El consumidor ante los retos del sector eléctrico

El futuro inmediato del sector eléctrico en España pasa, inexorablemente, por una serie de tópicos que, “oh sorpresa”, se han convertido en realidad. La generación distribuida, el vehículo eléctrico y la acumulación, la preminencia de las renovables, el papel activo de la demanda, se convierten en los vectores de desarrollo de este sector aunque, lógicamente, no en las soluciones. Simplemente, los problemas son distintos, pero en mi opinión el protagonismo que tiene en su mano el consumidor es lo realmente diferencial.

En los foros de los primeros años 2000 se decía “poner al consumidor en el centro”, y ya no se trata de eso, sino de que éste decida dónde se quiere situar. La demanda comienza a tener opciones reales de decidir su estrategia energética. Conceptos como “las eléctricas”, comienzan a estar gastados y carentes de sentido. En generación contamos con más de 500 agentes de todos los tamaños, la comercialización está desbocada en España con más 430 empresas dedicadas a esta actividad y la distribución se encuentra ante un reto crucial: o la total renovación o pasar a convertirse en una actividad residual entre el consumidor y el TSO. Este nuevo consumidor debe asumir su papel y tomar sus propias decisiones. No van a faltar, como siempre, quienes pretendan tomar esas decisiones por nosotros.

Por primera vez en este mercado energético tenemos la oportunidad de cerrar acuerdos de largo plazo vinculados a generación renovable y con unos precios realmente interesantes. Podemos autoconsumir, empezar a almacenar, comenzar a diseñar nuestras comunidades energéticas y hacer que nuestra gestión de la demanda sea un factor clave en el diseño del futuro del sector. La gestión de la demanda activa ha de convertirse en el nexo entre el consumidor y el resto del sector. La figura del agregador independiente de la demanda, introducida en la Ley de Sector por el RDL 23/2020, de 23 de junio, y que lo diferencia claramente del comercializador, otorga a la demanda un importante papel a jugar al menos en tres esferas: participación en los servicios de ajuste del Operador del Sistema (REE), mercados locales de flexibilidad y subastas de capacidad.

Todo lo anterior supone poder obtener rentabilidad económica por nuestra flexibilidad. Y esa flexibilidad, proviene de conocer con exactitud nuestro comportamiento como consumidores, derivado de una profundización en eficiencia energética. Así, la inversión tecnológica requerida queda inicialmente amortizada en forma de un consumo más eficiente. En definitiva, nos integramos en un claro proceso de sostenibilidad, como factor competitivo en un mundo en el que nuestro cliente final cada vez valora más esta responsabilidad social.