La ‘escalada’ de las renovables puede ser la solución a la crisis económica

Son muchos los dramáticos efectos económicos que la crisis sanitaria causada por el virus Covid-19 está desplegando a escala global. Entre ellas, una de las más sonadas ha sido el hundimiento de los precios del petróleo hasta alcanzar valores incluso negativos -ante el desplome de la demanda y la dificultad de almacenamiento de su excedente-. Ello podría tener, en un futuro no muy lejano, evidentes implicaciones geopolíticas de reposicionamiento y reasignación de los roles de poder a nivel internacional. Y no es este el único sector que está sufriendo los efectos económicos de la pandemia.

Quizá uno de los más golpeado por la emergencia sanitaria está siendo -y, previsiblemente, será al menos durante los próximos meses-, el turismo. Así, los distintos estadios de confinamiento, las restricciones a la libre circulación impuestas por diferentes países y la práctica paralización de la movilidad mundial han puesto en jaque las expectativas y previsiones económicas del sector turístico.

En este escenario, es difícil dar con noticias positivas o esperanzadoras. Pero no imposible. Así, la Agencia Europea del Medio Ambiente ha destacado recientemente una drástica reducción de los niveles de contaminación atmosférica en los grandes núcleos urbanos de los Estados miembros. En España, el estudio elaborado por la citada institución señala una disminución de los niveles de concentración de dióxido de nitrógeno en la atmósfera de un 41% en Madrid y de un 55% en Barcelona. Esta esperanzadora noticia, sin embargo, se ha visto enturbiada por la relajación en los estándares de protección ambiental que ya han anunciado países como China o Estados Unidos, con el pretexto de la necesidad de agilizar la recuperación económica una vez superada la crisis sanitaria.

Afortunadamente, en un sentido opuesto se han expresado los gobiernos de 17 países de la Unión Europea, que han exhortado a la Comisión Europea a utilizar el reciente Pacto Verde Europeo como punto de partida y marco político para, junto con la transformación digital, dibujar esa nueva normalidad de la que todo el mundo habla estos días.

Pues bien, España tiene una oportunidad única para rediseñar un modelo productivo que actualmente se sostiene en un porcentaje muy significativo sobre el sector turístico -representa un 12% del PIB y un 13% del empleo-. Y esa oportunidad, al contrario de la estrategia anunciada por China o Estados Unidos, pasaría por el mantenimiento de la firme apuesta europea por las políticas de protección ambiental, el fomento de la producción de energía a partir de fuentes renovables y la eficiencia energética.

Siguiendo con el argot coronavírico, la escalada del sector de las energías renovables en el modelo productivo español podría ser una solución a la grave crisis económica que muchos predicen -nótese que en el año 2018 el sector generó 11 millones de puestos de trabajo a nivel mundial, según los datos de la Agencia Internacional de Energías Renovables-, atendiendo al potencial eólico y solar de nuestro país.

De este modo, se daría respuesta a un doble reto: de una parte, el doblegamiento de la siguiente curva que empieza ya a preocuparnos -permítaseme de nuevo la alusión-, la de la destrucción de empleo y, de otra, el de la contención de cualquier pretensión de regresión en los estándares de protección ambiental y la hoja de ruta marcada para la transición ecológica.

A tal efecto, es de celebrar el desbloqueo y tramitación del tan esperado proyecto de Ley de Cambio Climático y Transición Energética, cuya remisión a las Cortes Generales ha sido acordada por el Consejo de Ministros el pasado 19 de mayo, si bien con unos objetivos mínimos de transición energética menos ambiciosos respecto de los previstos inicialmente en el borrador del anteproyecto y en el propio Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) 2021-2030.

El Gobierno ha dado señales de estar contemplando, además, la revisión del actual régimen retributivo específico que se asigna a los inversores mediante procedimientos de concurrencia competitiva -las comúnmente denominadas subastas de renovables-. Este tipo de sistemas de apoyo a la generación de energía a partir de fuentes renovables se han popularizado a nivel internacional como una herramienta idónea para el fomento de la implantación de proyectos de generación renovables.

Sin embargo, la oportunidad actual de renovación y reforma de las subastas de renovables no debe olvidar otros aspectos pendientes del sistema eléctrico, como los mecanismos de hibridación entre diversas tecnologías, la coordinación entre las subastas de renovables y los mecanismos de asignación de capacidad y la regulación de la figura del agregador de demanda y del almacenamiento.

A este respecto, el proyecto de Ley de Cambio Climático y Transición Energética contiene algunas disposiciones específicas sobre hibridación -requisitos para la compartición de un mismo punto de conexión a la red y capacidad de acceso para instalaciones renovables en hibridación, así como la inclusión en la norma básica del sector eléctrico de una remisión a un posterior reglamento que regule el procedimiento a seguir- y sobre almacenamiento -reconocimiento como sujetos del sistema eléctrico, retribución de la actividad de almacenamiento y participación en los mecanismos de gestión de la demanda-. Estas disposiciones podrían constituir un primer paso en el camino de la normativización de lo que ya no puede esperar más a ser una realidad en el sistema eléctrico español.

En cualquier caso, todo apunta a que habrá que esperar hasta finales de año o principios de 2021 para la celebración de estas nuevas subastas de renovables, tras la entrada en vigor de la inminente Ley de Cambio Climático y Transición Energética y la aprobación de las nuevas reglas que regirán estos nuevos procesos competitivos que, sin duda, favorecerán el avance del sistema eléctrico español hacia la descarbonización y, por qué no decirlo, quizá también constituya ese impulso que necesita el sector para escalar posiciones en el ranking de sectores más representativos del modelo productivo español.