La revolución sostenible de las personas

Me atrevería a afirmar, con cierta seguridad, que la mayoría de nosotros coincidiremos en visualizar un futuro del sector marcado, principalmente, por la velocidad a la que acometeremos los cambios necesarios para lograr un escenario totalmente descarbonizado. Y lo interesante es que ya no discutiremos dicha descarbonización, sino solamente el ritmo al que seremos capaces de lograrlo.

Los gobiernos e instituciones de un número creciente de países en nuestro continente siguen dando muestras del compromiso político adquirido para acelerar un proceso encaminado a reducir drásticamente las emisiones de CO2 tanto en Europa como en terceros países de los que importamos ciertos productos -entre ellos la electricidad- que forman parte del reciente Carbon Border Adjustment Mechanism incluido en el paquete de medidas del Fit-for-55 publicado hace pocos días. Las empresas, por su parte, han asumido la tarea que les corresponde y actuarán como tractor de una parte muy importante de las acciones necesarias para implementar las nuevas medidas legislativas. De hecho, comienza a ser cada vez menos diferencial la definición de “empresa sostenible”, dado que inevitablemente todas acabarán siéndolo, ya sea por responsabilidad social, por cumplimiento de la nueva regulación o para participar de las nuevas oportunidades que en una economía más sostenible se presentan y que en nuestro sector son numerosísimas.

Sin embargo, esta implicación de Gobiernos, Instituciones y empresas tan fundamental para la consecución de nuestro objetivo no será efectiva sin desarrollar otro factor posiblemente tan importante como los anteriores: la revolución “sostenible” de las personas. En la medida de lo posible, la reducción de emisiones debe internalizarse en cada uno de nosotros y ser determinante como criterio clave a la hora de elegir entre productos o servicios alternativos, aún a costa de otros factores como son precio, comodidad, tiempo o notoriedad. Elegir un suministro de electricidad renovable, utilizar combustibles como el biometano, acometer reformas de eficiencia energética, reducir el consumo de energía, o formar parte de sistemas de autoproducción colectiva, son solo unos pocos ejemplos de actitudes y decisiones responsables.

Las empresas afrontamos el reto de informar y poner a disposición de todos los consumidores aquellos productos y servicios que contribuyan a conseguir una reducción efectiva de nuestra huella de carbono. Y la necesaria concienciación que implica esa “revolución sostenible de las personas”, tendrá como resultado un cambio de hábitos y una mayor concienciación por adquirir productos y servicios sostenibles, aunque estos puedan implicar, en algunos casos, un pequeño sacrificio de nuestro “bienestar” a corto plazo.