Acelerar una transición energética justa es posible

Hace escasos días, tras el anuncio de los nuevos objetivos de reducción de emisiones publicados por la Comisión Europea conocidos como Fit for 55, se ha abierto un debate sobre la viabilidad y la celeridad propuestas por la Comisión. El objetivo anunciado pretende reducir un 55% las emisiones de CO2 para el año 2030. Es una gran noticia que hayamos superado el debate sobre la necesidad de cuidar el medio ambiente y los beneficios de reducir las emisiones para pasar a debatir cómo vamos a hacerlo. El cambio de modelo energético es un reto transformador imparable, pero su éxito, aceleración e impacto socioeconómico, dependerán de las decisiones que se discutirán en el parlamento europeo en las próximas semanas.

En nuestros ayuntamientos, comunidades autónomas y ministerios también se están tomando decisiones para apoyar el cumplimento de estos objetivos. El Plan Nacional Integrado de Energía y Clima contempla, aproximadamente, 50.000 MW adicionales de solar y eólica entre 2020 y 2030. Según Citibank, en el primer trimestre de 2021 se instalaron 700 MW de nueva potencia renovable en España. Todavía estamos lejos de los 5.000 MW al año de media, pero de la mano de las comunidades donde construimos estas infraestructuras, llegaremos a este objetivo de una manera respetuosa con el medio natural. El sector privado no se ha quedado atrás, empezando por las entidades financieras. En 2018, más de 50 bancos estaban ya adscritos a un acuerdo para no financiar nuevas instalaciones de carbón. Grandes gestoras de fondos de inversión internacionales, entre ellas Brookfield y KKR, han levantado decenas de miles de millones de euros para financiar empresas que desarrollan proyectos de transición energética con los más altos criterios de sostenibilidad. Adicionalmente, es necesario invertir en nuevas tecnologías de almacenamiento para complementar las renovables y llegar a un sistema energético de cero emisiones. Soluciones como el hidrógeno verde son la mejor alternativa a los combustibles fósiles, capaces de aportar energía suficiente en los procesos industriales a altas temperaturas sin emisiones de CO2.

La energía solar, eólica y las baterías han demostrado una importante curva de aprendizaje, reduciendo su coste de forma muy significativa en los últimos años. El hidrógeno verde apenas empieza este proceso y hoy tiene un coste elevado. La Agencia Internacional de las Energías Renovables (IRENA) estima que el coste de fabricación de los equipos necesarios para producir hidrógeno se reduzca un 50% para 2030. Los fondos europeos ayudarán en esta transición tecnológica, pero aprendamos del pasado e invirtamos en aquellos proyectos que ayuden a este desarrollo del hidrógeno minimizando sobrecostes asociados a su poca madurez tecnológica. Nuestra capacidad para optimizar las inversiones públicas, movilizar la inversión privada y contar con el apoyo de los reguladores y las administraciones para ejecutar esta transición, de manera justa e inclusiva, determinará el éxito de nuestra sociedad frente a este reto tan relevante.