El camino hacia la sostenibilidad económica es eléctrico

Aprincipios de año, se aprobó en nuestro país una declaración de emergencia climática que mostraba nuestro compromiso con los objetivos del Acuerdo de París y con las políticas europeas para mitigar el impacto del cambio climático y alcanzar la neutralidad climática en 2050, que convertirán a Europa en líder a nivel global en el proceso de cambio hacia una economía sostenible.

Posteriormente, la crisis sanitaria ha puesto de manifiesto la necesidad de asentar la recuperación económica en los ejes que nos deben conducir hacia una economía próspera y sostenible: la descarbonización y la digitalización. La aprobación del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) y el uso de los fondos europeos para la recuperación, apuntan directamente a estas dos áreas de inversión.

Un primer paso en este camino hacia la sostenibilidad es el propio PNIEC. Dos de cada tres euros deben destinarse a inversiones en renovables, redes eléctricas y electrificación, con un total de 150.000 millones de euros en la próxima década. El impacto en la economía será notable por el efecto arrastre que tiene sobre toda la cadena de valor en industrias como las de bienes de equipo, de ingeniería o de automoción, en su apuesta por el vehículo eléctrico. Solo en la actividad de distribución eléctrica se estima que el impacto puede alcanzar los 75.000 empleos en los próximos años, y el propio PNIEC estima unos 300.000 empleos netos en 2030. Una clara oportunidad para la generación de riqueza, que permitirá a nuestra industria liderar la transformación de nuestra economía y consolidar la recuperación económica.

En segundo lugar, el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia está alineado con el anterior porque destina de forma prioritaria el uso de estos fondos a la inversión “verde”, con más del 37% del total del Plan, y a la digitalización, con cerca del 33%. Una apuesta por la industria enfocada en la descarbonización (fabricantes de bienes de equipo, digitalización, aerotermia, vehículo eléctrico, hidrógeno verde...) y por el producto en el que todas estas industrias se van a apalancar: la electricidad sin emisiones.

Un tercer paso lo encontramos en el Anteproyecto de Ley para la creación del Fondo Nacional para la Sostenibilidad del Sector Eléctrico. Este fondo es coherente con los objetivos de la transición energética ya que, como señala la propia memoria, sirve para reconfigurar la financiación de los costes de renovables, cogeneración y residuos enviando las señales adecuadas para la electrificación. Tecnologías como el vehículo eléctrico o la bomba de calor pasarán a ser más competitivas que las soluciones que emplean combustibles fósiles.

Aunque, en un primer momento, el efecto será neutro para el consumidor, supone una clara mejora a medio plazo. Al hacer que la electricidad sea cada vez más barata –se anuncia una rebaja del 13% en los próximos 5 años–, se facilita la toma de decisiones para avanzar hacia un consumo limpio y sostenible a un coste asequible para el consumidor.

Pero, ¿por qué es tan importante electrificar nuestros consumos? La respuesta la encontramos en las emisiones de gases de efecto invernadero. El sector energético es responsable del 75% de estas emisiones. Es, por tanto, responsable también proponer soluciones para su eliminación gradual y el sector eléctrico ofrece una alternativa viable, tecnológica y económicamente, que garantiza alcanzar la neutralidad climática en 2050 como ha acordado la Unión Europea.

Aunque este mecanismo es un paso inicial para introducir el principio de “quien contamina paga”, el consumidor eléctrico continuará realizando la mayor parte de esfuerzo en la financiación de los costes de las renovables, la cogeneración y los residuos, contribuyendo en casi el 50% del coste para financiar estos costes, a pesar de que las ventas de electricidad son inferiores a ese porcentaje del 50% y las emisiones por unidad producida también lo son.

Por lo que este conjunto de medidas, junto a la futura Ley de Cambio Climático -en proceso de tramitación en el Congreso- y las diferentes estrategias y hojas de ruta aprobadas durante este año, configuran un marco normativo y de actuación que es consistente con el nuevo modelo energético al que nos dirigimos. Un nuevo paradigma caracterizado por la sostenibilidad ambiental y por una participación cada vez más activa del consumidor, que podrá generar, almacenar o consumir electricidad limpia.

Contamos con una ventaja competitiva que no podemos desaprovechar. España es un país con abundantes recursos renovables como son el agua, el sol y el viento. De manera que, apostar por su desarrollo, significa invertir en nuestros recursos, nuestra industria y, por supuesto, contribuir a alcanzar esa neutralidad climática en 2050.

Todo ello podremos realizarlo de la manera más eficiente posible. Gracias a las renovables, tendremos uno de los precios más competitivos de Europa y contamos con unas redes de distribución muy eficientes, con un peso en la factura por debajo del resto de países de nuestro entorno. Es decir, la principal traba está en los altos cargos e impuestos que soporta aún la factura eléctrica y que son ajenos a las actividades del sector.

Por lo que, en definitiva, se van dando pasos necesarios para aunar los objetivos de la transición energética con el cambio hacia una economía productiva y sostenible, tanto en el ámbito de las empresas como en el de los hogares. La rebaja en el precio de la electricidad es más beneficiosa para los más vulnerables, que emplean una proporción mayor de su renta en este servicio. Como también lo es para las empresas que, gradualmente, deben avanzar hacia un consumo energético limpio y competitivo. Queda camino por recorrer, pero es importante avanzar dando pasos firmes y en la buena dirección. Sigamos.