La Transición Energética es responsabilidad de todos

Para finalizar un convulso año 2020, el sector energético también se ha vuelto convulso. El anuncio del Anteproyecto de Ley para crear el Fondo Nacional de Sostenibilidad del Sistema Eléctrico (FNSSE), algo que no deja de ser el anuncio del comienzo de la tramitación, ha puesto todas las cartas sobre la mesa en este tablero de juego que es el sistema energético. La electrificación es la forma más eficiente de introducir energías renovables y descarbonizar nuestro modelo: el 49,8% de la electricidad en diciembre y el 43,6% en todo 2020 fue renovable.

Antes de nada, es importante aclarar algunos datos, algo que nos ayudará a centrar el debate. En primer lugar, para aquellos que no conozcan los grandes números del sector energético, la electricidad supone un 22,2% del consumo de energía final (dato de 2019), en contraposición con los productos petrolíferos (54,1%) o el gas natural (15,3%), todo ello como consumos finales (el consumo real de estos hidrocarburos aumenta cuando contabilizamos la procedencia de la electricidad, pero eso sería consumo de energía primaria). Por lo tanto, quedémonos con el dato de que la electricidad está en la franja del 20-25% de la energía consumida.

También debemos ver cuál ha sido la evolución de las emisiones asociadas a los distintos sectores. Según el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO) en su Avance del Inventario de Emisiones GEI, el sector eléctrico había reducido sus emisiones un 35%, mientras el transporte lo había aumentado un 53% y el residencial un 56%, por el aumento de combustibles fósiles. Mientras el sector eléctrico está haciendo un importante esfuerzo de descarbonización (-35%), otros sectores experimentan incrementos superiores al 50% respecto al año de referencia (1990).

El último dato que es importante poner sobre la mesa es el de la balanza comercial nacional. Una balanza lastrada por las importaciones de los combustibles fósiles. Mientras el sector renovable ha tenido de forma constante un saldo neto exportador, el sector energético hunde claramente nuestra balanza de pagos: el déficit total comercial de España en 2019 fue de 31.980 millones, 8.737 debido al déficit de los sectores no energéticos y 23.242 millones de euros correspondientes al déficit comercial por la energía. Y esto a pesar de que las renovables, como hemos dicho, tienen un balance neto exportador año tras año. El grave déficit comercial, tanto del sector energético como de toda nuestra economía, es culpa de nuestra dependencia – y carestía propia – de los combustibles fósiles: petróleo, gas y carbón que debemos importar.

Una vez vistos los porcentajes de electricidad respecto a la energía, la disminución de reducciones en el sector eléctrico y su aumento en otros, y cómo lastra nuestra balanza comercial la dependencia de combustibles fósiles, podemos empezar a hablar del FNSSE.

El FNSSE propone que una parte de los costes del sistema eléctrico, la correspondiente a renovables, cogeneración y residuos, sea financiada por todos los actores del sistema energético, que, junto a la recaudación de los tributos contemplados en la Ley 15/2012 y los ingresos procedentes de las subastas de CO2, serán responsables de contribuir económicamente a este Fondo de nueva creación.

Esto, como no resulta extraño, ha provocado la reacción airada de las compañías con fuertes intereses petroleros y gasistas. Estas empresas entienden que ya son sujeto de numerosos impuestos y que este nuevo Fondo viene a gravar su producto, en detrimento de formas de generación más sostenibles.

Es paradójico que muchas de estas empresas, usando un pulmón financiero generado durante décadas de dependencia de los combustibles fósiles a unos precios altos y con márgenes muy generosos, habían ya anunciado inversiones récord en energías renovables. A pesar de las acusaciones de greenwashing, lo cierto es que los planes estratégicos de diversificación en activos e inclusión de energías limpias son loables. El cambio de estas compañías hacia la Transición Energética es real y es entendible gran parte de sus preocupaciones.

Sin embargo, los datos de reducción de emisiones de los distintos sectores son incontestables. La “fiesta” a la que hacía referencia un conocido directivo del sector energético no fue tal, no hace falta más que ver los arbitrajes internacionales, los pleitos patrios y las inversiones, de grandes fondos y compañías internacionales, pero también de pequeños inversores particulares, que se esfumaron. El sector renovable ha sufrido mucho y ha perdido mucho, así que, nada de “fiestas”.

Por supuesto que en el camino se hicieron cosas mal y hubo errores. Pero la reducción de costes del 71% (eólica) y el 90% (fotovoltaica) son la respuesta a las inversiones que se realizaron. Gracias a esa reducción de costes, conseguida por el esfuerzo conjunto de gobierno, empresas y sociedad para incrementar el mercado renovable, hoy se producen esas grandes inversiones en el sector. El mantra “ahora es cuando hay que realizar las inversiones porque son competitivas” no es válido. Si hubiéramos esperado, nunca habrían sido competitivas. Los que llevamos más de 30 años defendiendo las renovables lo sabemos.

Hace más de una década nuestro entonces presidente José María González Vélez defendía el “céntimo verde”, el reparto de costes de las renovables entre los diferentes agentes. El FNSSE se parece bastante. En la Asociación preferiríamos una fiscalidad medioambiental, así se señalaría directamente a aquellos que, sabiendo los objetivos de descarbonización, no han cumplido con su parte. Sacar a renovables, cogeneración y residuos del sistema eléctrico no deja de señalar como falsas culpables a las tecnologías que han permitido alcanzar las metas.

Algún día tendremos una fiscalidad ambiental real, una fiscalidad que deje claro hacia dónde deben ir las inversiones. Con esa fiscalidad no haría falta crear el FNSSE, porque con una reducción de emisiones del 35% (sector eléctrico) y unos incrementos de emisiones superiores al 50% (transporte y residencial), estaría claro el reparto de los costes.

Más biocarburantes y vehículo eléctrico (alimentado con renovables, claro) en el sector transporte. Más biomasa, geotermia y solar térmica para satisfacer nuestros usos térmicos. Y, por supuesto, más electrificación con renovables. Así no hará falta acusar a nadie de fiestas porque todo nuestro sistema energético tendrá motivos de celebración.