Los retos del sector ante la transición energética

La descarbonización está generando un proceso de transformación sin precedentes en el sector energético, que está siendo impulsado y demandado desde la sociedad. Los gobiernos, instituciones y reguladores están implantando normas y leyes para construir una hoja de ruta que nos permita acometer la transformación del sector. Los agentes económicos están impulsando esta transformación, condicionando sus actuaciones a la aplicación de objetivos ESG. En un entorno tan complejo, las empresas del sector deben mantener su atractivo en los mercados, consiguiendo objetivos sostenibles de rentabilidad y reparto de dividendos. El desarrollo exponencial de las tecnologías se ha convertido en el principal facilitador para alcanzar los objetivos de descarbonización. Las compañías del sector deben integrar las tecnologías, transformando sus modelos de negocio y creando otros nuevos, en un marco en el que muchas no son todavía rentables y otras conllevan la paulatina sustitución de las actuales con el enorme esfuerzo económico derivado. Para ejecutar esta transformación, las empresas del sector deben trabajar con un modelo de transición energética previsible, con una regulación clara y basado en principios de neutralidad tecnológica.

Los biocombustibles y biogás deben disponer de un marco que facilite su desarrollo, pues serán necesarios para descarbonizar diferentes sectores de actividad. El hidrógeno debe contar con un marco normativo para su adopción de modo competitivo en la demanda, necesitando colaboración público-privada que facilite su desarrollo. Las tecnologías de captura, almacenamiento y uso del CO2 , deberán ser consideradas en la hoja de ruta de transición energética y deberán contar con el apoyo económico de los gobiernos. La electrificación será el vector energético dominante para la descarbonización, pero necesita resolver muchos aspectos para garantizar su implantación eficiente y asegurar la continuidad de suministro.

En este sentido, podemos resaltar: disponer de un marco de viabilidad económica para centrales de gas y nucleares; el desarrollo e implantación de un plan de almacenamiento energético con señales de precio que faciliten la captura de la inversión; la revisión del mercado eléctrico marginalista y adecuarlo al nuevo mix, así como los mercados de capacidad y de CO2; el desarrollo de las redes inteligentes dotándolas de servicios en TSO y DSO que faciliten la gestión de las “nuevas redes eléctricas” con alta capacidad de integración de generación renovable y autoconsumo, instalaciones de almacenamiento y puntos de recarga eléctrica; la implantación de medidas que fomenten la eficiencia energética; y la simplificación de procesos administrativos asociados al despliegue de todas estas infraestructuras. La transformación involucra a muchos actores, tanto en el sector energético, como en el consumidor (industria, empresas, pymes, residencial), y será necesario realizar una revisión profunda de toda la fiscalidad energética, sin prejuicios ni discriminación de las tecnologías y que redunde en precios energéticos competitivos para todos los consumidores.