La inteligencia artificial obliga a formar aún más el espíritu crítico

El aprendizaje automático o machine learning está llevando a las máquinas a un nuevo nivel. Sus algoritmos compiten entre sí para completar los conocimientos de que disponen y así resolver los retos que les planteamos. La complejidad se eleva de forma exponencial y, lo que es más notorio, estas tecnologías han traspasado los círculos más técnicos y profesionales para ser utilizadas desde cualquier ordenador personal o smartphone por todos los ciudadanos.

Estamos acostumbrados en las factorías 4.0 a sistemas sensorizados que nos advierten de cuándo estamos próximos a una avería, que realizan mantenimiento predictivo y alertan a los jefes de planta de errores muchas veces imperceptibles al ojo humano. Ahora, buena parte de esa tecnología se democratiza y salta al día a día con múltiples herramientas que nos pueden ayudar a la hora de escribir un texto, diseñar una imagen, un contenido en realidad aumentada o incluso un vídeo.

Dedicamos el tema de portada de este número a analizar las oportunidades que nos ofrecen todas esas aplicaciones de inteligencia artificial que van más allá del ya archifamoso ChatGPT. Como explicamos en él, es cierto que aún el resultado de nuestras peticiones muchas veces invita a la risa, lo que significa que aún quedan muchas cosas por pulir, bastantes ajustes. Pero nadie duda del futuro prometedor que estas herramientas van a tener.

De lo que tampoco cabe duda es de la necesidad de establecer unos parámetros, unos límites -o como queramos llamarlos- para marcar la utilización exacta de estas herramientas, así como fijar posibles responsabilidades. Solo así evitaremos los riesgos que también traen consigo. ¿Qué pasaría, por ejemplo, si un profesional en el desempeño de su trabajo utiliza estas aplicaciones de inteligencia artificial, acepta como cierto un análisis o resultado equivocado y basa en ese informe unas decisiones que también serán erróneas? Como nos recuerda uno de los expertos que han participado en este reportaje, “confiar únicamente en estas soluciones para realizar el trabajo sin una mirada crítica puede conducir a malos resultados”. En definitiva, ha llegado el momento de considerar cuánto poder estamos dispuestos a poner en manos de las máquinas.

De esta manera, cuanto mayor sea la ayuda que podamos recibir de este tipo de herramientas, mayor debe ser el espíritu crítico de quien las utiliza. Buena parte del tiempo que pudiéramos ahorrarnos por la ayuda que nos facilitan estas soluciones de inteligencia artificial deberíamos dedicarlo a seguir formándonos en esa necesaria conciencia crítica. Ese reto de formación es aún mayor para quienes todavía no han abandonado las aulas.