La energía en el nuevo ‘EU Green Deal’: ¿transición o revolución?

La Comisión Europea comunicó en diciembre de 2019 su nuevo EU Green Deal, el Pacto Verde Europeo, que además de tener una notable influencia y repercusión en la acción y planificación de gobiernos y empresas representa, sin duda, la ocasión perfecta para transformar en oportunidad un desafío tan urgente. Responder a los retos del cambio climático y a la presión medioambiental por medio de una estrategia de crecimiento que aspira a una sociedad equitativa y prospera en una economía eficiente en el uso de recursos, se nos puede antojar como la cuadratura del círculo. Sin embargo, solo son nuevas formas de expresar el desafío del desarrollo sostenible que, desde hace décadas, lleva tratando de equilibrar las necesidades de la sociedad con los recursos finitos del planeta.

Sin caer en falsos optimismos, debemos reconocer que la modernización y transformación de la economía con miras al objetivo de neutralidad climática ya ha comenzado en Europa. Muestra de ello es que, entre 1990 y 2018, la UE redujo sus emisiones de gases de efecto invernadero un 23%, al tiempo que la economía creció un 61%. Pero este ritmo no será suficiente para el objetivo de reducción del 50%, en 2030. Y mucho menos para neutralizar las emisiones en 2050. La producción y consumo de energía, que representa el 75% de las emisiones de gases de efecto invernadero de la UE, se presenta como gran parte del problema, pero también de su solución. El polo energético del Pacto Verde aspira a un suministro de energía limpia asequible y segura. Inevitablemente, la energía emerge como un vector que alimenta otros polos del Pacto, como el de la industria limpia y circular, el uso eficiente de energía en la construcción o la transición hacia una movilidad sostenible.

La transición energética, especialmente en el sector eléctrico, se está manifestando más como una revolución que como una transición progresiva. El brutal descenso de costes de las energías solar fotovoltaica y eólica de la última década, está rompiendo el tablero de un sector que tendía al monopolio natural y dominio de los combustibles fósiles.

El Pacto Verde expone que reducir aún más las emisiones es un reto que exigirá una inversión y esfuerzo público masivo. En mi opinión, en el sector eléctrico, no es acertado plantear esfuerzos que se puedan percibir como un sacrificio económico en aras de la transición energética y descarbonización. El capital privado ya se está dirigiendo hacia la acción por el clima por medio de las renovables. En primer lugar, porque ya es la mejor solución económica en coste de producción energética, incluso sin contar los costes indirectos para la sociedad de sus competidores fósiles. Por su parte, los combustibles fósiles en producción eléctrica están ya en retroceso mundial y, aunque el carbón tiene los días contados para electricidad, el gas desarrollará un papel importante compitiendo en la gestión de las renovables discontinuas con el almacenamiento con baterías.

La transición energética ha venido a romper roles tradicionales del sector eléctrico. Vemos consumidores participando en la compra de energía, generadores que comercializan energía o nuevas y jóvenes comercializadoras entrando con decisión en la generación distribuida y limpia.

Los grandes consumidores y corporaciones están descubriendo y usando acuerdos de compra de energía tipo PPA. Las partes acuerdan un precio prefijado que permite a la corporación reducir costes e incertidumbres al tiempo que cumple con sus objetivos corporativos de descarbonización, mientras que al desarrollador renovable el PPA le permite tomar una decisión de inversión bajo criterios de rentabilidad y conseguir la financiación necesaria para ejecutar el proyecto.

El sector privado está empujando, pero se hace más necesaria que nunca una intervención clara del regulador energético para mandar las señales acertadas al mercado. El real decreto ley 23/2020 de 23 de junio, con medidas en materia de energía y otros ámbitos para la reactivación económica, representa un buen paso en esta dirección.

Es preciso mantener un sector de generación eléctrica equilibrado, que acomode la imparable penetración de tecnologías renovables no gestionables y, para ello, se debe mirar también a la demanda. Ya no hacen falta subvenciones ni primas, pero sí una regulación más decidida. Los procedimientos se deben orientar a la eficiencia en costes y gestión en el lado del parque generador, pero también a intervenir mandando señales que permitan flexibilizar el lado de la demanda con especial atención a los vehículos eléctricos.

Tanto el citado RD como el Pacto verde incentivan la participación de consumidores con nuevos modelos como el agregador de la demanda o las comunidades energéticas. En este sentido, el agregador independiente será capaz de combinar la demanda de varios consumidores de electricidad o varios generadores para su venta, introducirá en el mercado un mayor dinamismo y permitirá la creación de proyectos y servicios de flexibilidad bancables en un sector tan difuso. Igualmente, el Pacto Verde y RD incorporan la definición de comunidades de energías renovables, que tienen como fin la participación de los ciudadanos y autoridades locales en proyectos de energías renovables, lo que permitirá una mayor aceptación local de estas energías y una mayor participación de los ciudadanos en la transición energética, como hemos visto en California con el crecimiento exponencial de los CCA (Community Choice Aggregators).

El Pacto Verde persigue un uso eficiente de la energía y los recursos en la construcción y renovación de edificios. La planeada oleada de renovación de edificios públicos y privados también persigue reducir la factura y atenuar la pobreza energética, a la vez que permitirá digitalizar los edificios para su más fácil intervención en los mercados eléctricos. Como se reclama en el pacto, los enfoques convencionales han dejado de ser suficientes y, en el caso de Transición Energética, parece claro que, con o sin Pacto Verde, estamos observando la transformación de un problema y desafío urgente en una oportunidad única.