MWC 2023: ¿dejaremos pronto de usar el móvil?

Alberto Horcajo, cofundador de Red Colmena, analiza las tendencias que el Mobile World Congress 2023 compartió con sus 88.000 visitantes.

El reciente congreso mundial de las telecomunicaciones móviles (MWC) de Barcelona ha procurado mantener viva la expectativa de un nuevo impulso para los negocios basados en esta tecnología ubicua. Tres cuestiones han determinado los mensajes y las propuestas de los agentes más relevantes en el negocio móvil: la optimización de las inversiones recientes en espectro, las perspectivas de consolidación de los mercados móviles y el desarrollo de nuevas propuestas de productos y servicios alrededor de web3 y metaverso.

El limitado entusiasmo percibido en esta cita anual de reguladores, operadores, emprendedores y fabricantes después de la relevancia que adquirieron las telecomunicaciones como elemento de cohesión social y motor de la digitalización derivada de la pandemia global de comienzos de la década debiera transformarse ahora en una sensación compartida de pujanza que contribuya a acrecentar la prosperidad y con ello la capacidad de innovación de toda la cadena de valor.

Así, aun cuando los Gobiernos no han visto en general cumplidas sus expectativas de recaudación con las sucesivas subastas de espectro asociado a 5G desde 2018 -que en algunos casos se han resuelto en la puja de salida o han quedado parcialmente desiertas- el esperado aumento de los ingresos por la migración a tarifas planas (que resultan en ingresos unitarios más elevados) y el incremento de beneficios que pueda acompañar a la racionalización de las ofertas abren la perspectiva de una potencial mayor contribución de las telecomunicaciones al erario público, que podría verse acrecentada con la exacción de una tasa a las grandes plataformas de internet. Los operadores, reunidos alrededor de GSMA, la entidad promotora de los MWC, confían en que el aumento masivo de los datos y sobre todo el enriquecimiento de las experiencias de uso que pueda aportar la siguiente generación de dispositivos abran la puerta a nuevas oportunidades de monetización, tanto para el gran público como en las comunicaciones profesionales.

Finalmente, los titanes de Internet en occidente (Amazon, Apple, Google, Meta, Microsoft) se preparan para capturar los beneficios de la esperada conjunción técnica de las nubes, los nuevos dispositivos y la inteligencia artificial común, que tiene el potencial de dar un alcance hasta ahora desconocido a infinidad de actividades, como describe con cierta anticipación en una entrada del blog “Microsoft On the Issues” el pasado 2 de febrero su presidente, Brad Smith. Del entretenimiento multisensorial en grupo -en el que pareciera, según Megan Garber en un artículo de este mes de marzo en The Atlantic titulado “We’re already in the metaverse”, que ya estamos instalados, si bien, en sentido contrario otras personas, como Jemima Kelly en una tribuna del 16 de febrero en Financial Times titulada “Whatever happened to the metaverse?” considera que tanto el entusiasmo como el compromiso de inversión en esa tecnología se están reduciendo- al empleo de los “gemelos digitales”, para la experimentación eficiente, que permiten simulaciones y recreaciones virtuales con múltiples usos, la expectación no deja de bullir para un sector que añora tiempos mejores, como muestran las decaídas cotizaciones de las acciones de unos y otros. Si la esperada marea eleva todas las barcas se evitará una disputa entre operadores y proveedores de aplicaciones móviles por la capacidad de gasto de personas y empresas, sostenida en las economías avanzadas por cuantiosas subvenciones al despliegue de infraestructura, a la digitalización de procesos y a la inversión en innovación aplicada.

Como otras conferencias sectoriales, MWC es un lugar para ver y ser visto, para intentar presentarse a quien aún no se conoce y con quien se querría hacer negocios o, en el caso de las grandes empresas, un escaparate para mostrar las novedades de que son capaces las compañías complejas. Es aventurado afirmar que MWC sea un foro privilegiado de las telecomunicaciones móviles -teniendo en cuenta las continuadas ausencias de los líderes de internet y el sigilo con que algunos de los emprendedores bien financiados manejan sus lanzamientos- o que su celebración coincida con hitos relevantes en la evolución de la tecnología (que se homologa en instancias de carácter técnico, como los grupos de trabajo de 3GPP o de la UIT) o de la presentación de nuevos dispositivos, cuyos fabricantes tienden a preferir no compartir el estruendo comercial necesario.

Desde luego para la ciudad de Barcelona y en particular para los servicios a los visitantes es el acontecimiento del año, pero eso no ha convertido ni a la propia Barcelona, a pesar de desarrollos como 22@ y el desplazamiento allí de una, desde 2013, superflua Comisión del Mercado de las Telecomunicaciones que en su actuación reguladora apenas tiene impacto en la orientación global de las comunicaciones móviles en un hervidero de ideas o un taller de pruebas de tales ideas, no obstante el rico tejido económico y social de la ciudad y sus aledaños.

El principal mensaje de MWC en 2023 ha sido que lo mejor está aún por llegar para 5G. Fabricantes de equipamientos de redes y de centros de procesamiento de datos en proximidad (MEC en su acrónimo en inglés), recurso fundamental para conseguir los reducidos retardos asociados a esta tecnología necesarios para la operación de dispositivos conectados asociados a actividades críticas confían en que 5G sea mucho más que un 4G más rápido. Los operadores por el momento lo comercializan con el mismo afán de mostrar que ofrecen más por menos a quienes ya habiendo contratado tarifas de datos ilimitadas disponen de un terminal 5G y en algunos casos, particularmente en Estados Unidos, lo consideran como una solución competitiva de banda ancha en localizaciones dispersas y remotas que hacen inviable el despliegue de fibra óptica. Lo que está por llegar bien podría asociarse a la traslación al móvil de Web3, una nueva versión de la navegación por internet que se centra en las cualidades del acceso (con un fuerte elemento de descentralización apoyada en la tecnología de “blockchain”), el anonimato y la verificabilidad, en la expectativa de que los intercambios de datos entre usuarios (“peer-to-peer” en su expresión en inglés, que otrora se asociaba a la elusión de los derechos de propiedad intelectual) aumenten de manera explosiva, requiriendo una expansión masiva de recursos que podrían aportar los operadores como titulares de los accesos del gran público.

En palabras de uno de sus principales valedores, Juan Benet de Protocol Labs, en el “Web Summit” de Lisboa en noviembre pasado quizás falten entre dos y tres años para que puedan aprovecharse las utilidades de esta visión emergente que buscaría en última instancia desplazar a los entornos cerrados, controlados y prescritos por los grandes guardianes del acceso la supervisión de cuya actividad en la Unión Europea es objeto de la Ley de Mercados Digitales que entrará en vigor el próximo 2 de mayo. Así, por el lado regulatorio y por el propio impulso coordinado del desarrollo tecnológico, solo cabe una innovación abierta, compartida e interoperable, lo que devuelve a los operadores móviles a la palestra de la disputa de cuotas por la relación percibida por el público entre calidad, esencialmente del servicio, y precio. La descoordinación endémica de los planes de inversión en infraestructuras, salvo por la compartición selectiva de la radio entre dos de los tres operadores de red en España y las limitaciones administrativas y las vacilaciones de los cesionarios para impulsar la mutualización del espectro, particularmente en frecuencias muy excedentarias, con caducidad a medio plazo y sin perspectivas de rehabilitación (“re-farming” en su acrónimo en inglés) para 5G, como la de 900 MHz siguen resultando en un debilitamiento generalizado de la capacidad de generación de caja del sector, reflejado en la exigua capitalización bursátil, la mitad que la de hace cinco años y tan sólo un 20% de la del final del siglo pasado.

La “máquina de sueños” que contiene cada terminal móvil y que se nutre de las aplicaciones en boga -últimamente los vídeos cortos en redes sociales- y de los nuevos contenidos adaptados al medio genera cada vez un tráfico mayor, multiplicando el consumo de datos, con una erosión inevitable de precios unitarios para defender la cuota de mercado que apenas permite respetar el gasto personal, desembocando en las tarifas planas propias de las telecomunicaciones fijas (con un acceso privativo y no compartido). Esto hace, no obstante el colorido de las presentaciones de nuevos productos y utilidades en el móvil, prácticamente irreversible el estancamiento de los ingresos por servicios móviles, azuzados por la agresividad comercial de unos operadores virtuales que quieren crecer en los segmentos más sensibles a los precios, para ganar escala y previsiblemente venderla más adelante a quien no tiene más remedio que participar activa o pasivamente en la consolidación de un negocio empobrecido.

A día de hoy solo la banda ancha móvil mejorada aplicada a un punto de uso fijo (“Fixed Wireless Access” en inglés), que aprovecha las mayores velocidades de la banda “media” de 5G (3,5-3,8 GHz) y no está siendo comercializada por los operadores españoles gracias a las cuantiosas ayudas públicas todavía orientadas a la expansión de la huella de fibra óptica, ha sido identificada globalmente y así reconocido en el último MWC como “aplicación ganadora” de 5G, con un encaje inconcreto en las ofertas convergentes.

Telefónica aprovechó MWC y el espectro recientemente adquirido para desplegar una red “milimétrica” en la banda “alta” de 26 GHz que ofrece todavía mayor caudal y es indicada, en un despliegue cuidadosamente ajustado para que el haz entre las antenas no encuentre interferencias, para un servicio fijo inalámbrico de prestaciones superiores y usos profesionales, todavía en fase de experimentación en laboratorios, dada la escasez de “chipsets” de dispositivos de clientes con esa frecuencia.

La expectativa del desdoblamiento de las redes móviles (“slicing” en inglés) a través de una asignación diferente de recursos técnicos en función de los distintos niveles de servicio deseados, sigue siendo una posibilidad con limitado recorrido comercial a día de hoy, con una proliferación de supuestos de uso más o menos probados (el número de redes 5G avanzado SA es todavía muy reducido y en España tan solo está disponible como tal la red “5G+” de Orange, según un anuncio del operador del 13 de febrero pasado al que siguieron varias demostraciones de funcionalidades asociadas en Barcelona) que en el MWC han vuelto a presentarse como demostración del potencial de 5G para las comunicaciones móviles profesionales, compitiendo directamente con el WiFi 6 especialmente en interiores. En cuanto tales despliegues impiden capturan los beneficios de escala para las inversiones asociadas, suponen un desafío sin resolver para el modelo financiero de los operadores, que en nuestro entorno dedican cerca de la mitad del flujo de caja operativo a la mejora y evolución de sus capacidades técnicas.

Por otro lado, las redes móviles privadas 5G, sean autónomas o híbridas en el supuesto de su conexión a una red pública, han despertado hasta ahora un interés limitado en el mercado de empresas e instituciones, en tanto los operadores tratan de desplegar arquitecturas de red complejas, para las que las nubes públicas (señaladamente AWS con su producto Outposts) han comenzado a presentar sus soluciones, que rivalizan directamente con las propuestas de los fabricantes de redes tradicionales y eventualmente, como se intuía en algunas presentaciones en el MWC podrían, mediante acuerdos de colaboración con los operadores de red como cesionarios del espectro, complementar los volúmenes enormes de gestión en sus centros regionales de procesamiento de datos de cargas de trabajo de sus actuales clientes del sector privado y de administraciones públicas.

El MWC ha puesto de manifiesto que 5G sigue siendo una apuesta incierta del mundo de las tecnologías de la información y de la comunicación y muy especialmente para los operadores. Si no lo fuera, precisamente en estas fechas el fabricante de equipamientos Ericsson no habría anunciado una reducción de plantilla de cerca de 8.500 personas y se habrían anunciado más novedades que el cambio de marca de Nokia... Como revela una nota de McKinsey TMT Practice de Pallav Jain y otro publicado en la víspera del inicio del MWC, previsiblemente, según datos de GSM y Omdia, los operadores invertirán en 5G cerca de 650.000 millones de dólares entre 2022 y 2025, mientras que el nuevo negocio asociado a esta tecnología, asociado a conectividad básica y avanzada y a soluciones y plataformas -este último todavía incipiente- se proyecta por los autores de la nota hasta 2028 en un máximo de 170.000 millones de dólares.

La alteración de los mercados de productos y servicios asociados a 5G, todos ellos intensamente disputados y la irrupción de nuevos proveedores de herramientas para empresas e instituciones y de experiencias para el gran público -conforme al modelo de colaboración con los desarrolladores a través de APIs en código abierto que postulan 21 de los principales operadores a través de la “GSMA Open Gateway” presentada en el arranque del MWC, a diferencia de los entornos cerrados de los sistemas operativos de dispositivos- están conduciendo a una inversión de posiciones, de modo que quienes eran imprescindibles pasan a ser indiferentes y la puesta en valor de infraestructuras, capacidades y aplicaciones se percibe más distante y más incierta, particularmente con una economía global no exenta de tensiones e interrogantes, que las perspectivas que animaron a Telefónica a traer el MWC a Barcelona en 2006.