Biomasa: sostenibilidad, transición justa y bioeconomía

Hace ya casi una década que elEconomista Energía inició su andadura. En estos años, la situación energética de España y Europa y las perspectivas y objetivos a alcanzar, han vivido intensos cambios. El peso de las fuentes de energía renovables se ha reforzado a lo largo de este periodo, en el que, entre otras cosas, hemos comprobado la urgencia de dar respuesta a la emergencia climática y estamos atravesando una pandemia y una crisis que han reafirmado la necesidad de que la recuperación sea verde. En este contexto, será clave contar con fuentes de energía como la biomasa, capaces de contribuir a la solución de estos acuciantes retos.

La producción energética renovable con biomasa destaca por su versatilidad y escalabilidad, así como por el valor añadido que aporta desde el punto de vista medioambiental y socioeconómico. Se trata de una tecnología fuertemente vinculada al medio rural y que, por tanto, no solo favorece la creación de una cadena de valor nacional, sino que se integra de forma ejemplar en el territorio y con los sectores primario y secundario. En concreto, la utilización de la biomasa agroforestal permite dar un nuevo valor a restos que, de otro modo, acabarían quemándose de forma incontrolada. Así, su transformación en energía renovable evita este riesgo medioambiental, al tiempo que supone una importante contribución a la bioeconomía circular. La biomasa es, además, la tecnología renovable que más empleo crea allí donde se desarrolla: más allá de la construcción de las instalaciones, abarca empleos directos, indirectos e inducidos que se mantienen a lo largo de la vida útil de los proyectos (inversiones de más de 25 años). De hecho, por cada MW instalado, esta tecnología genera en torno a 30 puestos de trabajo, en la mayoría de las ocasiones en el ámbito rural, contribuyendo así a la fijación de población y a la creación de riqueza en estas áreas despobladas.

La producción con biomasa coadyuva a avanzar en la senda de la transición energética justa y a caminar hacia la descarbonización del sistema eléctrico, en línea con los objetivos marcados desde Bruselas. Y lo hace, además, garantizando la seguridad de suministro, al tratarse de la única tecnología renovable gestionable y que no depende de la meteorología. La biomasa aporta una producción de cerca de 7.500 horas anuales, promueve la capacidad de innovación y, en definitiva, nos acerca como economía y como sociedad a un modelo productivo basado en la bioeconomía. Un modelo de presente y de futuro en el que la biomasa está llamada a ocupar un papel clave y en el que -seguro- nos habremos consolidado cuando, dentro de unos años, conmemoremos los 200 números de esta revista.