Covid-19, ¿dinamita para la transición energética?

La pandemia del Covid-19 sigue haciendo estragos a lo largo y ancho del planeta, incluido en nuestro país. Las cifras de fallecidos de cada día son espeluznantes y, es más, aun parece pronto determinar los efectos y secuelas que va a traer consigo esta terrible pandemia en nuestra forma de vida, pero, desde luego, van a ser muchos. Estamos en medio de una severa grieta que dará paso a otras etapas pero, por ahora, estamos sumidos en algo más que un doloroso y agitado momento.

También parece pronto para determinar qué efectos va a tener el Covid-19 en relación con la transición energética y la descarbonización de la economía, si bien, cabe anticipar que van a ser, en todo caso, perjudiciales. La irrupción del coronavirus ha transformado por completo el escenario global, y la visión sobre la energía y el clima, por supuesto, también se está viendo alterada. Baste de muestra unos representativos acontecimientos que se están produciendo: China está considerando relajar las reglas de contaminación del automóvil, lo que puede constituir una progresiva y velada retirada del Acuerdo climático de París.

La propia Comisión Europea, que se erigió en la punta de lanza en la batalla contra el clima, ha reconocido a través de su actual presidenta, Úrsula von der Leyen, a finales de marzo, que la UE está en riesgo ante la posibilidad de que el virus divida la acción coordinada de los países miembros en cuestiones tales como la emisión, o no, de deuda a través de los que se podrían denominar “coronabonos”. Tales antecedentes nos hacen dudar de si este virus va a suponer también un grave escollo a la aspiración europea de alcanzar la neutralidad clima en 2050.Por de pronto, la consultora The Eurasia Group ya ha confirmado que “el coronavirus desviará la atención global y los recursos para abordar el cambio climático”.

A modo de contrapeso, la AIE se ha apresurado a pedir a los Gobiernos de todo el mundo que incorporen planes de energía limpia en cualquier plan de estímulo económico contra el coronavirus. Asimismo, con grandes reflejos, nuestra ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, junto al presidente de la Comisión de Medio Ambiente del Parlamento Europeo, Pascal Canfin, han liderado un llamamiento europeo para combatir la crisis del Covid-19 desde soluciones respetuosas con el medio ambiente. Tal iniciativa ha cristalizado en el documento, Reiniciar y reimpulsar economías para un futuro sostenible: una llamada a la movilización, en el que se pide que la salida de la crisis económica del Covid-19 sea respetuosa con el medio ambiente.

En España, el secretario de Estado de Medio Ambiente, Hugo Morán, ha señalado que la “crisis sanitaria actual no debería retrasar la puesta en marcha de los proyectos sobre transición energética”. Tal razonamiento parece irrefutable, si bien hasta qué punto el impacto de la crisis del coronavirus no va a afectar en la geopolítica, en la evolución del Pacto Verde Europeo y en la gobernanza climática. Parece que va a afectar, y mucho, ciertamente.

El coronavirus hipotéticamente no debiera distraer a la política energética y climática de España y sus retos a medio y largo plazo. Pero la realidad es que la caída de los precios del gas y el petróleo podrían hacer perder competitividad-precio a las energías renovables y desincentivar la inversión en las mismas.

El precio del barril de petróleo West Texas Intermediate de referencia en EEUU, ha cotizado en negativo por primera vez en su historia en la tercera semana de abril. Los países compiten ferozmente en un entorno globalizado y el coste de la energía es un factor clave para su competitividad, por lo que un suministro asequible y barato sigue primando en la estrategia de muchos de ellos, por encima del objetivo de descarbonizar su economía.

La transición energética, con un tablero complejísimo, puede demorarse como consecuencia de esta pandemia global. Tal retraso parece complicado y hasta contradictorio cuando, a su vez, millones de personas mueren como consecuencia de la contaminación y se multiplica cada día la cifra de refugiados climáticos.

En fin, por desgracia, esperemos que en un futuro hipotético, parafraseando el pasaje de la novela Conversación en La Catedral, de Mario Vargas Llosa, pueda uno no preguntarse: “¿En qué momento se jodió la transición energética?

La respuesta al Covid-19, además de un buen motivo, también puede ser la mejor excusa y justificación para que esta transición se postergue sine die. Nunca antes la línea divisoria entre una excusa y un motivo fue tan permeable y estuvo tan difuminada, lo que no deja de ser un severo peligro para el porvenir de la transición energética que, a día de hoy, se enfrenta a un futuro plagado de incógnitas.

Por de pronto, el organismo climático de las Naciones Unidas y el gobierno del Reino Unido decidieron que, debido a la crisis generada por esta pandemia, la Cumbre Climática de 2020 se pospone hasta 2021. El Covid-19, de momento, puede haber dejado algunas acciones orientadas a la transición energética en el alambre, en una amarga hibernación, quizá a la espera de tiempos mejores.