El precio del petróleo remonta el vuelo en plena transición energética

La Agencia Internacional de la Energía cree que el consumo global de crudo podría recuperar, este año, el 60% del volumen perdido en 2020 por la pandemia

El precio del petróleo ha remontado el vuelo y ha vuelto a cotizar a niveles prepandemia. El barril de Brent -de referencia en Europa- ha llegado a superar los 65 dólares en febrero, mientras que el West Texas Intermediate (WTI) -de referencia en EEUU- ha rebasado los 60 dólares barril.

Una de las causas que, según los expertos, ha llevado a que el precio del oro negro se haya revalorizado más de un 40% en los últimos seis meses, ha sido la decisión de los miembros de la OPEP+ y sus aliados, en abril pasado, de recortar la producción. Ahora mismo, los recortes se mantienen en 7,2 millones de barriles de petróleo al día -desde los 9,7 mbd con los que se empezó-, a la espera de lo que suceda en la próxima reunión que tendrá lugar a principios de marzo. Recordemos que la guerra de precios entre Rusia y Arabia Saudita, unida a la crisis sanitaria, llevó al petróleo estadounidense a cifras negativas por primera vez en la historia.

Otra de las cuestiones que está animando a la recuperación del precio del petróleo desde finales del pasado año ha sido, sin duda, la puesta en marcha, a nivel mundial, de los planes de vacunación contra el coronavirus para acabar con la pandemia. Esta medida -siempre que se cumpla con el calendario previsto- permitirá levantar, gradualmente, las estrictas restricciones de movilidad impuestas por los gobiernos de todo el mundo para contener el virus.

A este respecto, la Agencia Internacional de la Energía (AIE) afirma que las previsiones de crecimiento económico y de la demanda de petróleo a nivel global dependen, en gran medida, “del progreso en la distribución y administración de vacunas y de la flexibilización de las restricciones de viaje en las principales economías del mundo”.

De momento, la demanda de crudo ya se está recobrando y es muy posible que el consumo global de petróleo pueda recuperar, en 2021, el 60% del volumen perdido en 2020 por la crisis sanitaria, según el último informe de mercado de la AIE. El organismo internacional -que no obstante apela a la prudencia-, cree que la demanda mundial de petróleo podría crecer en 5,4 millones de barriles diarios en 2021 y alcanzar los 96,4 millones de barriles. Aunque se espera que la demanda de petróleo caiga en un millón de barriles diarios en el primer trimestre del año, unas perspectivas económicas más favorables apuntan a una mayor demanda en la segunda mitad de 2021.

El precio del crudo también se ha dejado seducir por el Plan de Estímulo Fiscal de Joe Biden, por valor de 1,9 billones de dólares, para ayudar al país a combatir las consecuencias económicas de la pandemia. La UE también ha acordado un Plan de Recuperación de 1,8 billones de euros para reconstruir una Europa más ecológica y digital.

Todas estas cuestiones, unidas a factores de tiempo estacionales como la ola de frío que asoló el Estado norteamericano de Texas a mediados de febrero y que dejó más de 4 mbd de petróleo estadounidense fuera de los canales de producción por la congelación de pozos y cortes del suministro eléctrico, han ayudado a esta subida de los precios.

El futuro del petróleo

La caída del mercado en 2020 provocada por la pandemia -vuelos suspendidos, industrias cerradas y trabajadores confinados en sus casas-, ha pasado factura a la industria del petróleo -y también a la del gas-. A medida que avanzaba el año, la demanda y los precios se fueron estabilizando, pero muy por debajo de los niveles de principios de año.

En su último informe, DNV GL estima que los combustibles fósiles seguirán suministrando, aproximadamente, la mitad de la energía mundial para 2050, lo que augura un futuro a largo plazo para el petróleo y el gas. “Nadie espera un declive uniforme a lo largo de estas décadas. Ahora mismo hay tanto cambio en movimiento en la industria, que es probable que veamos más picos y caídas de precios”, señala el documento.

No obstante, el cambio de tendencia hacia un futuro sin emisiones, está allanando el camino a otras tecnologías más limpias que, como las renovables, están empezando a adquirir un mayor protagonismo en estos últimos años.

Las empresas petroleras y de gas llevan tiempo reinventándose y enfocando sus negocios hacia el sector de las energías verdes, con el objetivo de ampliar su radio de acción y poder liderar el proceso de descarbonización y transición ecológica en el que estamos inmersos, y adoptando soluciones más ecológicas en sus operaciones, como el uso de combustibles más limpios. El 57% de los profesionales del petróleo y el gas encuestados por DNV GL, afirma que su organización aumentará la inversión en proyectos de energía renovable en 2021.

Según la nueva investigación de McKinsey & Company, más del 50% de la generación de electricidad mundial provendrá de fuentes renovables en 2035. El documento señala que el consumo de electricidad se duplicará para 2050, “a medida que la demanda de energía se electrifique, la riqueza aumente y el hidrógeno verde cobre impulso”. Sin embargo, añade, “no se puede dejar de lado el impacto de los cambios en el comportamiento ocasionados por el Covid-19, ya que el aumento del teletrabajo y la reducción de los viajes, podrán reducir la demanda mundial de petróleo en 2 millones de barriles diarios en 2035”.

Por otro lado, a medida que el mundo se descarboniza, los petroestados -países que dependen de los ingresos de la producción de petróleo y gas- se enfrentan a un agujero de más de 9 billones de dólares en los próximos 20 años. Algunos necesitarán apoyo internacional fuerte para diversificar sus economías y evitar la inestabilidad social y política, según un nuevo informe de Carbon Tracker, que calcula que 40 petroestados podrían enfrentar una caída promedio del 46% en los ingresos esperados del petróleo y el gas como consecuencia del endurecimiento de la política climática global y los avances tecnológicos.

La imperiosa necesidad de reducir la dependencia del petróleo en la transición energética exige a los petroestados que actúen ahora -algunos de ellos ya lo están haciendo- para reducir su dependencia de los ingresos del petróleo y el gas, recortando el gasto público, aumentando nuevos impuestos y reestructurando sus economías. El informe advierte que continuar invirtiendo en nuevos proyectos de petróleo y gas, “conlleva el riesgo de crear activos varados y desperdiciar capital que sería mejor gastar en desarrollar nuevas industrias sostenibles”.