No me toquen los cables, que me conozco

El comienzo del año nos ha dejado bien claro que el entorno y las circunstancias pueden cambiar en poco tiempo. Estrenamos el mes de enero con un temporal de nieve sin parangón en los últimos 50 años y avivando el debate sobre el recibo de la luz.

El debate está centrado en el precio de la energía y, cuando esto pasa, se llenan las calles, sustituyendo incluso a nuestro virólogo interior por nuestro experto energético interior, dejando incluso de hablar del COVID por unas horas. Tertulianos y políticos se animan a afirmar que hay que intervenir el mercado eléctrico, pero ninguno explica cómo hacerlo, porque no es lo mismo tuitear o dejar titulares fáciles para crear corrientes de opinión a favor o en contra del gobierno, que profundizar en un sector verdaderamente complejo.

¿Por qué sube la luz?

Suele pasar que cuando la demanda de algo sube, el precio sube y cuando la demanda baja, el precio baja. El mercado eléctrico no es perfecto y sus complejidades hacen que no siempre se cumpla esta ley. Pero, en general, lo hemos visto en estas semanas con precios de la energía disparados, y lo vimos en el confinamiento con precios del mercado tan baratos que incluso hicieron saltar por los aires algunos PPA.

La escasez de gas es, claramente, una razón para el incremento del precio de la energía en el mercado diario. Era complicado prever hace meses la ola de frío de principios de año para abastecerse de GNL suficiente y almacenarlo para poder ser regasificado al incrementarse la demanda. El hecho de que el gas en unas ocasiones, y la gran hidráulica en otras, cierren el precio en la subasta para retribuir a todas las tecnologías, puede generar una distorsión si las dos tecnologías están en manos de los mismos actores.

¿Para quién sube el recibo de la luz?

Esta pregunta es fácil de responder: para los mismos a los que les baja cuando se abarata el precio de la energía en el pool. En otras palabras, los que están expuestos a la volatilidad del precio horario. Clientes en mercado libre con contratos indexados o domésticos que “disfrutan” del PVPC, la tarifa regulada que el actual gobierno mantiene para proteger a los pequeños consumidores y que terminará desapareciendo por imperativo europeo y que fue ideada tras el fiasco de la TUR por el último gobierno del Partido Popular. La misma tarifa que solo pueden ofrecer los comercializadores de Referencia o COR y que compite con la que ofrecen los comercializadores libres.

Por tanto, es fácil deducir que aquellos consumidores con tarifa fija no ven alterado el precio de la energía que demandan porque es su suministrador el que les resguarda de la volatilidad, con su estrategia de compraventa de energía. Sería deseable que políticos y tertulianos aclarasen este aspecto en sus comentarios para no estresar a la opinión pública. Distinguir entre generadores, distribuidoras y comercializadores, sería también muy útil para no confundir al respetable cuando se habla de forma generalista de las “eléctricas”. Ya habrán razonado que, salvo en los grupos verticalmente integrados, donde funcionan como vasos comunicantes, las pérdidas y ganancias de generadores y comercializadores independientes suelen ser antagónicas o, al menos, neutras.

Recibo de la luz, cajón de sastre.

El recibo de la luz ha sido utilizado como arma de política fiscal por los sucesivos gobiernos desde hace décadas sin importar su color y es que hay una gran diferencia entre aplicar impuestos y tasas a 29 millones de consumidores eléctricos o a 20,5 millones de contribuyentes de IRPF. Bajar el IVA de la factura o eliminar o reducir el IEE o el 7% del impuesto a la generación que nos impone una desventaja frente a la generación de Portugal o Marruecos, está en manos del gobierno y no de la voluntad del sector, que es el objeto de la ira de los consumidores en este momento en el que todos echan balones fuera.

¿Son las renovables las culpables de la subida?

Siempre, por supuesto. El mantra histórico del sector. Al mínimo estornudo energético, nos señalan por estar o no disponibles, por haber recibido ayudas para compensar las externalidades de las otras tecnologías. Incluso los nuevos “conversos” que vienen de los combustibles fósiles, han dejado caer su careta verde cuando lo que se ha encarecido es el gas, hoy que se benefician de la curva de aprendizaje recorrida por otros y cuando la creación del fondo de sostenibilidad del sistema aplica el principio de quien contamina, paga y nos empuja a la electrificación de la demanda. No olvidemos que las renovables baratas de hoy, son hijas de aquellos inversores que apostaron por ellas en el pasado. Sería injusto olvidar ese camino recorrido en una tecnología inmadura entonces y que ha sufrido la inestabilidad regulatoria de los últimos lustros.

¿Qué pasa cuando no hay recurso renovable?

Lo mismo que cuando no hay combustible fósil, que no hay capacidad para cubrir la demanda. Porque la coyuntura actual no tiene que ver con la potencia o la tecnología instaladas, sino con la disponibilidad en los mercados internacionales del gas que no tenemos y debemos importar, provocando el gran absurdo de tener prácticamente parada toda nuestra capacidad de ciclos combinados y cubriendo gran parte de nuestra demanda por agua turbinada, eso sí, a precio de ciclo combinado con un coste variable de gas al doble que nuestros homólogos europeos.

Para terminar, respiremos profundamente. La subida de precios de las últimas semanas tiene una explicación coyuntural y, poco a poco, volveremos a la normalidad, la de siempre, no la nueva, la que sigue en constante transición hacia las renovables y las redes inteligentes. No tiene sentido intervenir o modificar el mercado eléctrico de manera impulsiva y populista. De otro modo, no deberíamos llamarlo mercado que en cambio puede ser regulado. El dinero y las inversiones huyen de la improvisación. Ya deberíamos haberlo aprendido.