Perseverancia: la brújula del refino en la transición energética

Estamos llegando al final del último mes del año que, como siempre, trae el balance de los propósitos que acompañaron su inicio y los compromisos con los que pretendemos comenzar el nuevo calendario.

Acaba este 2021 con la preocupación por los precios de la energía, no solo de los combustibles, sino también, y especialmente, de la luz y del gas. Una coyuntura que puede prolongarse y que coincide con un momento en el que la transición energética puesta en marcha en nuestro país, como en el conjunto de la Unión Europea, adquiere una mayor celeridad. La metamorfosis del modelo actual ya ha comenzado y la necesidad de abordar esta transformación es tan inminente como incuestionable, pero decidir cómo lo logramos merece una cierta reflexión.

La cuestión es si todas las tecnologías pueden contribuir a descarbonizar la economía, siempre y cuando aporten una reducción significativa de emisiones. No se trata de poner el fin por encima de los medios, sino de multiplicar las opciones para garantizar que alcanzamos nuestro objetivo. Por eso, la neutralidad tecnológica es el mejor camino para llegar a la neutralidad climática. No rechazamos que la electrificación es una vía para lograrlo, pero sí reiteramos que no es la única. Esa es la clave para una transición energética inclusiva y justa, que tenga en cuenta a todos y no deje a nadie atrás. Y eso es lo que debiera guiarnos en este proceso de cambio.

En mayo, el Congreso aprobó la Ley de Cambio Climático y Transición Energética en la que, finalmente, se incluyeron todo tipo de combustibles líquidos bajos o neutros en carbono como fuente de energía, pero no como una opción para la movilidad ligera, para la que únicamente se apuesta por la electrificación.

Se reconoce la capacidad de los ecocombustibles, pero no su aplicación, lo que implica de facto una limitación a su desarrollo, un desincentivo a la inversión en tecnologías que contribuyan a la reducción de emisiones y una privación a los usuarios de motores de combustión de una solución inmediata e inclusiva para reducir las emisiones de CO2.

Frenar este desarrollo es un motivo de preocupación, no solo para las zonas donde se asientan las refinerías y para el conjunto del país, en el que la industria del refino sostiene 200.000 empleos, sino también, y muy especialmente, por la pérdida de las oportunidades que podrían crearse en un futuro inmediato con la producción de combustibles líquidos bajos o neutros en carbono, la transformación de las refinerías en centros multienergéticos hipereficientes, la plena incorporación de la “energía de la próxima generación” -en palabras de Úrsula von der Leyen- que supone el hidrógeno, o la producción de ecocombustibles a partir de residuos agrícolas y forestales, como un claro impulso para la España rural y vaciada.

Otras novedades que ha traído este año y se prevén para el próximo, como la creación del Fondo Nacional de Sostenibilidad del Sistema Eléctrico, tampoco aportan la necesaria certidumbre, en un marco en el que pretende establecer una financiación cruzada entre sectores, de forma que gas y combustibles sostengan ahora el coste de las renovables de hace años.

A pesar de ello, confiamos en que los próximos pasos que puedan darse en la evolución hacia una economía más verde y más sostenible tengan en cuenta el importante papel de las refinerías como productoras de ecocombustibles.

Que se valore el hecho de que cada punto porcentual de estos combustibles que se añade a la mezcla de gasolina o gasóleo supone una reducción de 800.000 toneladas de CO2/año, y de que son imprescindibles para una transición energética inclusiva para todos los sectores y transportes. Y que se tenga en cuenta el conjunto de emisiones, a lo largo del ciclo de vida del producto, para que la transición energética, además de inclusiva, sea justa.

Pero todo ello solo será posible contando con un diálogo responsable y resolutivo con el Gobierno, que reconozca al refino la oportunidad de participar y aportar a la transición energética con todo el potencial del que es capaz y todo el compromiso que está demostrando en la descarbonización. Eso es lo que venimos demandando y estamos promoviendo, aunque hay que reconocer que por el momento con poco éxito, a pesar de que el sector siempre ha manifestado su voluntad de colaborar y no de confrontar. Quizás aquí radique la falta de éxito.

Con esa firme voluntad de diálogo se ha constituido este verano la Plataforma para la Promoción de los Ecocombustibles, de la que formamos parte ya más de dos decenas de entidades que sostienen más de cuatro millones de empleos, unidos bajo la demanda común de respeto a la neutralidad tecnológica y un marco legal estable que brinde seguridad para desarrollar ecocombustibles a gran escala. Una demanda que se eleva también al ámbito europeo y al paquete de medidas bautizado como Fit for 55.

Son muchos los elementos para tener en cuenta en el balance de un año, marcado por el necesario inicio de una recuperación económica de la que todos queremos y debemos formar parte. Para 2021, el Cambridge Dictionary ha escogido “perseverancia” como palabra del año. En efecto, ha protagonizado estos doce meses que dejamos atrás, en los que hemos tenido que afrontar nuevos retos, que no hacen sino prepararnos para futuros desafíos.

En este empeño, la perseverancia nos seguirá guiando en nuestro compromiso con el crecimiento del país y la sostenibilidad del planeta. Sabiendo que solo con unos objetivos coherentes y una estrategia sólida, el diálogo con las Administraciones, el compromiso de todos sectores y la cooperación entre todas las tecnologías, podremos recorrer el camino que se presenta ante nosotros. De hacerlo de forma tan sostenible y sólida, como inclusiva y justa.