sustenta sobre tres patas que le dan una robustez formidable, pero que si alguna falla la mesa se viene abajo. La primera de estas patas es la consolidación de un mercado de capacidad que sea predecible -como se hizo en todo el mundo al inicio de la implantación de generación renovable- que estimule decididamente a la inversión; la segunda pata debe por fuerza ser la complementariedad de ingresos y servicios a prestar al sistema, es decir, permitir que el almacenamiento participe complementariamente en los servicios de ajuste -tanto en transmisión como en distribución- y que con ello tenga beneficios complementarios o staking revenues -ingresos por capas de tal forma que muchos pocos hacen un mucho-; y, por último, alinear los intereses industriales para que los centros de I+D+i y los de producción se desplacen hacia sus entornos locales, reduciendo así la perversa dependencia estratégica y operativa que tenemos de terceros países.

Y qué es un mecanismo de capacidad predecible

El sector del almacenamiento no ha dejado de alabar la actitud y compromiso del MITECO para dar forma a un problema tan complejo como es la definición del “nuevo modelo energético”. En este sentido, el Proyecto de Orden de creación de un Mercado de Capacidad podemos decir que apunta en la dirección adecuada, pero necesita reforzar su nivel de certidumbre porque deja demasiados cabos sueltos aún, cabos que podemos resumir en cinco frentes: (i) el mercado de capacidad propuesto no define con claridad el producto/servicio a prestar, ni con qué tiempo de preaviso ni con qué frecuencia ni duración -no es lo mismo dos horas al mes que a la semana o al día-, lo que es un elemento clave a la hora de definir la tecnología a implantar así como la configuración del activo; (ii) es prioritario concretar cada cuanto tiempo hará REE los análisis de cobertura -necesidades a futuro del sistema para solventar las posibles situaciones de stress- y que este análisis se acompañe de un calendario de subastas previsible y transparente; (iii) la duración de la prestación de servicios se ha fijado en el límite más bajo posible de cinco años cuando la regulación europea permitiría hasta diez años, lo que sin duda nos permitiría ver subastas más competitivas e inversiones más firmes y estables, (iv) se debe ser meridianamente claro en la relación entre almacenamiento y emisiones de CO2 ya que la redacción propuesta da a entender que el almacenamiento delante del contador o stand alone ha quedado fuera del mercado de capacidad, y (v) entender que si bien el mercado de capacidad es tecnológicamente neutro, las nuevas capacidades de almacenamiento que requieran una inversión inicial nunca podrán competir con otras tecnologías existentes, por lo que la flexibilidad de la integración de las energías renovables tiene y debe obtenerse a partir de subastas específicas de almacenamiento.

Y para afrontar tan estimulante reto la administración sabe que no está sola, que cuenta con todo nuestro apoyo y esfuerzo común necesario. No es que el desafío merezca la pena, es que no hay marcha atrás.