La nueva Estrategia de Almacenamiento, un reto formidable

En los primeros días del mes de octubre, el Ministerio de Transición Ecológica presentó, a través de la Subdirección de Prospección y Estrategia, el primer borrador del Plan Estratégico de Almacenamiento Energético, un documento extenso y muy elaborado, que dibuja un escenario ambicioso, equilibrado y sólido para el futuro del almacenamiento en nuestro país.

Es, por lo tanto, un buen punto de partida, aunque la tarea que tenemos por delante -y digo tenemos porque es el sector de la energía en su totalidad, y no solo el regulador, el que tiene que afrontar el reto de transformar íntegramente el modelo energético- es inmensa, titánica, por su envergadura y complejidad. Pero también, y esta es la gran noticia, es irreversible.

Si llegamos a construir un modelo algo parecido a lo que propone el borrador y lo hacemos en un plazo de tiempo razonable, habremos dado un paso adelante como modelo energético y como país de una envergadura y consistencia abrumadora. Por eso insisto en el tenemos, porque el reto es enorme, como también lo serán los beneficios.

El borrador contempla el almacenamiento desde todos los ángulos posibles. Esta es su gran virtud, no dejar apenas escenarios vacíos de contenido. Y lo hace desde una idea que resulta muy coherente con el nuevo modelo energético al que nos dirigimos: todo está absolutamente entrelazado.

Vamos a un ecosistema de múltiples interconexiones en el que los consumidores serán, a su vez, generadores, las tecnologías buscarán la mejor forma de complementarse entre sí y el sistema deberá, a pesar de su mayor complejidad, ser hiper eficiente o no será operativo, no ofrecerá retornos a las inversiones, no encontrará tampoco financiación disponible a su alcance.

Negocios tan diferentes como la prestación de servicios a las redes de transmisión o distribución, en combinación con aquellos que tienen al ciudadano en el eje de actuación como la agregación, las comunidades energéticas o las comunidades virtuales, combinados a su vez con el almacenamiento en la generación o la hibridación, finalmente deberán coexistir. Y para que esto suceda deberá existir un negocio posible tras cada una de ellos, una posibilidad real de negocio bien estructurado, regulado y sostenible en el tiempo.

¿Vamos a ser capaces de regular tanto, tan diferente y tan entrelazado en tan poco tiempo? Insistimos, el esfuerzo es titánico, pero es irreversible. Por eso la respuesta no es ni sí ni no. La respuesta es: hay que hacerlo, así que pongámonos a trabajar.

Los nuevos mecanismos de financiación del Plan de Recuperación y la apuesta decidida de la UE de impulsar la industria europea, nos darán una palanca motora que debemos aprovechar, ahora sí, para consolidar nuestra endeble cadena de valor industrial.

Y ante esta oportunidad, como país no podemos dudar, no debemos hacerlo. Es la hora de nuestra industria, de convertir en producto nuestro excelente I+D+i, de competir en los mercados internacionales, de crear empleo estable, duradero y de calidad, de apostar por “inventar nosotros” y “fabricar nosotros”, eso que nos ha resultado siempre tan ajeno, de extender toda la cadena de valor, desde la extracción de materias primas a la fabricación de componentes, desde la integración y montaje a la operación digitalizada de los activos, desde la gestión de demanda agregada a la economía circular y segunda vida.

Todos estos espacios son un suelo fértil y de largo recorrido para el almacenamiento que debemos explorar a fondo. Y si bien estos mecanismos de financiación tienen su origen en un drama económico y social como el que ha representado y representa aún el Covid 19, la realidad nos dice que en el primer semestre de 2021 se habrán asignado 140.000 millones de euros a proyectos en España, el 37% de los cuales recaerán en proyectos ligados a la transición verde, y de éste un 60% serán subvenciones a fondo perdido.

La disputa entre sectores está servida y desde el almacenamiento reclamamos nuestra cuota de participación en dichos fondos por dos motivos: el primero y fundamental, porque el almacenamiento ayudará a corto plazo a que el resto de las inversiones en energías renovables tengan sentido económico al sostener los precios del pool, y en segundo lugar, y no menos importante, porque ayudará a mantener el equilibrio técnico del sistema eléctrico y la calidad del suministro.

Aunque el almacenamiento es una casa común donde, en un futuro más o menos cercano, convivirán con el almacenamiento de baterías muchas otras tecnologías, todas complementarias entre sí, todas necesarias en función de su mejor uso y aplicación, como el bombeo, el añorado pero lejano aún hidrógeno verde o el almacenamiento termosolar, hay acaso un pequeño matiz que no debemos perder de vista: hoy, aquí y ahora y en los cinco próximos años, es el momento de las baterías.

Y lo es porque es la tecnología más desarrollada y con mayor posibilidad de ajustar sus costes a corto plazo, porque resuelve de forma impecable los problemas no estacionales del sistema eléctrico y, seguramente el más destacado, porque tiene un efecto tractor social que permitirá crear nuevos servicios, abrir paso a nuevos actores, fomentar la competencia, industrializar el país y crear puestos de trabajo estables, de calidad y alto valor añadido. Este es el gran potencial de esos fondos que debemos defender y capturar para el bien de todos. ¿Alguien da más?