La sostenibilidad como negocio, como medio ético y como fin

La palabra sostenibilidad lo inunda todo, está en todas partes y parece que el mundo gira a su alrededor, pero es algo así como la felicidad que todos aspiramos a alcanzar pero que no sabemos exactamente cómo definir. La energía mueve el mundo y no solo desde el punto de vista cinético. La geopolítica está muy relacionada con las fuentes energéticas y así seguirá siendo, aunque veamos en el futuro que, como en un juego de vasos comunicantes, unos van a bajar y otros a subir en términos de fortaleza económica. Esta predicción es aplicable tanto a empresas grandes y pequeñas como a los países dependientes energética y políticamente unos de otros. En el modelo conocido hasta ahora, la sostenibilidad ha sido dibujada como un peaje, algo así como un sacrificio.

Hasta hace poco tiempo, sostenible era igual a caro, obviando la letra pequeña que dice que lo que no es medio ambientalmente sostenible, no lo es económicamente. Ahora, muchos han descubierto lo que algunos vimos hace tiempo. Lo caro era mirar para otro lado, esconder el polvo debajo de la alfombra. Pero hay otro cambio más. Einstein decía que debíamos preocuparnos más por nuestra conciencia, que es lo que somos, antes que por nuestra reputación, que al fin y al cabo es lo que los demás piensan de nosotros.

Desconozco el calado de esta frase en el sector financiero pero, ciertamente, sostenibilidad y rentabilidad han pasado de antónimos a sinónimos en prácticamente una década. Sin estos parámetros, en pocos años será imposible atraer al asustadizo dinero.

Si a esto sumamos las regulaciones europeas sobre la taxonomía de las actividades sostenibles, los Reglamentos sobre la Difusión de Información No Financiera, así como el Reglamento de Divulgación Financiera Sostenible, tendremos unas guías bastante claras sobre la forma en la que invertiremos nuestro capital.

Hay muchas actividades a las que les van a preguntar sus ocho apellidos para demostrar su sostenibilidad. El green washing se hará imprescindible para aquellos que todavía se preocupan más por su reputación que por su conciencia, pero el camino hacia la transparencia y la sostenibilidad es progresivo y no da lugar a retroceder.

Dentro del sector energético, la sostenibilidad ha sido posible gracias a la íntima relación entre el sector financiero y los pequeños empresarios que, hace ya décadas, apostaron por las renovables cuando las grandes utilities decían que la energía barata no podía ser renovable. Hoy, no solo las grandes eléctricas se están transformando y cambiando su vector energético.

Renovable es ya sinónimo de barato y es, además, una exigencia de los ciudadanos que tienen la percepción de que la energía es algo a lo que no podemos renunciar. El sector oil&gas también está inmerso en un proceso de cambio, por conciencia, reputación o por exigencia ética de los inversores del que es imposible escapar.

España es, sin duda, un mercado muy atractivo para la inversión en energía limpia. Los datos aportados por REE sobre los permisos de acceso y conexión o la nueva potencia instalada en 2019 son la evidencia. Algunos hablan de burbuja otra vez, pero creo que el mercado, como mecanismo de regulación de oferta y demanda, hará las funciones antipiréticas necesarias para aplacar la fiebre actual. Lo bizarro de 2020 nos ha enseñado también que un evento inesperado como la pandemia del Covid, ha desplomado los precios de la energía en el mercado diario, haciendo saltar por los aires más de un PPA.

La discusión, ya ven, no está en el a dónde ir, sino en ver quién llega primero o quién modula la velocidad de la transformación. Son unas cuantas las lecciones aprendidas, pero muchas otras las que nos quedan por entender en un sector en constante y veloz evolución. El cambio tiene muchos frentes por parte de los ciudadanos, políticos y empresas y, a veces, incluso remando todos en la misma dirección.

La sostenibilidad es un nombre propio que tiene muchos apellidos pero pocos sinónimos. Financiera, económica, ética y medioambientalmente encajan a la perfección detrás del término. Pero son muchos menos si nos dejamos llevar por la tentación de poner la etiqueta sostenible a quien realmente no cumple con este atributo.

Creo que una parte relevante del término debe estar en la responsabilidad y en la ética con la que lo usamos. Ya ocurrió con términos como light o bio que terminaron por desacreditar a muchos de los productos que lucen esas palabras en su etiqueta y obligaron en su momento a regular su uso. No podemos arreglar un problema causando otro a cambio.

Otro cambio relevante es que los consumidores tenemos la oportunidad de ser responsables en la elección de los productos que compramos o los servicios que contratamos. Podemos ser protagonistas del cambio de muchas maneras, con un papel más o menos activo pero sin dejar de ser exigentes en mantener de la mano ética y estética, pilares imprescindibles de la sostenibilidad.

Actualmente, podemos ejercer un rol activo como consumidores y como productores a través del autoconsumo, el almacenamiento, las Virtual Power Plants o VPP o las comunidades de energía, que cumplen los criterios actuales de sostenibilidad.

El Paso del Rubicón está hoy en la pasividad frente al reto del calentamiento global. No hacer nada tendrá consecuencias mucho más graves y costosas económicamente que adoptar un papel activo y aquí es donde la sostenibilidad se transforma de medio a fin, en una tierra prometida en la que todos acabaremos habitando.